El progreso Americano, obra alegórica de John Gast (1872, Biblioteca del Congreso de EE UU), que refleja la idea del Destino manifiesto y el avance por esas supuestas tierras salvajes del Oeste. |
En julio de 1893, coincidiendo con la Exposición Mundial de Chicago y cuando la crisis de aquella primavera evolucionaba hacia la depresión, el historiador Frederick Jackson Turner presentó su hipótesis de la «frontera» en un ensayo de apenas treinta páginas titulado El significado de la frontera en la historia americana, que presentó ante el Congreso de Historiadores Estadounidenses. Turner supo ver la gravedad de la crisis y darle una explicación con dimensiones históricas. En resumen, para Turner lo que había moldeado la identidad política, social y económica de Estados Unidos había sido la abundancia de tierra libre en el oeste; con el cierre de la frontera que Turner deducía del censo de 1890, no sólo se agravó la crisis económica, sino que Estados Unidos dejó de ser un país excepcional.
Una frontera, dice el diccionario, es el
territorio que marca los confines de un estado. Pero, ¿qué ocurre cuando los
confines” del estado no están definidos? En ese caso, una "frontera" podría
definirse como una región en el borde de un área asentada. La frontera
estadounidense comenzó con los primeros días del asentamiento europeo en la
costa atlántica y los ríos orientales. Desde el principio, la "frontera"
se consideró el borde occidental de la colonización. Sin embargo, este no fue
siempre el caso, ya que los patrones de expansión hacia el oeste de ingleses,
franceses y holandeses fueron bastante diferentes. Los españoles no necesitaron
expandirse hacia el oeste sencillamente porque su expansión, acompañada de la
fundación de misiones y presidios que fueron constituyéndose en incipientes
núcleos urbanos, tuvo lugar al oeste del
Misisipí.
En los comienzos de la colonización, los
ingleses construyeron asentamientos compactos y no avanzaron demasiado hacia el
oeste. Por su parte, los holandeses establecieron aldeas permanentes y puestos
comerciales en el valle del río Hudson, pero tampoco avanzaron hacia el oeste.
Miles de franceses emigraron a Canadá y los comerciantes de pieles franceses se
expandieron ampliamente a través de los Grandes Lagos y de las cuencas del Misisipí
y sus tributarios hasta las Montañas Rocosas; sin embargo, rara vez
construyeron asentamientos.
Durante el siglo XVII, la frontera avanzó
aguas arriba de los valles de los ríos atlánticos mientras que las regiones de la
plataforma continental y los piedemontes del este de los Apalaches se convirtieron
en las áreas pobladas. En la primera mitad del siglo XVIII, hubo otro avance.
Los tramperos y los comerciantes siguieron a los indios delawares y shaunis
hasta el río Ohio a finales del primer cuarto de siglo. El gobernador
Spotswood, de Virginia, realizó una expedición en 1714 a través de las Blue
Ridge. El final del primer cuarto de siglo vio el avance de los
escoceses-irlandeses y los palatinos alemanes hasta el valle de Shenandoah en
la parte occidental de Virginia, y de la región piamontesa de las Carolinas. En
Nueva York, los alemanes empujaron la frontera hasta aguas arriba del río
Mohawk hasta German Flats. En Pensilvania, la ciudad de Bedford marcaba la
línea de asentamiento.
Las guerras francesas e indias de la
década de 1760 concluyeron con una victoria absoluta para los británicos, que se
apropiaron del territorio colonial francés al oeste de los Apalaches hasta el
río Misisipí. Los colonos comenzaron a moverse a través de los Apalaches por
Ohio Country y el valle del río New. La Corona intentó detener el avance mediante
su proclamación de 1763, que prohibía los asentamientos más allá de las cabeceras
de los ríos que desembocan en el Atlántico; sin embargo, la proclamación fue en
vano. Desde el principio, el Este temía el resultado de un avance no regulado
de la frontera y trató de controlarlo y guiarlo, pero nunca logró detener el
flujo de esperanzados colonos que se dirigían hacia el oeste.
Washington Crossing the Delaware óleo de Emanuel Leutze (1851) |
Después de la victoria de los colonos en la Revolución Americana y la firma del Tratado de París en 1783, Estados Unidos obtuvo el control de las tierras británicas al oeste de los Apalaches. Por aquel entonces, miles de colonos como Daniel Boone cruzaron los Alleghanies en Kentucky y Tennessee, y se establecieron a lo largo de la cuenca alta del río Ohio. Algunas áreas, como el Distrito Militar de Virginia y la Reserva Occidental de Connecticut, ambas en Ohio, fueron utilizadas por los estados para recompensar a los veteranos de la guerra. Cómo incluir formalmente estas nuevas áreas fronterizas en la joven Nación fue un tema importante en el Congreso Continental de la década de 1780 y fue parcialmente resuelto por la Ordenanza del Noroeste en 1787.
Cuando se realizó el primer censo en
1790, el área asentada estaba delimitada por una línea que corría cerca de la
costa de Maine e incluía Nueva Inglaterra, excepto una parte de Vermont y New
Hampshire; por Nueva York, a lo largo del río Hudson y aguas arriba del Mohawk
hasta Schenectady; por el este y sur de Pennsylvania, Virginia, a través del
valle de Shenandoah, y las Carolinas y el este de Georgia. Más allá de esta
región de asentamientos continuos se encontraban las pequeñas áreas pobladas de
Kentucky y Tennessee, y el río Ohio, con las montañas que los separaban del
área atlántica. Su aislamiento fue el motivo de que la región empezara a llamarse
"Oeste": el concepto de Frontera Occidental comenzó su andadura.
Durante el siguiente siglo, la expansión
hacia el oeste aumentaría tras la compra de Luisiana en 1803 y la posterior expedición
de Lewis y Clark. Hacia 1820, el área poblada ya incluía Ohio, el sur de
Indiana e Illinois, el sureste de Misuri y aproximadamente la mitad de
Luisiana. Con frecuencia, estas áreas pobladas rodeaban las tierras indias, cuya
posesión reclamaban los colonos, lo que más tarde desembocaría en la Ley de
Deportación de 1830. La región fronteriza de la época se extendía a lo largo de
los Grandes Lagos, donde la Compañía Peletera Americana de John Jacob Astor
operaba el comercio indígena, y más allá del río Misisipí, donde los
comerciantes extendían sus trueques con los indios hasta las Montañas Rocosas.
La creciente navegación a vapor por las
aguas occidentales, la apertura del canal Erie en 1825 y la extensión hacia el
oeste del cultivo del algodón agregaron cinco estados fronterizos a la Unión.
Mientras tanto, el Gobierno Federal continuaba expandiendo la nación. En 1845,
se anexionó Texas y en 1846, el Tratado de Oregón puso fin a las reclamaciones
británicas sobre el Territorio de Oregón. En 1848, después de la guerra entre
México y los Estados Unidos, México cedió gran parte del oeste y el sudoeste a
los Estados Unidos. La gigantesca “cesión” incluyó los territorios
noroccidentales del virreinato de la Nueva España que rápidamente se
convertirían en los estados de California, Nevada, Utah, partes de Arizona,
Colorado, Nuevo México y Wyoming; en 1853 la Venta de La Mesilla (conocida como
Gadsden Purchase en Estados Unidos) hizo que los Estados Unidos se hicieran con
una región de 76.845 km² del actual sur de Arizona y el suroeste de Nuevo México
al sur del Río Gila y al oeste del Río Bravo. Estos nuevos territorios
atrajeron a cientos de miles de colonos.
A mediados de 1800, la línea de la
frontera estaba marcada por el límite oriental del Territorio Indio, hoy
Oklahoma, Nebraska y Kansas. Minnesota y Wisconsin todavía mostraban características
fronterizas, pero la frontera real estaba en California, donde los
descubrimientos de oro habían enviado una oleada repentina de mineros
aventureros, en Oregón, y en los asentamientos de Utah.
De la misma forma que la frontera había
saltado sobre los Alleghanies, en esos momentos se saltaba las Grandes Llanuras
y las Montañas Rocosas; y del mismo modo que el avance de los hombres de la
frontera más allá de los Alleghanies había planteado problemas importantes de
transporte y modernización, en aquellos momentos los colonos más allá de las
Montañas Rocosas reclamaban infraestructuras de comunicación con el Este.
Mientras tanto, la cuestión de si la
frontera de Kansas se convertiría en "esclavista" o en "estado
libre" fue una de las muchas chispas que alimentaron la Guerra de Secesión.
A pesar del esfuerzo bélico, la nación continuó avanzando hacia el oeste. En
general, antes de 1860 los demócratas del norte promovían la propiedad de la tierra
y los demócratas del sur se resistían porque hacerlo favorecía el crecimiento
de una población de agricultores libres que podrían oponerse a la esclavitud.
Cuando el partido Republicano llegó al
poder en 1860 promovió una política de tierras libre, plasmada sobre todo con
la Ley de Asentamientos Rurales (Homestead Act) promulgada por el
presidente Abraham Lincoln el 20 de mayo de 1862. La ley concedía la
titularidad de 65 hectáreas de tierra federal a quienes la cultivaran durante
cinco años. Cualquiera que nunca hubiese tomado las armas contra el Gobierno de
los Estados Unidos, incluyendo los esclavos liberados, podían presentar una
solicitud de reivindicación de esa concesión de tierras federales. A la llegada
de los colonos también contribuyó la política de concesiones ferroviarias de
tierras que abrieron terrenos baratos para los colonos. El primer ferrocarril
transcontinental se construyó entre 1863 y 1869: por primera vez, la red
ferroviaria del Este se unió con la costa Oeste.
Durante esos años, el ejército estadounidense
libró una serie de guerras indias en Minnesota, Dakota y en otros lugares occidentales
a medida que la marea de colonos avanzaba por toda la nación inundando las
tierras indias. En 1880, el área poblada había sido empujada hacia el norte de
Michigan, Wisconsin y Minnesota, a lo largo de los ríos Dakota, y hacia la región
de Black Hills, y continuaba ascendiendo por los ríos de Kansas y Nebraska.
El desarrollo de las minas en Colorado
había creado asentamientos fronterizos aislados en esa región, y Montana e
Idaho comenzaban a recibir colonos. En ese momento, la frontera real estaba en
estos campamentos mineros y en los ranchos de las Grandes Llanuras. Sin
embargo, en tan solo veinticinco años, la frontera del Lejano Oeste había sido colonizada.
Durante esos años, tres millones de familias de origen europeo fundaron granjas
en las Grandes Llanuras.
En 1890, bajo la Presidencia de Benjamin
Harrison, Robert P. Porter, el superintendente del censo, informó que los
asentamientos del Oeste estaban tan dispersos que ya no se podía decir que hubiera
una línea fronteriza. Esa breve declaración oficial marcó el cierre de un gran
movimiento histórico. A cuatro siglos del descubrimiento de América, después de
cien años de vida constitucional, la frontera había desaparecido. Como canta el himno patriótico America the beautiful, la joven nación que había nacido apenas un siglo
antes se extendía por fin desde el Atlántico al Pacífico, de
«mar a mar brillante». © Manuel Peinado
Lorca. @mpeinadolorca.