La última batalla del ministro de Consumo Alberto Garzón es su intención de prohibir la publicidad de aquellos alimentos que fomenten la obesidad infantil, entre ellos los helados. Algo que no ha gustado a otro ministro, el de Agricultura, que prefiere los "mecanismos de autorregulación". Como sucedió en la batalla de las carnes rojas, Garzón tiene razón. Y es que además de los problemas de obesidad, los helados, arquetipos de los alimentos ultraprocesados, pueden contribuir al deterioro cognitivo.
La polémica abierta por el anuncio lanzado la semana pasada
por el ministro de Consumo se ha convertido en un episodio más de un lamentable
ambiente político en el que resulta casi imposible debatir con argumentos y
mesura. Por eso, la propuesta de Garzón está destinada a viajar hasta donde
habita el olvido.
Lo que dice la Ciencia
Los científicos saben desde hace años que las dietas poco
saludables, en particular las que ̶-como
los helados industriales ̶- tienen un alto contenido de grasas y azúcares, pueden causar daños cerebrales y
provocar un
deterioro cognitivo. Aunque algunos factores como la herencia genética y
los condicionantes
socioeconómicos que influyen en el deterioro cognitivo escapan al autocontrol,
los resultados de algunas investigaciones científicas cualificadas subrayan que
una dieta deficiente es un
factor de riesgo en el deterioro de la memoria durante el envejecimiento y
aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
Aunque hasta ahora las investigaciones comparativas entre
los efectos de consumir alimentos mínimamente procesados frente a los
ultraprocesados ha sido escasa, dos estudios recientes han venido a añadir
nuevas perspectivas para considerar lo fundamental que resulta la nutrición
para la salud cerebral. Ambos indican que comer alimentos ultraprocesados puede
incrementar el deterioro
cognitivo relacionado con la edad y aumentar el riesgo de
desarrollar demencia.
Muchos ingredientes, malos nutrientes
Los alimentos procesados son los que han sufrido algún tipo
de transformación con respecto a su estado original, en otras palabras, los que
nos ingerimos en un estado que no es el natural. Existen muchos niveles y
grados de procesamiento. Por ejemplo, el aceite es un procesado, ya que su
estado original es la aceituna. No obstante, ese proceso no cambia sus
propiedades ni supone daños para la salud. Hay otros alimentos procesados (sin
el ultra) saludables, porque o no interfieren o mejoran la calidad del alimento.
Los mejores ejemplos, además del aceite de oliva, son los quesos artesanos, las
conservas de pescado, verduras o legumbres, además de las hortalizas o los
pescados congelados.
Los ultraprocesados son preparaciones industriales elaboradas
a partir de sustancias derivadas de otros alimentos que han sido sometidos a
una enorme transformación hasta el punto de no parecerse nada a su estado
original. Son más escasos en nutrientes y fibra y más altos en azúcares, grasas
y sal en comparación con los alimentos sin procesar o mínimamente procesados. Más
que un alimento en concreto, son listas interminables de ingredientes, los
cuales, además, han experimentado un procesamiento previo como la hidrogenación
o fritura de los aceites, la hidrólisis de las proteínas o la refinación y
extrusión de harinas o cereales.
En su etiquetado abundan las materias primas refinadas
(harina, azúcar, aceites vegetales, sal, proteínas, etc.) y aditivos
(conservantes, colorantes, edulcorantes, potenciadores del sabor,
emulsionantes…). En otras palabras: es más que probable que usted no encuentre
los ingredientes que componen la mayoría de estos alimentos en su despensa.
En este grupo se encuentran el 80% de los productos comestibles
que venden en los supermercados: helados, bebidas azucaradas, precocinados,
bollería, carnes procesadas, embutidos, galletas, lácteos azucarados, postres,
dulces, cereales refinados, pizzas, barritas energéticas o dietéticas, y un
largo etcétera.
Dietas saludables para el cerebro
Aunque no aparezcan los procesos que conducen a la demencia,
cuando el cerebro envejece sufre cambios bioquímicos y estructurales que se
asocian con el empeoramiento cognitivo. Para los adultos mayores de 55 años, en
particular, la dieta
mediterránea y la dieta
cetogénica se asocian con un mejor desarrollo cognitivo.
Ambas dietas pueden revertir
algunos de cambios bioquímicos y estructurales que mejoran la función
cognitiva, posiblemente al reducir la
dañina inflamación crónica perjudicial para el cerebro. Varios estudios han
demostrado que el exceso de azúcar y grasas puede contribuir a la inflamación
crónica, un proceso que también pueden
desencadenar o incrementar los alimentos ultraprocesados.
Otra vía por la que la dieta y los alimentos ultraprocesados
pueden influir en la salud del cerebro es a través del eje intestino-cerebro, la
comunicación que se produce entre el cerebro y el microbioma
intestinal, la comunidad de microorganismos que viven en el tracto
digestivo. El microbioma intestinal no solo ayuda en la digestión: también
influye en el sistema inmunológico y produce hormonas y
neurotransmisores críticos para la función cerebral.
Varios estudios han demostrado que las dietas cetogénica y mediterránea cambian la
composición de los microorganismos en el intestino por diferentes vías orgánicamente
beneficiosas. Por el contrario, el consumo de alimentos ultraprocesados también
se asocia con alteraciones en el
tipo y abundancia de microorganismos intestinales que tienen efectos
nocivos.
Las incertidumbres
Dada la dificultad de mantener un control estricto sobre las
dietas personales para estudiarlas durante largos períodos de tiempo, es
difícil desentrañar los efectos específicos de los diferentes alimentos en el
cuerpo humano. Por eso, la mayoría de los estudios nutricionales, incluidos los
dos citados, solo han mostrado correlaciones entre el consumo de alimentos
ultraprocesados y la salud, pero no pueden descartar otros factores del estilo
de vida como el ejercicio, la educación, el estatus socioeconómico, las
conexiones sociales, el estrés y muchas más variables que pueden influir en la
función cognitiva.
Por eso, los estudios con animales de laboratorio son extraordinariamente
útiles. Las ratas muestran un declive cognitivo
en la vejez similar al de los humanos. Es fácil controlar las dietas y los
niveles de su actividad en un laboratorio. Además, las ratas pasan de la edad madura
a la vejez en cuestión de meses, lo que acorta los tiempos de estudio.
Los estudios con animales de laboratorio permitirán determinar si los alimentos ultraprocesados están jugando un papel clave en el desarrollo del deterioro cognitivo y la demencia en las personas, pero a medida que la población mundial envejece y el número de mayores con demencia aumenta, ese conocimiento puede que no alcance a las generaciones de boomers y millennials, que acabaron enganchados a los Bollycaos, Tigretones o Panteras Rosas que sus madres les ofrecían, pero que no tuvieron el acceso que se tiene hoy en día al azúcar, las grasas o la sal en cantidades desmesuradas gracias a los ultraprocesados, unos pseudoalimentos omnipresentes en nuestra vida cotidiana. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca