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domingo, 12 de febrero de 2023

Cupido poco tiene que ver con San Valentín

Paisaje con Cupido (Il Sodoma, 1510) ©Web Gallery of Art / Wikimedia Commons


En otra entrada anterior en la que me ocupé del Día de San Valentín, prometí hacerlo con las relaciones entre el santo decapitado y Cupido, la mitológica deidad griega. Después de ponerme al día con el Diccionario de mitología griega y romana de Pierre Grimal, voy con ello.

Lo que comenzó como un día festivo en honor a dos o tres mártires cristianos primitivos, los "valentines", ahora se asocia con multitudes de cupidos en forma de querubines alados, cuyos arcos y flechas de aspecto inofensivo simbolizan un dulce romance en lugar de una guerra mortal. De alguna manera, se supone que la frase "el flechazo de Cupido" es más agradable que sangrienta.

El Cupido original era hijo de Venus, la diosa romana del amor y la belleza. El propio Cupido, basado en el Eros griego, era una deidad romana asociada con la lujuria y el amor. En Grecia y en Roma, ambas deidades se representaban como jóvenes apuestos, no como sonrosados niños alados.

Pero los poetas y artistas antiguos también imaginaron una tropa de "erotitos" o "cupiditos" asistentes de ambos dioses. Los romanos los retrataron como niños alados, o "putti", como se los conoció en el arte renacentista italiano. Estos, a su vez, se convirtieron en los angelitos gorditos hoy pululan cada 14 de febrero.

Sarcófago con putti. Museo Pio Clementino. El Vaticano. Fuente.

A pesar de imaginar al dios con una tropa de asistentes encantadores, los romanos sabían que Cupido tenía un lado más oscuro y peligroso, un poder maléfico que no se debía olvidar.

Jovencito, pero matón

Como escribió en el año 8 d. C. el poeta Ovidio en su epopeya Metamorfosis, el dios arquero Apolo descubrió ese poder sufriéndolo en sus propias carnes. Después de haber matado al dragón de Delfos con mil flechazos, Apolo provocó la ira del hijo de Venus al burlarse de las armas de Cupido que parecían de juguete:

Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia de mis manos que de las tuyas? Yo sé lanzar las flechas certeras contra las bestias feroces y los feroces enemigos. [...] Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo conozco y no pretendas comparar tus victorias con las mías.

Cupido rápidamente tomó cumplida venganza. Atravesó el corazón de Apolo con una flecha de oro, lo que hizo que este se enamorara apasionadamente de la ninfa Dafne. Pero Dafne, que había pronunciado juramento de virginidad, había rechazado a muchos pretendientes y prefería cazar y vagar por los bosques. Cupido le disparó una flecha de plomo, lo que aumentó su odio por todo lo amoroso. Los flechazos cumplieron sus objetivos: Apolo se inflamó de pasión por Dafne y ella lo aborreció.

Apolo hostigó constantemente a Dafne, pero la ninfa siguió esquivándolo hasta que los dioses intervinieron y ayudaron a Apolo para que pudiera alcanzarla. En vista de que Apolo acabaría por atraparla, Dafne pidió ayuda a su padre. De repente, su piel se convirtió en corteza de árbol (un laurel), sus cabellos en hojas y sus brazos en ramas. 

Dejó de correr porque sus pies se enraizaron en la tierra. Apolo abrazó las ramas, pero estas se redujeron. Como ya no la podía tomar como esposa, Apolo juró que la amaría eternamente haciendo del laurel su árbol favorito y prometiendo que sus ramas coronarían las cabezas de los héroes y los campeones de los Juegos Olímpicos. Apolo usó sus poderes de eterna juventud e inmortalidad para que el laurel siempre estuviera verde.

El esposo invisible

Pero la caracterización más famosa de Cupido en la literatura latina aparece en la obra de Apuleyo, que vivió durante el siglo II en lo que hoy es Argelia. Escribió un cuento sobre Psique, una princesa tan hermosa que los mortales la adoraban comparándola con Venus, la diosa del amor.

Enfurecida por los celos, Venus ordenó a su hijo Cupido que hiciera que Psique se enamorara del hombre más miserable que encontrara. Pero un oráculo había profetizado a la familia real que Psique, su hija, estaba predestinada a casarse con una «criatura salvaje e indómita» que volaba atormentando a todos con fuego. Asustada, la familia la abandonó en un acantilado para que afrontara sola su terrible destino. En lugar de ello, Psique fue transportada por una suave brisa a un hermoso palacio habitado por sirvientes invisibles. Esa noche, un «esposo desconocido llegó y tomó a Psique por esposa» antes de partir al amanecer.

Su cónyuge invisible y ardoroso continuó visitándola todas las noches y al poco Psique se quedó embarazada. Se sentía muy feliz, pero también cada vez más sola. Su misterioso esposo permitió que sus hermanas pudieran visitarla siempre y cuando ella no intentara «indagar sobre su verdadero aspecto». Llena de felicidad, Psique accedió y le dijo: «Quienquiera que seas, te amo profundamente. Ni siquiera Cupido podría compararse contigo».

Psique descubre a su esposo Cupido. "Cupido y Psique’ de Giulio Kartar


Cuando las dos hermanas mayores de Psique la visitaron, sintieron envidia de su lujosa existencia. «¡Debe de estar casada con un dios!» pensaron, mientras que Psique parecía estar en la inopia. Con la esperanza de romper el matrimonio, las envidiosas hermanas le dieron una explicación del secreto de su marido: sin duda era una serpiente monstruosa que tenía intención de devorarla a ella y a su hijo cuando naciera.

Horrorizada, Psique creyó lo que decían a pesar de su íntimo conocimiento físico de su esposo: «su cabello perfumado, sus mejillas tiernas y su cálido pecho». Armada con una daga, se preparó para matar a su esposo mientras dormía. Pero antes de hacerlo, olvidando las repetidas advertencias que aquel le había hecho, lo miró a la luz de una lámpara de aceite. Aquí, a mitad de la historia, el lector finalmente descubre su identidad: ¡Era ni más ni menos menos que el mismísimo Cupido!

Al verlo, Psique «se enamoró del Amor». Pero una gota de aceite hirviendo despertó a Cupido. Completamente consternado por la traición de su esposa, huyó volando. El resto de la narración es la larga y ardua búsqueda de Psique para recuperar a Cupido. Se sometió voluntariamente a una serie de tareas brutales impuestas por Venus, antes de que, desesperada y exhausta, cayera en un sueño eterno justo antes de terminarlas.

Amor perdido y encontrado

Y a todo esto, ¿dónde estaba Cupido? Si en la primera mitad de la historia se le caracteriza como una fuerza poderosa y peligrosa, la segunda mitad lo representa como un indefenso niño de mamá. Voló de regreso al palacio de Venus, donde su madre, furiosa porque se había casado en secreto con Psique, lo encerró en su aposento.

Finalmente, recordando su amor por Psique, Cupido escapó por la ventana y la salvó del sueño eterno. Luego hizo un trato inteligente con Júpiter, rey de los dioses: Psique podría hacerse inmortal, allanando el camino para que ella se casara “oficialmente” con Cupido, un apaño que incluso satisfizo a Venus.

Ovidio y Apuleyo nos recuerdan que el Cupido original no es el amable portador de tarjetas de San Valentín, sino una fuerza elemental de la naturaleza humana, una «criatura salvaje e indómita» que enciende el fuego de la pasión de formas impredecibles. Mientras que la lujuria de Apolo por la belleza de Daphne resultó insatisfecha, Psique finalmente disfrutó del sexo con su invisible marido.

Apolo aprendió que el deseo no siempre es mutuo, mientras que Psique se dio cuenta de que el amor, la fidelidad y la confianza deben ganarse día a día. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.