Quizás debería haber escrito excrementos, deposición, deyección, heces, estiércol, detrito, residuos, inmundicias, porquerías, mierda, boñiga, o caca, pero cagada es una palabra más rotunda y, además, su raíz etimológica es muy antigua y, más o menos modificada, aparece en otros idiomas. Empezaré con la etimología y luego seguiré con la etología.
La palabra “cagar” tiene una raíz indoeuropea de más de 5.000 años de antigüedad. Casi todas las lenguas romances conocidas tienen una palabra emparentada con ese verbo y todas ellas derivan del verbo latino cacāre, “defecar”, a su vez derivado del sustantivo caca “excremento”.
Esa palabra no es exclusiva del latín y está documentada en la mayor parte de ramas derivadas del antiguo protoindoeuropeo, la protolengua hipotéticamente reconstruida que habría dado origen a las lenguas indoeuropeas.
En griego clásico encontramos κάκκη kákkē “excremento”, en antiguo irlandés tenemos cacc, en bretón kac'h y en galés cach, a partir de las cuales podemos reconstruir el protocéltico “kakkā”. En lituano y letón tenemos kaka, y en ruso tenemos ка́ка.
También en lenguas que nos resultan más extrañas hay vocablos relacionados: en armenio clásico tenemos քակոր kʿakor y en albanés moderno kakë. De todas esas formas cabe deducir que en el protoindoeuropeo existió la raíz “kak(k)” con el mismo significado que según consideran los filólogos debía usarse hacia el 3500 a.C.; aunque es posible que se remonte a una forma más antigua, pero ya difícil de rastrear.
Y ahora pasemos la etología, la disciplina que analiza el comportamiento de los seres vivos. El comportamiento de animales y plantas, en muchos casos condicionado por el sexo, o más exactamente, por el imparable impulso de la reproducción, es un tema fascinante que los amables seguidores de este blog habrán podido leer en artículos como estos: 1,
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6 y muchos más.
Reproducirse plantea a veces problemas que las plantas han resuelto como mejor han podido. Veremos hoy el caso de Ceratocaryum argenteum, una planta africana que pertenece a una familia exótica para nosotros, las restionáceas, que como pueden ver en las fotografías guardan fuertes similitudes anatómicas y morfológicas con juncos y cereales. Para C. argenteum reproducirse no es tarea fácil y para diseminarse con éxito sus semillas se hacen pasar por excrementos con el único propósito garantizar la existencia de la nueva generación.
Esta planta sudafricana necesita enterrar sus semillas para poder germinar y lo consigue utilizando un mecanismo único y muy original. La planta produce unas grandes semillas marrones y redondas que son muy parecidas al estiércol de algunos antílopes. Confundidos por su aspecto, pero sobre todo por un intenso aroma a estiércol (que es similar porque el excremento y las semillas comparten una serie de sustancias químicas) los escarabajos peloteros coprófagos Epirinus flagellatus las llevan rodando antes de enterrarlas en el suelo para comerlas tranquilamente más tarde o colocar en ellas sus huevos de los que emergerán larvas también coprófagas que tienen la suerte de nacer en medio de una nutritiva despensa.
Como las semillas son duras y no ofrecen recompensa a los escarabajos, cuando estos se percatan del engaño dejan a la semilla enterrada y continúan con su rutina. Si no fuera por la ayuda del escarabajo, la reproducción de C. argenteum se vería seriamente afectada, porque como sus semillas germinan solo después de que el terreno sufra uno de los incendios recurrentes del fynbos surafricano, de no quedar enterradas estarían expuestas a los efectos dañinos del sol y otros factores como los roedores a los que comer semillas nutritivas les encanta. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.