Magicicada septendecim |
En el siglo XVII, los colonos pioneros de Massachusetts vieron por primera vez gigantescas nubes de cigarras que parecían surgidas de la nada. La aparición repentina de tantos insectos les recordó las plagas bíblicas de langostas, y de ahí que el nombre "langosta" se asociara incorrectamente con las cigarras norteamericanas.
Durante el siglo XIX, algunos entomólogos
estadounidenses descubrieron la asombrosa biología de unas cigarras a las que
llamaron “periódicas”. Se dieron cuenta de que, a diferencia de las langostas y
de los saltamontes, las cigarras no devoran hojas, no arrasan los cultivos ni
vuelan en enjambres multitudinarios.
Como escribí en el artículo
anterior, la vida de las cigarras periódicas no es envidiable. Para evitar a sus
depredadores potenciales, que son muchos, han desarrollado una estrategia de
supervivencia que consiste en permanecer enterrados entre trece y diecisiete
años, para luego emerger por miríadas permitiendo que, aunque sus predadores se
sacien, sobrevivan millones de individuos alados que apenas vivirán unas semanas,
tiempo más que suficiente para reproducirse.
«La naturaleza es un campo de
batalla», escribió Darwin. La naturaleza puede ser cruel, extremadamente cruel.
Las cigarras norteamericanas lo saben bien. Su elaborada estrategia que
funciona con la mayoría de los depredadores “convencionales”, no impide que
sucumban con una muerte horrible después de haber sido manipuladas por un hongo
que las convierte en zombis y las obliga a practicar unos escalofriantes
simulacros de apareamiento en los que los cuerpos momificados de los insectos,
desprovistos de sus genitales por el ataque del hongo, dispersan con gran
eficacia las esporas del parásito.
Muchos parásitos de animales,
incluidos virus, nematomorfos, protistas y hongos, modulan el comportamiento de
sus huéspedes para favorecer la transmisión de la plaga. Cada parásito posee
rasgos adaptativos que maximizan la dispersión de sus esporas. Un ejemplo
extendido entre los hongos entomopatógenos es el comportamiento de “transmisión
activa al hospedante” (TAH). Los hongos entomopatógenos matan rutinariamente a
sus huéspedes antes de liberar esporas infecciosas, pero las especies TAH mantienen
vivos a los insectos mientras el hongo produce sus esporas, lo que permite una
dispersión rápida y generalizada antes de la muerte del parasitado.
Los entomoftorales
(Zoopagomycota) se cuentan entre los grupos de hongos más importantes que
atacan hasta la muerte a artrópodos (insectos y no insectos) e incluyen todas
las especies conocidas con comportamiento TAH. Massospora, y otro género
estrechamente relacionado, Strongwellsea, son los únicos en los que el
TAH es la única forma conocida de modificación del comportamiento.
Los espectáculos de terror que
implica la difusión de las esporas del hongo Massospora cicadina
aparecen en libros especializados desde 1879, cuando en el informe anual del
Museo de Historia de Natural de Nueva York se describió por primera vez. Poco a
poco se han acumulado detalles de cómo se infestan los insectos y de cómo, una
vez infestados, transmiten las esporas de su infectante mediante unas cópulas
desenfrenadas y estériles para ellos, pero esenciales para que el parásito
complete su ciclo de vida.
Magicicada septemdecim mostrando un tapón de conidios de Massospora en el extremo del abdomen. |
Cuando las ninfas de las
cigarras sexualmente maduras se preparan para emerger después de pasar diecisiete
años bajo tierra las esporas latentes del hongo, los conidios, se fijan sobre
su exoesqueleto. Se supone que el cuerpo de la cigarra emite unas sustancias
químicas hasta ahora desconocidas que actúan sobre las esporas, recordándoles
que es hora de despertar y germinar. Ese es el conocido como estadio I, que
afecta aproximadamente a un 5 % de las cigarras estadounidenses.
Las que soportan este estadio
pueden considerarse unas cigarras afortunadas, porque su infección se limitará
a servir como transporte de las esporas del hongo adheridas a su exoesqueleto.
Pero esa no es la única forma que tiene el patógeno de moverse de un sitio a
otro. En unas cuantas cigarras la infección va a mayores cuando las esporas se
fijan en el abdomen, tanto de los machos como de las hembras.
Enseguida, los machos comienzan
a comportarse anormalmente. Además de los comportamientos normales de
apareamiento, los machos comienzan a agitar las alas tal y como hacen las
hembras. Este comportamiento femenino atrae otros machos que intentarán
aparearse con ellos, en una cópula inane de la que salen cargados con las
esporas del hongo. Los despechados y sexualmente enardecidos machos van en
busca de hembras verdaderas. Se aparean y les transmiten los conidios que
ellas, a su vez, transmitirán a los machos no afectados que intenten
fecundarlas.
Figura. A y C, cigarras infectadas con Massospora. B y D, morfología de las esporas asociadas a las respectivas infecciones. (A) De izquierda a derecha: cigarra periódica Magicicada septendecim infectada por Massospora cicadina; cigarra de Say (Okanagana rimosa) infectada por Massospora levispora, y cigarra Platypedia putnami infectada por Massospora platypediae en los tres casos con unos llamativos "tapones" conidiales que emergen del extremo posterior del abdomen de la cigarra; (B) primer plano de los conidios (esporas del hongo) de cada una de las tres especies de Massospora; (C) sección transversal posterior del abdomen que muestra una infección interna por esporas en reposo; y (D) primer plano de las esporas en reposo de cada una de los tres Massospora. Fuente. |
Esta traca final hace que se
desprendan los ya enmohecidos órganos sexuales de la cigarra, lo que no evita
que siga aleteando frenéticamente intentando aparearse antes de quedar
totalmente momificada.
M. cicadina utiliza un
par de compuestos químicos que modifican el comportamiento de las cigarras
hasta convertirlas en enloquecidos zombis sexuales. Tras analizar la bioquímica
de mil compuestos químicos presentes en poblaciones infestadas, el equipo
encontró un alcaloide típico de plantas y una sustancia química psicoactiva que
se encuentra en hongos alucinógenos,
El alcaloide derivado de las
plantas es la catinona, un compuesto similar a la efedrina, el precursor
bioquímico de las anfetaminas. Esto resulta especialmente interesante porque
este podría ser el primer ejemplo de una catinona producida dentro de un
organismo que no sea una planta. En cuanto al alucinógeno, se trata de
psilocibina, el compuesto psicodélico en los hongos
mágicos mexicanos.
El enigma es ahora saber cómo
las cigarras incorporan esas sustancias a su metabolismo, porque las enzimas
responsables de la síntesis de ambos estimulantes cerebrales no aparecen en el
análisis bioquímico de los insectos atacados. Es posible que hayan evolucionado
en los hongos para mantener bajos los apetitos alimenticios de sus hospedantes
y así provocar que estos se concentren en satisfacer las apetencias sexuales
mediante una prolongada orgía que solamente sirve para propagar la plaga.