Inflorescencia florida de la yaca, Artocarpus heterophyllus |
Dicen que la yaca puede ser el próximo gran sustituto de la
carne. Para imponerse entre hípsters y foodies parte con ventaja:
tiene un nombre vernáculo rotundamente exótico, que se torna en erótico si se
usa el nombre inglés: “jackfruit”. Nutritiva, abundante y con mucha pulpa
carnosa, esta fruta, un alimento básico en la India, está listo para hacerse
popular entre los consumidores con mentalidad ecológica y hambrientos de novedades.
Durante años, la yaca (Artocarpus heterophyllus),
originaria de la India y perteneciente a la familia de las moráceas, que
incluye al árbol del pan, a los higos y a las moras, ha sido popular entre los
veganos que utilizan la fruta verde en platos como tacos, enchiladas y
bocadillos acompañados con curry indios como el ghassi.
En los últimos años, la cosa ha ido a más y decenas de artículos la han promocionado
como una nueva
alternativa a la carne.
Algunas webs culinarias populares en el mundo anglosajón,
como Bon
Appetit y Epicurious,
han publicado recetas suculentas que destacan la textura carnosa de la ruta. Hacerse
un hueco en el mercado de las alternativas a la carne no es ninguna tontería. Según
datos publicados por el proyecto europeo Smart Protein, el valor
de mercado de las carnes vegetales en España ha aumentado un 31% en los
últimos dos años y alcanza actualmente los 448 millones de euros. En ese mismo
período, el valor del mercado español basado en plantas aumentó un 48%.
Pese a la creciente oferta, los consumidores quieren más. Ssegún
la encuesta
de consumidores de alternativas vegetales realizada por la organización ProVeg,
el 29% de las personas flexitarianas
encuestadas quieren ver más carne vegetal en los supermercados. Esto se traduce
en grandes oportunidades de negocio, ya que se prevé que el mercado mundial de
las alternativas vegetales a la carne crezca a una tasa anual
de alrededor del 15%, alcanzando casi los 28.000 millones de dólares en
2025. Si comparamos estas cifras con la previsión de crecimiento para el
mercado del producto animal, el incremento es mucho más modesto, de tan solo un
3% anual en ese periodo, según la consultora Kearney.
¿Pero consumir yaca es algo nuevo? La larga trayectoria del
consumo de yaca ofrece una respuesta contundente: no. La yaca no es nueva en el
sur de Asia y las regiones circundantes, donde ha sido un alimento de importancia
cultural durante siglos. La yaca tampoco es nueva en Occidente. Más bien tiene
una historia larga y algo tenebrosa: los imperialistas británicos usaban la
yaca como un medio para proporcionar alimento barato y nutritivo a los
trabajadores esclavizados y coaccionados de todo su imperio.
Venta de yaca en una carretera de Camboya
Artocarpus heterophyllus, la yaca, presenta unos
frutos extraordinariamente grandes que pueden alcanzar los 40 kilos, lo que lo
convierte en el fruto más voluminoso producido por un árbol. Un viajero
del siglo XIV comparó el tamaño de la yaca con «el de un cordero o el de un
niño de tres años». El interior de la yaca, cuando no está maduro, tiene
almidón. Cuando está maduro, presenta un olor penetrante que no agrada a todo
el mundo y tiene un sabor intenso dulce, parecido al de la piña tropical.
Según un
artículo científico de 1980, la yaca es originaria de la región situada al
pie de los Ghats occidentales de la península india, de donde se supone que se
ha extendido a otros países tropicales. De hecho, el botánico suizo del siglo
XIX Augustin Pyramus de Candolle escribió
que «la
especie se ha cultivado durante mucho tiempo en el sur de Asia, desde el Punjab
hasta China, desde el Himalaya hasta las Molucas».
Además, un estudio científico reciente
ha descubierto que «Varias partes del árbol de yaca, incluyendo frutas, hojas
y cortezas, se han utilizado ampliamente en la medicina tradicional debido a
sus efectos anticancerígenos, antimicrobianos, antifúngicos, antiinflamatorios,
cicatrizantes e hipoglucémicos». Y mucho antes de que se convirtiera
en un fenómeno vegano global, la yaca también se usaba como sustituto de la
carne en el sur de Asia: la palabra bengalí para su fruto a menudo se traduce como
"cordero
de árbol".
Cuando los europeos llegaron al sur de Asia, muchos
comenzaron a comer yaca y a ensalzar sus virtudes. En Coloquios dos simples
e drogas y cousas medicinaes da Indiaobra, una obra del siglo XVI del
médico portugués García da Orta, refiriéndose a la yaca el autor le dice a un
colega imaginario: «Te has estado comiendo las castañas [las semillas] que hay
dentro y dijiste que asadas sabían a castañas; y ahora puedes comer las
cáscaras [arilos] que las
cubren, que son amarillas y tienen un sabor agradable».
Los imperialistas británicos se obsesionaron con usar la
enorme fruta como alimento… para otros. En Expansión colonial del
imperialismo verde, islas tropicales paradisíacas y los orígenes del
ambientalismo 1600-1800, el historiador Richard Grove detalla cómo a
finales del siglo XVIII William Roxburgh, botánico de la Compañía de las Indias
Orientales, introdujo la yaca en los jardines botánicos del sur de la India y
abogó por su plantación en Ceilán, dadas las hambrunas recurrentes de la
región, que, como han narrado
algunos artículos académicos, fueron provocadas por las deficientes
políticas británicas de distribución de alimentos.
Colonizadores británicos como Roxburgh abogaron por la
difusión del árbol del pan (Artocarpus communis) en todo el mundo para
evitar la hambruna y proporcionar provisiones baratas para las poblaciones
esclavizadas. Ese trasiego se ha hecho famoso gracias, entre otras cosas, al Bounty,
un carguero que transportaba plantones de árboles del pan entre Tahití y el Caribe,
cuyo célebre motín fue llevado al cine con el título Rebelión a bordo; un
amotinamiento que fue todo su acontecimiento en su época no ya por le revuelta
en sí, sino por el asombroso viaje de cuatro mil millas que, después de ser
abandonados en alta mar, realizaron el capitán de La Bounty William Blight
y sus leales en un bote y con sólo un sextante y un reloj, hasta llegar a
tierras civilizadas, una singladura que Blight consiguió sin perder un solo
hombre.
Obsesionado por el fracaso de su misión en el Bounty
para llevar árboles del pan como comida para los esclavos de las Antillas,
Bligh volvió a Tahití a bordo del Providence y descargó con éxito un “bosque
flotante” de 1.200 árboles en Port Royal, Jamaica, en 1793. De camino, recaló
en Australia y realizó una interesante comida: fue el primer hombre conocido
en cenar equidna, uno de los animales más extravagantes de Australia.
Aunque muchas personas conocen hoy esos y otros los famosos
viajes para trasplantar árboles del pan al Caribe, mucho menos conocidos son los
intentos de trasplantar la yaca. El botánico y multimillonario inglés Joseph
Banks (1743-1820) intentó
introducirla, junto con el árbol del pan, trasladándola desde los mares del
Sur hasta las Indias Occidentales para reducir la dependencia de las
importaciones estadounidenses de trigo y arroz destinadas a alimentar a sus
esclavos. En
una carta que Banks escribió en 1787, se refirió a la yaca como «una
fruta muy valiosa, que proporciona abundante alimento en una variedad de recetas
diseñadas para adaptarse a sus diferentes grados de madurez».
Transplante de árboles del pan desde Otaheite. Óleo de Thomas Gosse 1796 |
En el siglo XVIII, una vez aclimatada, la yaca se asimiló a recetas
caribeñas. El Curtis`
Botanical detalla cómo el árbol de yaca «parece naturalizado [allí],
particularmente en la isla de San Vicente". Un espécimen de San Vicente
también fue llevado a los Jardines Botánicos de Edimburgo, donde supuestamente
floreció en 1827.
Pero, aunque la yaca sigue siendo popular en las rutas
gastronómicas del Caribe y del sur de Asia, nunca arraigó en las Islas Británicas,
a pesar de su aclimatación en los jardines botánicos. Quizás esto se deba a la
dificultad de cultivarla en el clima frío de las islas, pero también a los perjuicios
coloniales sobre el aroma, ya que muchos europeos describieron
el de esta fruta y la del durión (Durio zibethinus) como un «olor
ofensivo" y "muy desagradable».
Aunque los occidentales lo consideremos una novedad, el uso
de la yaca con fines culinarios ni es nuevo en Asia donde es un alimento
ancestral, ni tampoco en Occidente, porque la fruta jugó un papel importante en
el aprovisionamiento colonial británico. Como tantas otras “innovaciones” de la
postmodernidad, una vez más se confirma aquel axioma de Nietzsche que definía
la historia universal como el «eterno retorno de lo mismo».