Las puntas de cada una de las
varas son grupos de pequeñas ramas por desarrollar empaquetadas como un
telescopio sin extender que contienen todo el potencial de crecimiento de una
temporada. El agricultor acaba con el optimismo esperanzador del turión cercenándolo
antes de que pueda realizar el sueño de convertirse en una planta adulta. Una
vez cortadas, las varas conservan su potencialidad de crecimiento durante algún
tiempo a medida que van endureciéndose hasta que se cocinan o digieren.
En 1753, el naturalista sueco
Carlos Linneo puso el nombre de Asparagus a un grupo de
especies (técnicamente un género) un tanto diferentes entre sí pero que tenían
algo en común: podían reproducirse de forma
vegetativa, es decir, sin necesidad de reproducción sexual.
La forma más conocida de
reproducción vegetativa quizás sean los esquejes, trozos de tallos o
de hojas que, clavados en la tierra, son capaces de generar un nuevo individuo
completo. Linneo decidió llamarlas con el nombre genérico de Asparagus
que proviene del griego: “a” como partícula negativa y "spairs"
semilla, aludiendo a que se pueden multiplicar vegetativamente.
Cuando Linneo describió el
género apenas se conocían unas cuantas especies. Hoy hay reconocidas unas
cuatrocientas, lo que significa un conjunto extraordinariamente diverso que,
desde el punto de vista gastronómico, se reduce a los conocidos espárragos
común (A. officinalis) y triguero (A. acutifolius). El primero es
el que se comercializa; los que gustan del espinoso y rústico segundo, deben
buscarlo en campo abierto.
Uno y otro, como todos sus
congéneres, son plantas perennes que sobreviven gracias a unos tallos
subterráneos, los rizomas. Llegada
la época de crecimiento primaveral, el rizoma (un tallo que por hábito y
aspecto parece una raíz), que ha pasado el invierno aletargado, despierta y produce
verdaderas raíces que profundizan en la tierra anclando la planta y extrayendo
agua y nutrientes del suelo. En dirección contraria, hacia el cielo, produce
unos brotes que se alargan en búsqueda de la luz. Son los turiones, cuya punta está
un tanto endurecida para actuar como un taladro romo que disgrega el suelo y
abre camino al crecimiento “telescópico” del turión.
Dispuestas en espiral y repartidas a lo largo del turión hay unas pequeñas hojitas escamosas triangulares (técnicamente brácteas), las únicas hojas verdaderas de las esparragueras. Si se observa el extremo de la vara cuando haya alcanzado algo más de un palmo de altura, debajo de las hojas escamosas pueden verse los brotes de las ramas en desarrollo: la punta de una vara de espárragos en crecimiento es la parte del tallo que se ramificará (si no se cosecha).
Los espárragos blancos son exactamente
lo mismo que los espárragos verdes. Lo que cambia es el cultivo: los
agricultores apilan tierra sobre las varas en crecimiento para que no queden
expuestos a la luz solar y no desarrollen clorofila y se cortan a mano mientras
aún están bajo tierra.
Cómo influye la anatomía del
tallo en la cocina
La preparación culinaria de los espárragos
verdes siempre plantea dudas. ¿Cuál es la diferencia entre varas gruesas y delgadas?
¿Deben quitarse las hojas triangulares? ¿Debería pelarse todo? Punto primero: las
varas emergen del suelo tan gruesas o delgadas como serán al final. No se engrosan
a medida que envejecen; se vuelven más gruesas conforme crecen los rizomas
subterráneos perennes. Básicamente, cuanto más grueso y robusto sea el rizoma
durante el invierno, más gruesos serán los tallos verticales cosechados en primavera.
En cuanto a las pequeñas hojas
triangulares, a gusto del consumidor: hay a quienes le molestan y las cortan;
otros, en cambio, tienen tragaderas menos sensibles. Muchos cocineros
profesionales recomiendan pelar todo el tallo, especialmente cuando las varas
son gordas. Ahora bien, quitar la piel no elimina el problema de la fibrosidad:
si la varas que tiene entre manos son fibrosas, la piel (técnicamente la
epidermis y una pequeña capa o capas de células subepidérmicas del clorénquima y del esclerénquima) no
es el problema, más bien es una pequeña parte del problema.
Eso se debe a que el espárrago
es una monocotiledónea:
pertenece al mismo árbol genealógico que lirios, cereales, bananas, cebollas,
ajos y orquídeas. Una característica diagnóstica de este grupo es la
disposición de sus haces vasculares, los cuales, en una comparación elemental
que los lectores amables me perdonarán, son como las cañerías de un edificio.
Un grupo de cañerías constituyen el xilema, por el que el agua y los nutrientes
suben desde el suelo hasta las hojas. En las hojas se fotosintetiza y el
resultado final es un jugo rico en azúcares, la savia elaborada, que desde las
hojas se distribuye por toda la planta a través de los tubos del floema.
En las monocotiledóneas, los haces
vasculares o venas están esparcidos por todo el tallo en lugar de estar
dispuestos en un anillo justo debajo de la piel como ocurre en las
dicotiledóneas (algo que resulta muy visible en los anillos de crecimiento de los
árboles). Esto es muy fácil de ver en un espárrago cuyo extremo se ha secado
como muestro en la fotografía. Las venas permanecen rígidas mientras que el
resto del tejido se contrae, dejando las puntas de aquellas sobresaliendo un
poco. Esos haces vasculares contienen tanto células vivas blandas (el floema) como
células con paredes gruesas y rígidas (los vasos del xilema).
Cuando una vara es muy joven, hay
pocos vasos y sus paredes no son muy gruesas, pero durante el desarrollo normal
las paredes de los vasos acumulan lignina cada vez más dura. La lignina es un
componente importante de la madera que no podemos digerir. Masticarla tampoco
es tan fácil. Las hebras de los espárragos que se meten entre los dientes están
algo lignificadas. El grosor de las paredes del xilema y su contenido de
lignina es mayor en la base de la vara, y por eso vale la pena cortar el
extremo basal de los espárragos y usarlos para hacer caldo.
Justo debajo de la delicada piel
del espárrago y del clorénquima verde subayacente hay una capa de células de
paredes gruesas que forman el esclerénquima y que, con el tiempo, también absorben
lignina. Pelar los espárragos elimina esta capa y puede reducir un poco la
dureza, incluso si permanecen los haces vasculares fibrosos. La vaina del
esclerénquima sirve como refuerzo para soportar el brote mucho más alto y
pesado en el caso de que la vara llegara a crecer.
Al carecer de las hojas
fotosintéticas adecuadas, los espárragos producen azúcar en el clorénquima
subepidérmico de los tallos. En muchas especies de Asparagus, las ramas
se aplanan o se hacen cilíndricas y se parecen a las hojas. Las ramas (y los
tallos) con forma de hojas se denominan cladodios. Los
espárragos comestibles (A. officinalis) tienen cladodios cilíndricos muy
delgados. En los espárragos trigueros (A. acutifolius), los cladodios
son rígidos y espinosos (acutifolios).
Los cladodios inmaduros se
pueden ver entre las escamas poco espaciadas del extremo de una vara. Las hojas
escamosas que recubren la parte inferior de ese extremo ocultan solo
parcialmente lo que se convertiría en una estructura ramificada comparable a un
nuevo tallo con sus ramas. Si se dejan crecer, esas ramas darían flores: como
los espárragos comestibles son dioicos, unas varas desarrolladas acabarían por
dar flores masculinas y otras las darían femeninas que acabarían por producir
frutos.
Me resisto a decir por qué los espárragos cambian el olor de la orina. Un subproducto de la digestión de los espárragos es el metanotiol, un gas sulfuroso (CH3SH). Es un gas incoloro con un olor pútrido muy característico. Se encuentra en la sangre, en el cerebro y en las heces de los animales, además de en algunos tejidos vegetales. También se presenta de forma natural en algunos alimentos, como en algunas nueces y en el queso. Es uno de los compuestos químicos responsables del mal aliento y del olor de las flatulencias.
A algunas personas toleran el
olor, otras lo odian y otras dicen que no lo huelen en absoluto, es decir,
presentan anosmia
frente al metanotiol. Hace unos años, unos genetistas investigaron el
rastro genético de la anosmia a los espárragos. Encontraron una región de
ADN en el cromosoma 1 humano que contiene varios genes para los receptores
olfativos y está significativamente asociada con la capacidad de oler la orina
de los espárragos.
Los rizomas y la raíz del
espárrago se han usado en medicina tradicional para tratar infecciones de orina
además de infecciones de piedras en el riñón y la vejiga. También se dice que
los espárragos tienen propiedades afrodisíacas. No se lo crea: esas supuestas
virtudes venéreas obedecen a la forma fálica de los turiones y a que nunca falta
alguien que esté pensando siempre en lo mismo. ©Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.