El 14 de febrero, los enamorados intercambiarán regalos, flores, bombones y quién sabe qué más en nombre de San Valentín. Pero como sucede con tantas otras festividades en la raíz del día de los enamorados hay una hermosa ficción. San Valentín no fue ni amante ni patrón del amor, pero sí se ha convertido en un excelente agente comercial.
El día de San Valentín está colocado en el calendario de
manera estratégica, de manera de que nadie tenga excusa para dejar de comprar
tras la Navidad, el día de Reyes y antes de los Carnavales y de Semana Santa. Hoy
en día, las tiendas de todo el mundo occidental decoran sus escaparates con
corazones y carteles que proclaman el Día del Amor.
Como ha ocurrido con tantas cosas, desde la Coca-Cola a la
hamburguesa, pasando por la compresa,
los westerns,
el kétchup,
las french
fries, Halloween
o las
flores de Pascua, San Valentin procede del mundo anglosajón extendió a todo
el mundo por el imparable impulso comercial de Estados Unidos.
Orígenes de San Valentín
El Día de San Valentín se originó como una fiesta litúrgica
para conmemorar la decapitación de un mártir cristiano, que quizás fueron dos. Esta
es la breve historia de cómo se pasó de una decapitación a la celebración del día
del amor.
Las fuentes antiguas revelan que hubo tres “san valentines”
que supuestamente murieron el 14 de febrero. Dos de ellos fueron ejecutados
durante el reinado del emperador
romano Claudio Gótico en 269-270 dC, en una época en que era habitual la
persecución de los cristianos. Lo sabemos (hasta dónde pueden saberse con
certeza estas cosas, que es muy poca) porque una orden de monjes belgas que
como no tenían ni tele, ni fútbol, ni internet, ni nada mejor que hacer se pasaron
tres siglos recopilando pruebas de la vida de los santos tomadas de manuscritos
de todo el mundo conocido.
Eran los llamados bollandistas en honor
a Jean Bolland, un jesuita
que a partir de 1643 comenzó a publicar los enormes volúmenes del "Acta Sanctorum" o "Vidas
de los santos". Los bollandistas desempolvaron la información sobre
cada santo del calendario litúrgico e imprimieron los textos ordenados según el
día de la fiesta del santo.
El volumen que abarca el 14 de febrero contiene las
historias de un puñado de "Valentini", incluidos los tres primeros que
murieron en el siglo III. Se dice que el primer Valentinus murió en África,
junto con 24 soldados. Por desgracia, incluso los bolandistas no pudieron
encontrar más información sobre él. Como comprobaron los monjes, a veces todo
lo que los santos dejan tras de sí es un nombre
y el día en que murieron.
Sobre los otros dos valentines se sabe un poco más. Según
una leyenda medieval tardía reimpresa en el Acta, cuya historia fue imaginativamente
refrendada por los bollandistas, un sacerdote romano llamado Valentinus fue
arrestado durante el reinado del emperador Claudio Gótico y puesto al servicio
de un aristócrata llamado Asterius.
Según cuenta la historia, Asterius cometió el error de dejar
hablar al predicador que era todo un piquito de oro. El padre Valentinus habló
una y otra vez sobre Cristo hasta lograr sacar a los paganos de las tinieblas y
guiarlos hacia la luz de la verdad y la salvación. Asterius hizo un trato con
Valentinus: si el cristiano podía curar la ceguera de su hija adoptiva, se
convertiría al cristianismo.
Si la ciega
Santa Lucía no le hubiera ganado con todo merecimiento el honor, lo que sucedió
hubiera hecho a Valentinus merecedor del título de patrón de los oftalmólogos. Nuestro
Valentín puso sus manos sobre los ojos de la niña y entonó:
«Señor Jesucristo, ilumina a tu
sierva, porque tú eres Dios, la Luz Verdadera».
Tan fácil como eso. La niña recuperó la vista al instante, siempre
según la leyenda medieval. Asterius y toda su familia se bautizaron. Mala
decisión: cuando el emperador Gótico lo supo, ordenó que todos fueran
ejecutados, aunque al final Valentinus, que debía ser un poco pagafantas, fue
el único en ser decapitado. No acaba aquí la cosa: una piadosa
viuda recogió su cuerpo y lo enterró en el lugar de su martirio en la Via
Flaminia, la antigua calzada que se extiende desde Roma hasta la actual Rímini.
Posteriormente se construyó una capilla sobre los restos del santo.
El segundo putativo San Valentín del siglo III fue obispo de
Terni en la provincia de Umbría, Italia. Según una leyenda igualmente dudosa,
el obispo se metió en una situación como la de su camarada de santoral: debatió
con un converso potencial y luego curó a su hijo. El resto de la historia
también se parece como un huevo a otro: también fue decapitado por orden del
emperador Gótico y su cuerpo fue enterrado en una cuneta de la Via Flaminia.
Como sugirieron los ilustres bolandistas en un alarde de infinita
lucidez, es más que probable que en realidad no existieran dos valentines
decapitados, sino que pudiera tratarse más bien de dos versiones diferentes de
la misma leyenda surgida una en Roma y la otra en Terni. Ahí lo dejo.
No obstante, fuera africano, romano o terniano, ninguno de los valentines parece haber sido un romántico. A pesar de eso, algunas leyendas medievales recogidas en medios modernos, colocan a San Valentín celebrando enlaces matrimoniales cristianos o, haciendo de alcahuete, pasando notas entre amantes cristianos encarcelados por Gótico.
Otras leyendas más subidas de tono dicen
que tenía amoríos con la niña ciega a quien supuestamente sanó. Sin embargo,
ninguno de esas leyendas medievales se sustentaba en la historia del siglo III,
como señalaron los lúcidos bolandistas que rápidamente salieron al quite de un
santo convertido en presunto corruptor de menores y potencial patrón del
estupro.
En cualquier caso, la veracidad histórica no contaba mucho
entre los cristianos medievales. Lo que les importaba eran las historias de
milagros y martirios y las reliquias del santo. Eso explica que muchas iglesias
y monasterios diferentes de la Europa medieval afirmaran tener fragmentos
del cráneo de San Valentín entre sus tesoros.
Es dudoso que haya fragmentos craneales, porque la iglesia romana
de Santa Maria in Cosmedin jura y perjura que posee el cráneo entero. Según los
bolandistas, otras iglesias de toda Europa también afirman poseer pedacitos de
uno u otro cuerpo de San Valentín: sin ir más lejos, la iglesia de San Antón en
Madrid.
Hornacina con el supuesto cráneo de San Valentín que se expone en la iglesia Santa María in Cosmedi, en Roma. |
Para los creyentes, las reliquias de los mártires
significaban que los santos continuaban con su presencia invisible entre las
comunidades de cristianos piadosos. En la Bretaña del siglo XI, por ejemplo, un
obispo usó
lo que supuestamente era la cabeza de San Valentín para detener incendios,
prevenir epidemias y curar todo tipo de enfermedades, incluida la posesión
demoníaca.
Sea como fuese, hasta donde sabemos, los huesos del santo no
hicieron nada especial por y para los enamorados. La conexión amorosa de San
Valentín probablemente apareció más de mil años después de la muerte de los
mártires, cuando Geoffrey Chaucer, autor de Los cuentos de Canterbury, proclamó
la fiesta de febrero de San Valentín como la celebración del apareamiento de las
aves.
En su obra The Parlament of Foules (El Parlamento
de las aves), Chaucer encadena una serie de versos uno de los cuales
comienza así:
«Porque es el día de San Valentín,
cuando cada pájaro viene a escoger a su pareja».
Pronto, la nobleza europea comenzó a enviar notas de amor
durante la temporada de apareamiento de las aves. Por ejemplo, el duque francés
de Orleans, que pasó algunos años prisionero en la Torre de Londres, le
escribió a su esposa en febrero de 1415 que “estaba enfermo de amor” y la llamaba
su "muy dulce Valentina". El público inglés abrazó la idea del
apareamiento en febrero. En el Hamlet de Shakespeare (acto 4, escena 5)
la enamorada Ofelia habla de sí misma como la Valentina del taciturno príncipe
de Dinamarca.
En los siglos siguientes, los ingleses comenzaron a usar el
14 de febrero como excusa para escribir versos a sus amadas. La
industrialización lo hizo más fácil con tarjetas ilustradas producidas en masa
adornadas con edulcoradas poesías zalameras. Luego llegaron Cadbury, Hershey's
y otros fabricantes de chocolate que comercializaron
bombones para la persona amada en el Día de San Valentín.
Los comerciantes llenan sus estantes con dulces, joyas y bisutería relacionadas con Cupido (otro día les contaré que Cupido no pinta nada en este valentinesco asunto) que piden "Sé mi Valentín". Como en el resto del mundo, en España, el olfato comercial impuso el día.
A principios del mes de febrero de ese mismo año, la prensa
nacional ya publicaba anuncios en los que los grandes almacenes alentaban a la
gente a celebrar el día de San Valentín. La iniciativa tuvo tanto éxito que,
actualmente, cada vez son más los lugares que se unen a esta famosa
celebración. Por lo que parece, no se puede luchar contra el amor (y menos aún
contra las ganas de consumir).