La viborera es un miembro de la familia de las borrajas y, aunque se ha expandido por todo el mundo, es una planta originalmente nativa de la mayor parte de Europa y Asia. Pero provenga de donde provenga, la biología reproductiva de esta especie es interesante.
La viborera
produce sus flores en espigas. Las flores comienzan con un tono rosa que cambia
gradualmente a azul a medida que maduran. Son flores hermafroditas, lo que
quiere decir que en su interior hay tanto piezas masculinas (los estambres
portadores de polen) y femeninas (los ovarios, que contienen los óvulos y
rematan en estigmas situados en el extremo de largos estilos).
Como las
partes masculinas y femeninas están muy cercanas, la viborera corre el peligro
de que sus óvulos sean fecundados por su propio polen, es decir que se produzca
endogamia, lo que, a larga, como es bien sabido, perjudica a las poblaciones.
Para evitarlo, las flores maduran sus porciones masculinas el primer día y las
femeninas el segundo día. Esto se conoce como "protandria"(del griego
protos, primero, y andros, masculino).
Las flores
masculinas deben ofrecer atractivo a los potenciales polinizadores para aumentar
el número de visitantes. Las abejas son los principales polinizadores de la viborera
y cuantas más abejas la visiten, más polen se podrá distribuir. A diferencia de
las flores femeninas que, como veremos, tienen otras obligaciones, las flores masculinas
son generosas a la hora de producir néctar: producen más néctar que las flores
femeninas para atraer más abejas.
Flores azules comunes en los campos españoles. 1, Anchusa azurea; 2, Borago officinalis; 3, Cichorium intybus; 4, Echium vulgare. 4, Centaurea cyanus; 6, Linum narbonense. |
A medida que los
estambres envejecen y dan paso a los estilos receptivos, es decir, la flor
comienza a madurar como esencialmente femenina, las cosas comienzan a cambiar. Convertida
en hembra, la planta ahora tiene que redirigir los recursos a la producción de
semillas. Para cuidar a la próxima generación, los recursos lo son todo. La
planta produce considerablemente menos néctar, pero las abejas no pueden
saberlo sin visitarla así que siguen acudiendo hasta ellas arrastrando el polen
sobre sus cuerpecillos.
El otro
aspecto interesante de la biología reproductiva tiene que ver con el tamaño de
la población. Las abejas son conocidas porque eligen a las plantas que son más
numerosas. Esto tiene mucho sentido. ¿Por qué dedicar tiempo a buscar plantas
poco comunes cuando pueden buscar objetivos más fáciles y numerosos? Eso puede
ser muy perjudicial para la supervivencia de especies raras. Sin embargo,
plantas como la viborera no tienen ese problema.
Cuando se observan poblaciones grandes y pequeñas de viboreras, se ha comprobado que el éxito de la polinización prácticamente se iguala sin importar el número de ejemplares que vivan en un área determinada. Las poblaciones grandes reciben muchas más visitas de las abejas, pero las abejas dedican menos tiempo a cada flor. Cuando las poblaciones son pequeñas, las flores reciben menos visitas, pero las abejas pasan más tiempo en cada flor. Como resultado, no hay diferencia significativa en la capacidad global reproductiva de ninguna de las poblaciones.
Teniendo en
cuenta la eficiencia reproductiva de esta planta, no es de extrañar que le haya
ido tan bien fuera de su área de distribución original y haya colonizado
tierras de todo el mundo. Agrega a esto su capacidad para crecer en algunas de
las peores condiciones de suelo, y no hace falta que insista en que cuando la viborera
conquista una nueva plaza, llega para quedarse. © Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.