El 6 de octubre de 1818 un niño de nueve años ayudaba a su
padre, Thomas, un colono del valle del Ohio, a cortar tablas para construir un
tosco ataúd. Colocaron en su interior el cuerpo de la madre del niño, fallecida
la víspera. La enterraron en la colina al sur de la granja familiar. Thomas
siguió la costumbre de los pioneros, colocó piedras a la cabecera y al pie de
la tumba y grabó las iniciales, NHL, en la cruz de madera. NHL, Nancy HanksLincoln, madre del décimosexto presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln,
murió a causa de una extraña enfermedad.
Después de conseguir la independencia en 1783, miles de
flamantes estadounidenses como Daniel Boone y Thomas Lincoln cruzaron los
Alleghanies en Kentucky y se establecieron como colonos a lo largo de la cuenca
alta del río Ohio. Cuando inundaron la frontera del Medio Oeste fueron azotados
por una enfermedad nueva y mortal. Era desconocida en la poblada costa
Este y en cualquier otra parte del mundo.
Los colonos se vieron obligados a adivinar su causa e
intentar tratarla sin tener experiencia previa ni los conocimientos de la
investigación clínica moderna. La patología de la enfermedad y el
descubrimiento de un tratamiento eficaz tuvieron que esperar hasta el avance de
la bioquímica en el siglo XX.
Para entonces, la que sería conocida como “enfermedad de la
leche” casi había desaparecido y hoy prácticamente ha caído en el olvido.
En 1810, el médico y escritor Daniel Drake escribió un
extenso ensayo sobre Cincinnati y su entorno. Los “valles interiores de
Norteamérica”, como los llamó Drake, estaban poblados por colonos que cruzaron
las montañas para empeñarse en una vida ardua y precaria. Las principales
enfermedades a las que se enfrentaron eran las comunes en la época: malaria,
disentería, cólera, fiebre tifoidea, infecciones estreptocócicas, viruela y
neumonía.
Eran males comunes en la costa Este, colonizada casi
doscientos años antes. Los primeros colonos europeos que se asentaron en Nueva
Inglaterra poseían conocimientos sobre los síntomas y los tratamientos
relativamente eficaces de la medicina popular para cada una de esas
enfermedades, conocidas en Europa desde hacía siglos.
A principios del siglo XIX la medicina popular era más
medieval que moderna: los tratamientos propugnados por el médico griego Galeno
todavía estaban vivos en los “valles interiores” de Drake. Sangrías, purgas y
una antigua farmacopea basada en los humores hipocráticos eran la norma que
aplicaban barberos y curanderos.
Los colonos solamente sabían que el mal que los diezmaba era
impredecible, intratable y sumamente letal. Mató a centenares, aterrorizó a
miles y provocó crisis económicas locales. Se abandonaron aldeas y granjas; el
ganado murió; familias enteras fueron sus desdichadas víctimas. Huir de la
nueva peste se hizo una práctica común. Henry Basome se mudó tres veces huyendo
de la enfermedad, pero sucumbió antes de poder hacer una cuarta mudanza.
Años más tarde, la enfermedad casi desapareció sin que se
hubiera emprendido ninguna acción sanitaria especial, al menos ninguna dirigida
a su erradicación. Su desaparición fue una consecuencia del progreso de la
civilización del Medio Oeste y de los avances agropecuarios.
En un apéndice de su ensayo, Daniel Drake incluyó un informe
de 1809 de un tal doctor Barbee de Virginia, que había visitado el suroeste de
Ohio y descrito allí una enfermedad nueva, con una sintomatología clínica de
debilidad, espasmos y dolores musculares, vómitos, estreñimiento severo,
aliento desagradable, desfallecimiento generalizado, coma y muerte.
Barbee observó síntomas similares en vacas, caballos, ovejas
y perros. Los agricultores llamaban a la enfermedad “tembladeras” porque sus
animales domésticos se debilitaban y tiritaban al menor esfuerzo. Los temblores
aparecían cuando los animales pastaban o las crías mamaban y parecía cebarse en
los valles y piedemontes cubiertos de robledales, especialmente en el condado
de Champaign, Ohio, de donde había intentado escapar, sin éxito, el desdichado
Basome.
Un “malestar estomacal” por culpa de la leche
Drake y Barbee fueron los primeros en describir una
enfermedad que parecía endémica, a la que se denominó primero sick stomach
(malestar estomacal), puking illness (enfermedad del vómito), y más tarde slows
(enlentecimiento). Por entonces, nadie la relacionaba con la leche.
En 1811, el Cincinnati Liberty Hail publicó un artículo en
el que relacionaba el “malestar estomacal” con la leche de las vacas que
pastaban sueltas en los bosques y proponía que se examinara el estómago de los
animales muertos por los “temblores” para conocer qué planta podría haber sido
responsable de su envenenamiento.
Missouri History Museum |
Entre los muertos estaban los tíos de Nancy, y luego la
propia Nancy Lincoln.
Es muy probable que la familia Lincoln no supiera qué los
había matado, porque el rastro de la enfermedad no empezó a aclararse hasta que
la doctora Anna Pierce Hobbs Bixby identificó la planta en la década de 1830.
En la década de 1870, Dennis Hanks, primo de Nancy que había vivido en la
cabaña de los Lincoln durante años, confirmó que los Lincoln fueron víctimas dela enfermedad de la leche.
También recordaba que la familia se fue de Indiana a
Illinois para escapar de una epidemia que amenazaba con acabar con todos. Esa
fue la causa de que el primer cargo político de Abraham Lincoln, nacido en
Kentucky, fuera el de senador por Illinois (1847-1849).
Se encuentra al culpable
Durante la primera mitad del siglo XIX numerosas publicaciones describieron la enfermedad y el nombre sick stomach evolucionó a
enfermedad de la leche, porque para entonces ya se relacionaban la lactancia de
potros, corderos y terneros y el consumo humano de productos lácteos con la
aparición de los síntomas.
Pero pasaría un siglo y medio hasta que científicos y
médicos dieran con las causas: la enfermedad de la leche es una intoxicación
causada por el tremetol, un alcohol que se encuentra en Ageratina altissima,
una planta endémica de la cuenca atlántica de Norteamérica, donde es conocida
como white snakeroot (raíz de la serpiente blanca).
Entre tres y diez días después de ingerir alimentos (leche,
mantequilla, queso o carne) procedentes de animales infectados, el tremetol
comienza a producir sus efectos tóxicos: la inhibición de la citrato sintasa,
una enzima que cataliza el primer paso en el ciclo del ácido cítrico o ciclo deKrebs, el complejo proceso metabólico que produce energía en forma de ATP.
Inhibida la enzima, los pacientes afectados acumulan
sustancias ácidas que normalmente se metabolizan para obtener energía. El
exceso de ácido produce una acidosis semejante a la cetoacidosis diabética, una
complicación grave de la diabetes mellitus que ocurre cuando el organismo
produce niveles elevados de cetonas.
Por eso, por la acidez, uno de los síntomas más
característicos de la enfermedad era un olor fétido en el aliento del paciente,
a veces tan intenso que podía detectarse al entrar en una cabaña (los médicos
descubrirían mucho más tarde que el olor lo producía la acetona). Los
tratamientos eran variados y de amplio espectro, pero ninguno era específico ni
eficaz. La purga intestinal con calomelanos, la sedación con opio y alcohol y
la sangría eran tratamientos comunes.
Los que no morían rápidamente se recuperaban, aunque
lentamente, y muchos quedaban discapacitados de por vida por un debilitamiento
generalizado.
W & E Rech |
Publicado originalmente en The Conversation el 19 de enero de 2022.