Este mes se han cumplido cien años de la toma de posesión del que es considerado uno de los peores presidentes de Estados Unidos. Su lema electoral fue «América primero». ¿Les suena? ¿Estados Unidos en 2020? ¿Estamos hablando de Donald Trump? No, son los Estados Unidos en 1921. No, no es Trump; es Warren Gamaliel Harding, el vigésimo noveno ocupante de la Casa Blanca y el sexto en morir durante su mandato.
Entre Casper y Buffalo, Wyoming, con las montañas Bighorn levantándose
como una muralla en el horizonte, la interestatal 25 surca la pradera como un
tajo de asfalto negro y recto, sin más curvas que las que rodean algunas
colinas cubiertas de hierba alta en las que medran, temerosos, pequeños grupos
de antílopes. Al rebasar Antílope Hills surge a la derecha la carretera local
259. Hoy, esta estrecha vía cumple la condición que, según Robert M. Pirsig, deben cumplir las buenas carreteras: comunicar ningún sitio con
ningún lugar.
Hasta que fueron abandonados en la segunda mitad del siglo pasado, la
259 daba servicio a los pozos de petróleo del Teapot Oil Field. La geología del
antiguo yacimiento petrolífero es muy diferente de la pradera que cubre las
llanuras: campos de rocas que parecen montones de escoria en los que a duras
penas prosperan pinos ponderosas y sabinas, componen un paisaje marciano en el
que destaca un promontorio entre ceniciento y blanquecino que, a lo lejos y a
la luz del amanecer, recuerda vagamente la forma de una tetera (Teapot).
La roca que dio nombre al Teapot Dome. El tubo y el asa han desaparecido por la erosión, pero son visibles en fotografías históricas. Foto de Stephanie Joyce. |
La trama urdida en torno al campo petrolífero Teapot ha sido históricamente considerada como uno de los puntos culminantes de la corrupción de un gabinete presidencial y el peor de los escándalos, que fueron muchos, de los apenas dos años de la presidencia de Harding.
En el 1625 de K Street, Washington DC, se abría el portal de
una casa de aire victoriano, la “Casita Verde”, en la que el presidente Harding
y sus secuaces de la “Pandilla de Ohio” se reunían para urdir las mangancias,
triles y trapisondas que marcaron su presidencia. El escándalo del Teapot Dome
se preparó en esa casita de la que hoy no queda ni rastro, ni siquiera una
placa histórica a la que tan aficionados son los americanos, empeñados en
mandar al olvido la que el Chicago Tribune describió como uno de «los símbolos
de la desgracia de una nación».
La casita verde del 1625 de K Street |
En las elecciones presidenciales de 1920 la camarilla republicana decidió presentar a un candidato marioneta al que pudieran manejar a su antojo. No encontraron nadie mejor que al senador por Ohio Warren Gamaliel Harding, cuya candidatura no tuvo problemas para arrasar a la demócrata encabezada por James M. Cox, quien se presentó acompañado por un joven que daría mucho que hablar: Franklin Delano Roosevelt.
Harding ganó las elecciones con un programa muy simple, pero
tremendamente efectivo a los ojos de los estadounidenses, que se centraba en el
sentimiento aislacionista y nacionalista que sacudía al país después de su
participación en la Primera Guerra Mundial. Sin otro bagaje que haber sido
editor de un periódico local de la América profunda que utilizó para obtener un
escaño en el Senado, Harding tenía muchas limitaciones, algo que demostró muy
pronto cuando comprobó que cualquier tema complejo le desbordaba. En una famosa
anécdota que contó su biógrafo Charles L. Mee, una vez se dirigió a un asesor
de la Casa Blanca y admitió: «No soy apto para este trabajo y nunca debería
haber estado aquí».
Para la trastienda de su Administración, Harding reservó los
puestos claves a sus compinches de la Pandilla de Ohio, que compartían su misma
afición por el póker, el güisqui, el lujo y los burdeles. Sus constantes
tropelías condujeron al Gobierno estadounidense a una de sus mayores crisis de
identidad y de transparencia, y dañaron seriamente la imagen de toda la clase
política del país a medida que los atónitos ojos de los ciudadanos fueron
descubriendo todas las corruptelas y desmanes de los políticos de Ohio
instalados en Washington.
El escándalo más sensacional fue el Teapot Dome. Después de
la Primera Guerra Mundial, el departamento de Marina impulsó un programa de
transformación de los motores de sus naves desde el carbón al fueloil., que la
convertiría en el mayor consumidor de petróleo del país. Una canonjía
irresistible para Harding y sus compinches.
Para asegurarse de que la Marina dispusiera siempre de
suficiente combustible, la Administración de William Howard Taft había
designado varios campos petrolíferos como reservas navales. Harding se dispuso
a buscar compañías petroleras que explotaran las reservas, lo que representaba
un suculento negocio. Procedía, claro está, una subasta para adjudicar los
contratos al mejor postor. Pero una cosa es el procedimiento legal y otra la
oportunidad de llenarse los bolsillos. Como siempre, el plan se urdió en la
Casita Verde.
En 1921, el presidente Harding emitió una orden ejecutiva
que transfirió el control de los campos Teapot Dome, Wyoming, y Elk Hills,
California, desde el departamento de Marina, controlado por los militares, al
del Interior, convertido en el patio de Monipodio, cuyo responsable era un
destacado miembro del clan de Ohio, Albert Fall. En 1922 se transfirió el
control. Fall tardó meses en hacer una de las suyas.
El secretario de Interior, Albert Fall, en 1923 |
En abril de 1922, un empresario petrolero de Wyoming denunció que, mediante un acuerdo secreto, Interior había entregado los derechos de producción en Teapot Dome a la poderosa Sinclair Oil Corporation. El 15 de abril, el Senado abrió una investigación, que sería presidida por el senador Robert M. La Follette. Pronto se descubrió que Albert Fall también había entregado a dedo la explotación de la reserva Elk Hills a Pan American Petroleum. Al principio, La Follette, republicano como Harding, creía que su correligionario Fall era inocente. Sin embargo, sus sospechas se desataron después de que, en el mejor estilo precursor del Watergate, su despacho del Senado fue saqueado para hurtarle los expedientes.
En 1923 se supo que de la noche a la mañana Albert Fall,
cuyo sueldo era de 12.000 dólares anuales, había empezado a vivir fastuosamente
en su rancho de Nuevo México. La investigación demostró que los términos de los
contratos habían sido extraordinariamente favorables para los petroleros,
quienes, agradecidos, habían convertido a Fall en un potentado. Como anticipo,
en noviembre de 1921 ya había cobrado un soborno de 100.000 dólares (unos 1,4
millones de hoy). Luego, cuando los contratos se adjudicaron definitivamente,
recibió un total de 400.000 dólares (unos 5,67 millones al cambio actual).
El demócrata Thomas J. Walsh, el senador más joven de la
minoría demócrata, lideró una prolija investigación. Durante dos años, Walsh
avanzaba mientras que Fall retrocedía, intentando cubrir sus huellas a medida
que la investigación avanzaba. Los documentos relacionados con la concesión
desaparecían misteriosamente. Fall había logrado que los contratos parecieran
legales porque, por razones estratégicas, la Ley de Concesiones Mineras de 1920
permitía que el Gobierno hiciera concesiones directas.
En 1927, el Tribunal Supremo, después de sentenciar que los
arrendamientos petroleros se habían concedido de manera corrupta, los invalidó.
Ambas reservas fueron devueltas a la Marina y Albert B. Fall tuvo el dudoso
honor de convertirse en el primer miembro de un Gobierno estadounidense
condenado a prisión.
En el verano de 1923, cuando el escándalo estaba en su
apogeo, Harding estaba sometido a un tremendo estrés. Él y su esposa se
embarcaron en una gira por el oeste para alejarse de los escándalos de su
Administración. Después de una gira por Alaska, el matrimonio regresaba en
barco a California cuando el presidente enfermó. Se instaló en una habitación
de un hotel de San Francisco, en la que murió repentinamente el 2 de agosto,
muy probablemente de un derrame cerebral.
El cortejo fúnebre de Harding sale de la Casa Blanca |
Una muerte a tiempo es una victoria. El cuerpo de Harding regresó a Washington en loor de multitudes. Así se escribe la historia.
Originalmente publicada en El Obrero, 28 de marzo de 2021.