El término latino para los genitales femeninos, pudendum,
significa "partes que deberían avergonzarte". Hasta 1651, los ovarios
se llamaban testículos femeninos. Las trompas de Falopio llevan el nombre de un
hombre. Las glándulas situadas a ambos lados de la abertura vaginal que segregan
el fluido que lubrica la vagina se denominan glándulas de Bartolino. Los
folículos ováricos llevan el nombre del anatomista
holandés Regnier de Graaf.
Y es que, como tantas otras cosas, la historia del cuerpo
femenino la escribieron los hombres y la ciencia ha visto durante mucho tiempo
a la mujer a través de lentes distorsionadas estrechamente enfocadas en su
capacidad de reproducción, dejando de lado los aspectos erógenos de la
sexualidad, ya que las mujeres eran consideradas simples
objetos sexuales pasivos.
Tanto es así que la uróloga australiana Helen O'Connell, la
primera persona en cartografiar completamente el aparato genital femenino, ha contado que en sus estudios de Medicina utilizaba libros de texto que nunca mencionaban el clítoris.
Y es que durante siglos la anatomía humana se ha interesado
mucho más por el pene que por el clítoris. Con herramientas modernas y
observaciones desinhibidas, una nueva generación de científicas (en su mayoría)
han emprendido la observación los órganos tradicionalmente relacionados con la
reproducción femenina (el útero, los ovarios, la vagina o el clítoris) desde
una nueva perspectiva histórica, médica y biológica que intentaré resumir en
este artículo.
Antecedentes
Se sabe que el término clítoris proviene del vocablo griego “kleitorís”,
cuyo origen etimológico es dudoso. Hay quienes defienden que proviene de la
palabra “kleis” (“llave”) debido a que en la Antigua Grecia se tenía el
convencimiento que esa pequeña parte de la anatomía femenina era la llave que
abría las puertas del placer. Otros sostienen que deriva de “kleitýs”, (“colina”),
porque la protuberancia clitoriana recuerda un montículo.
La historia del clítoris se remonta a la antigua
medicina grecorromana, cuando era conocido como “un locus (lugar)
erótico por derecho propio”. Como solo observaban su parte más externa (el
glande) se le llamaba puerta del vientre, lengua pequeña, montecito, garbanzo,
almendrita o fresita. La mayoría de las palabras utilizadas para describirlo sugerían
que era pequeño. El tiempo, la habilidad y la curiosidad de algunos anatomistas
se encargarían de demostrar que, de pequeño, nada.
Desde el siglo XVI varios anatomistas célebres incluidos Colombo, Falopio, Swammerdam y De Graaf afirmaban
ser los descubridores del clítoris. Otros destacados anatomistas, en particular
Galeno y Vesalio,
consideraban la vagina como una estructura equivalente al pene, aunque en 1543 uno de los libros más influyentes sobre anatomía humana, Vesalio
afirmaba que en las mujeres normales no existía el clítoris, al que consideraba
una anomalía propia de hermafroditas.
No todo el mundo estaba de acuerdo con Vesalio. En 1559 el
cirujano italiano Mateo
Realdo Colombo, discípulo de Vesalio, publicó su De re anatomica (Sobre
las cosas anatómicas). Lo sorprendente de la obra de Colombo es que, en un
tiempo en el que la Inquisición vigilaba atentamente cualquier desvío de la ortodoxia
católica, sus observaciones no se basaron sólo en la disección, sino también en
el cuerpo femenino vivo, en la experiencia práctica del mismo.
Con una osadía impropia de la época, Colombo describió el
hallazgo de una cosa hermosa, “hecha con mucho arte”, la sede misma del placer
erótico de la mujer: un pequeño cuerpo oblongo que, si se frotaba con el pene o
simplemente se tocaba “con el dedo meñique”, provocaba un gran placer en las
damas. Era la confirmación práctica de que una de las descripciones latinas para
clítoris fuera “gaude
mihi” (“dame gusto”).
En 1672, en su tratado
De
mulierum organis generationi inservientibus (Tratado
sobre los órganos reproductores de la mujer), el anatomista holandés Regnier de Graaf observó que en todos los cuerpos femeninos que
había diseccionado había un locus bien visible, «bastante perceptible a
la vista y al tacto». Continuó describiendo otras
partes del clítoris ocultas en la zona grasa del pubis, incluidos los bulbos clitorianos.
Escribió: «nos sorprende enormemente que algunos anatomistas no hagan más mención a
esta parte como si no existiera en la naturaleza».
El gran innovador: Georg Ludwig Kobelt
En 1844, el anatomista alemán Georg Ludwig Kobelt
dio un enorme impulso a la investigación sobre el aparato genital femenino (el
trabajo de Kobelt se publicó en alemán, pero hay una traducción
al inglés de 1978). Utilizó clítoris disecados para ilustrar no sólo la
parte visible, sino también las partes internas, lo que permitía hacerse una
idea mucho mejor de su verdadero tamaño. Para conseguirlo, inyectaba un líquido
contraste en los vasos sanguíneos y linfáticos para comprender mejor cómo se
suministraba sangre a los órganos eréctiles que hasta entonces habían pasado
desapercibidos. Afirmaba que había muchos más nervios en el clítoris que en la
vagina, y consideraba a aquel mucho más importante para el placer sexual que
esta.
Tenía razón. De hecho, aunque hasta finales del año pasado
se creía que el número de terminaciones nerviosas existentes en el clítoris de
una mujer eran unas 8 000, una estimación basada en investigaciones
sobre vacas, en octubre de 2022 una
investigación médica demostró que, por término medio, el número de
terminaciones nerviosas en los clítoris femeninos era de 10 281.
Anatomía del pene. El tejido eréctil (cuerpo cavernoso y cuerpo esponjoso) es homologo al tejido esponjoso de los dos bulbos del clítoris. Fuente. |
Kobelt fue, pues, el primero en ofrecer la descripción más
completa y precisa de la anatomía del clítoris. Los estudios modernos
proporcionan magníficas imágenes, pero aportan pocas novedades con respecto a
lo descrito por Kobelt, para quien los bulbos vestibulares del clítoris son
tejidos esponjosos eréctiles, comparables con los cuerpos
cavernosos del pene. La uretra distal y la vagina son estructuras
íntimamente relacionadas, aunque no sean eréctiles. Junto con el clítoris forman
una agrupación de tejidos que es el lugar de la función
sexual femenina y del orgasmo.
Cartografía clitoriana en 3D
Helen O'Connell se dio a conocer por ser la primera persona
en cartografiar completamente el aparato genital femenino mediante técnicas de resonancia
magnética. Confirmando a Kobelt, Helen O'Connell y sus
colaboradores demostraron que el clítoris no es ni un simple montículo ni es pequeño
en absoluto. Lo que sucede es que, como ocurre con los icebergs, de los que
solo aflora una octava parte, sólo vemos un 10 % del su tamaño real.
Como pude verse en la siguiente figura, el clítoris es una
estructura compleja con una amplia inserción en el arco púbico y, mediante un
extenso tejido de sostén, en el Monte de Venus y en los
labios
vaginales. Por el centro se une a la uretra y a la vagina. Sus componentes
incluyen los dos bulbos eréctiles (crus), las crura y el glande
del clítoris. El glande es una estructura no eréctil con muchas terminaciones
nerviosas que es la única manifestación externa del clítoris. Todos sus demás
componentes están compuestos de tejido eréctil.
Anatomía interna del aparato genital femenino. Esta imagen 3D, elaborada por Helen O’Connell y colaboradores, muestra la relación espacial del clítoris (números 1 a 4) con la vejiga (9) que aflora al exterior en la uretra distal (5), el útero (8) y la vagina (7) con su apertura exterior (6), gran parte del clítoris está dentro del cuerpo. El extremo del glande clitoriano (1), que es solo el principio del clítoris, es la única parte del clítoris que puede verse desde fuera. El resto se encuentra dentro del cuerpo a ambos lados de la vagina en sendas estructuras (2 y 3), que pueden llegar a medir hasta 13 cm de longitud. 2. Cuerpo del clítoris, también conocido como corpus o tronco, situado justo encima del glande. 3. Las crura (plural de crus, pierna en latín) son los dos bracitos laterales del clítoris. 4. El crus clitoriano está formado por los dos bulbos del clítoris o bulbos vestibulares en forma de V, constituidos por tejido eréctil esponjoso. Cada uno de los crus converge en el clítoris. Como se puede observar, los bulbos (4) están muy cerca de la abertura de la vagina y los bulbos, la crura y el cuerpo se encuentran por encima. Algunas mujeres tienen un área de mayor sensibilidad en la pared frontal de la vagina (el llamado el punto G). |
Clítoris y orgasmo
Aunque el clítoris no guarda relación alguna con la
reproducción propiamente dicha, lo que provoca en la mayor parte de los casos
el orgasmo femenino es su estimulación. Como es una zona que no es contactada directamente
por el pene durante la copulación, no interviene en el proceso de la
inseminación propiamente dicho.
Ahora bien, recuerde que tanto el pene como el clítoris son
órganos eréctiles. Junto con su parte visible –el glande–, el clítoris
incluye tejido eréctil. Este tejido se llena de sangre al excitarse y se
extiende hasta 10 cm, lo que lo hace más grande que un pene no excitado. Esto
es importante porque, una vez excitados, los “bulbos” clitorianos se extienden
hasta tocar la vagina y la uretra. El placer viaja.
Lo que caracteriza al orgasmo femenino son una serie de
contracciones rítmicas en la zona perineal, de la vagina y del útero. Estimuladas
por los bulbos clitorianos, tales contracciones tienen una función absorbente
del esperma cuyo papel es constituir un
mecanismo de retención del esperma en el interior del tracto sexual
femenino.