Magnolia tamaulipana. Foto de Ignacio Rodríguez. |
Algunas flores de magnolia tienen calentadores incorporados.
Hace algún tiempo escribí dos
artículos en este mismo blog (1,
2)
en los que me ocupé de la estrategia desarrollada por unas plantas cuyas
inflorescencias eran capaces de producir calor para atraer a moscas y lagartijas.
Varios representantes de la familia aráceas han desarrollado una estrategia
termorreguladora consistente en aumentar la temperatura interna de sus flores
con objeto de atraer a sus polinizadores.
Aunque las campeonas
indiscutibles de la termogénesis botánica sean las aráceas, no son las únicas
plantas que han desarrollado la capacidad de producir calor. Para algunas no
está totalmente definido por qué lo hacen, pero los medios por los cuales generan
calor son absolutamente fascinantes. Ese es el caso de algunas magnolias, que
desde hace días exponen sus hermosas flores en los jardines de toda España.
Hay muchas razones para que te
gusten las magnolias y la termogénesis floral puede que sea desde ahora una de
ellas. Aunque se necesita mucha más investigación para comprender los
mecanismos involucrados en la generación de calor en estos árboles, la
investigación realizada hasta ahora (1, 2,
3,
4, 5)
sugiere que todo se centra en la polinización.
Las magnolias, unos árboles que
prácticamente todo el mundo reconoce, son uno de los grupos de plantas
ornamentales más populares y su simbolismo a lo largo de la historia de la
humanidad es muy interesante. Pero me gustaría contarles algo acerca de lo
especiales que son las magnolias. En un artículo
anterior, escribí que las vistosas flores de las magnolias son diferentes
de la mayoría de las flores que conocemos.
Unas flores tan vistosas sirven
para llamar la atención de los polinizadores. Las magnolias se polinizan por
insectos, es decir, son entomófilas. Todo polinizador exige una recompensa por
hacer su trabajo, y esa recompensa es normalmente néctar. Pero, por grandes que
sean, las flores de las magnolias carecen de nectarios, así que muy raramente
verá a las abejas de la miel revoloteando cerca de esas enormes flores.
Sencillamente no les interesan. Lo que sí verá son coleópteros, es decir,
escarabajos, porque estos insectos acorazados no liban néctar, y no pueden
hacerlo porque carecen de trompa chupadora y en su lugar poseen unas mandíbulas
poderosas. Los escarabajos son palinófagos, es decir, comen polen, y para ellos
una flor de magnolia es un auténtico festín.
Las magnolias, como el resto de
los representantes de la familia magnoliáceas, son uno de los linajes
más antiguos de las plantas con flores; las magnolias fosilizan bien, así
que tenemos evidencias más que suficientes de su existencia hace 95 millones de
años.
Las abejas de la miel aparecieron
sobre la faz de la Tierra hace 50 y 87 millones de años respectivamente, es
decir, millones de años después de que lo hicieran las magnolias y los
escarabajos. La aparición de las angiospermas más antiguas fue en el Cretácico,
un período durante el cual las abejas melíferas no revoloteaban por allí,
sencillamente porque no existían. En cambio, los escarabajos comedores de polen
ya estaban representados por un nutrido grupo de familias altamente especializadas
en el aprovechamiento de las flores.
En conclusión, las magnolias
evolucionaron antes de que hubiera abejas. Por eso, su estructura floral tan
característica obedece a que estas plantas ancestrales no han coevolucionado
con otros grupos de insectos polinizadores como las mariposas o las abejas. Las
magnolias tenían ya quienes les transportaran eficazmente el polen y no
necesitaron a las abejas para reproducirse.
Que los escarabajos palinófagos
sean los carteros de las magnolias explica algunas cosas más. En primer lugar,
la abundancia de estambres y la gran producción de polen es una estrategia cara
(a las plantas les cuesta mucho fabricar granos de polen a base de proteínas y
grasas) pero que les compensa porque, por voraces que sean los escarabajos,
siempre se llevarán polen sobrante sobre sus armaduras. En segundo lugar, los
carpelos están endurecidos para evitar los daños provocados por las mandíbulas
de los coleópteros que, poco discriminatorios a la hora de zampar, no dudarían
en devorar los nutritivos óvulos que encierran y con ello impedirían que se
formaran las semillas.
Como los escarabajos se sienten
atraídos por el polen y solamente por el polen, las flores maduran de una
manera que asegure la polinización cruzada evitando así la peligrosa endogamia.
En las magnolias las piezas masculinas –los estambres- maduran primero y
ofrecen generosamente el polen. Las partes femeninas de la flor –los carpelos-
maduran después. No producen ninguna recompensa para los escarabajos, pero se
aprovechan del insaciable apetito de los insectos haciendo que sus carpelos
imiten a las partes masculinas, asegurándose de que los escarabajos se
despisten algún tiempo explorando las flores y dejando sobre los carpelos los
granos adheridos en sus exoesqueletos.
Magnolia sprengeri. Kew Botanical Gardens |
Debido a que no hay recompensas
por visitar una flor de magnolia durante su fase femenina, la evolución ha
proporcionado a algunas especies un truco interesante. Aquí es donde entra en
juego el calor. Aunque varía de una especie a otra, las magnolias termogénicas
producen combinaciones de aceites perfumados que varias especies de escarabajos
encuentran irresistibles y que son capaces de distinguir entre todos los aromas
tentadores que ofrece un bosque.
Al observar el desarrollo floral
en especies como Magnolia sprengeri, los investigadores han descubierto
que a medida que las flores se calientan, los aceites perfumados producidos por
la flor comienzan a volatilizarse. Al hacerlo, el aroma se dispersa en un área
mucho mayor de lo que estaría sin calor.
La producción de calor en las
flores de magnolia no parece ser constante. Las flores experimentan ráfagas
periódicas de calor que pueden hacer que alcancen temperaturas de hasta 5 °C
más cálidas que la temperatura ambiente. Estos picos en la producción de calor
coinciden con la receptividad de los órganos masculinos y femeninos. Además,
solo la mitad del proceso se considera una "señal honesta" para los
escarabajos.
Durante la fase masculina, los
escarabajos encontrarán mucho polen para comer. Sin embargo, durante la fase
femenina, el olor hace que se acerquen a pesar de que no encontrarán recompensa
alguna. Esto ha llevado a la conclusión de que la fase femenina no recompensadora
(o deshonesta, al menos desde el punto de vista de un escarabajo) de la flor está
esencialmente imitando la fase masculina recompensadora para garantizar cierta
polinización cruzada sin desperdiciar energía en recompensas adicionales.
El momento de la producción de
calor también cambia según la especie de escarabajo y sus hábitos de
alimentación. Para especies como M. sprengeri, que es polinizada por
escarabajos que están activos durante el día, la producción de calor y olor
solo ocurre cuando sale el sol. En cambio, en especies como M. tamaulipana,
cuyos escarabajos polinizadores son nocturnos, la producción de calor y olor
solo ocurre por la noche.
Los investigadores piensan que
el clima estacional también juega un papel, lo que sugiere que el calor en sí
mismo puede ser su propia forma de recompensa de los polinizadores en algunas
especies. Muchas de las magnolias termogénicas florecen a principios de la
primavera cuando las temperaturas son relativamente bajas. Es probable que,
además del polen, los escarabajos también estén buscando un lugar calentito
para descansar.
Personalmente, me ha sorprendido
saber cuántas especies diferentes de magnolias son capaces de producir calor en
sus flores. Todavía tenemos mucho que aprender sobre este proceso, pero los
avances en la investigación de la biología floral y de la ecología de la
polinización demuestran que incluso los géneros que nos resultan más familiares
pueden deparar muchas sorpresas para aquellos lo suficientemente curiosos como
para buscarlos.