Cráneo del Museo de Copenhague que sirvió al profesor Reinhardt para relacionar filogenéticamente al dodo con las palomas |
Era
endémico de las Mascareñas,
un grupo de remotas islas volcánicas del sudoeste del Índico situadas a más de
800 km al este de Madagascar, la gran masa terrestre más cercana. Los
comerciantes árabes probablemente descubrieron las islas Mascareñas en el siglo
XIII, seguidos por los portugueses a principios del siglo XVI, pero unos ni
otros se asentaron allí.
En
cualquier caso, a los primeros marinos que atracaron en las islas no debió
pasarles desapercibido un pájaro de aproximadamente un metro de altura que rondaba
los 10 kilos, carecía de alas y se movía torpemente luciendo un pico muy largo, de
aproximadamente de 23 centímetros, y con una punta en forma de garfio que
probablemente le permitía descortezar los cocos.
Cuando
en 1598 los holandeses se hicieron con la mayor de las islas Mascareñas, Mauricio,
el archipiélago se utilizó como puerto de escala para el aprovisionamiento de
barcos durante el siglo siguiente y los cuadernos de bitácora de los barcos y
los diarios de algunos navegantes curiosos registraron referencias vagas a la
fauna y flora nativas, incluido el dodo.
Como
a finales del XVII los estragos causados por el hombre y los animales
domésticos habían alterado por completo los ecosistemas insulares, estos
primeros apuntes son enormemente valiosos para reconstruir la composición
ecológica original. Gracias a ellos sabemos que durante los primeros cien años
de ocupación humana el dodo se extinguió.
Las
deducciones hechas a partir de los pocos relatos de dodos en Mauricio sugieren
que desaparecieron con la presión cada vez mayor de humanos y animales domésticos.
La caza probablemente estaba restringida a las costas y era muy escasa debido a
la pequeña población humana; por lo tanto, es casi seguro que la competencia y la
depredación por animales introducidos, como ratas, monos, cerdos, cabras y
ciervos, fueron responsables de la desaparición del dodo. El último ejemplar
fue visto por última
vez en 1662, aunque existe un avistamiento por parte de un esclavo cimarrón
en 1674, y se cree que debió
de existir hasta 1690.
Aunque
todavía es un tema de debate, los dodos pudieron haber sobrevivido hasta al
menos 1690, pero probablemente habían dejado de reproducirse mucho antes, con
los últimos supervivientes envejecidos resguardados en unos pocos lugares
remotos.
Apuntes de dodos vivos y recién sacrificados procedentes del diario del navío Gelderland que pasó por Mauricio 1601. Atribuidos a Joris Laerle. Archivos del Museo Nacional de Copenhague. |
Las bitácoras y los diarios náuticos se convirtieron en una fuente importante de información para artistas y editores de libros, y fueron estas publicaciones, ampliadas e ilustradas mucho después del viaje, las que se han convertido en el material para el estudio científico. Pero con frecuencia esos relatos e ilustraciones son plagios retocados de fuentes anteriores o simplemente creaciones más imaginativas que reales y han dado lugar a una gran cantidad de mitos científicos y conceptos erróneos sobre el dodo, que incluyen su descripción como un pájaro torpe y gordo, lo que probablemente se deba a que los viejos dibujos retrataban ejemplares cautivos que habían sido cebados.
Algunos
estudiosos han postulado que cada imagen de un dodo representa a un individuo
diferente y, de ello cabría deducir que al menos 17 ejemplares de dodo debieron
transportarse a Europa y al Lejano Oriente. Sin embargo, la
evidencia documental sugiere que tan solo dos o tres dodos viajaron vivos hasta
Europa y un número similar sobrevivió al viaje hacia el este, hasta Japón.
Un
espécimen, el único dodo que sin duda alguna llegó vivo a Europa, fue exhibido
en una tienda londinense en 1638. Este ejemplar pudo haber sido el
que terminó en el Ashmolean Museum (ahora University Museum), de Oxford. En
1755, después de comprobar que el ejemplar disecado se estaba desintegrando víctima
de polillas y escarabajos, los conservadores pudieron salvar solo la
cabeza y una pata, deshaciéndose del resto (Véase la foto adjunta).
La
publicación de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas de
Lewis Carroll en 1865 concedió un reconocimiento mundial al dodo y coincidió
con el descubrimiento ese mismo año de huesos semifosilizados en el pantanal
Mare aux Songes, en Mauricio. George Clark, maestro de la escuela diocesana en
Mahébourg, y Harry Higginson, un ingeniero ferroviario, descubrieron el sitio y
comenzaron las excavaciones con trabajadores locales.
La
noticia del descubrimiento llegó al profesor Richard Owen, entonces
superintendente del Museo Británico de Historia Natural, y también a Alfred
Newton, que aspiraba a convertirse en el primer profesor de Zoología y Anatomía
Comparada en la Universidad de Cambridge para lo que necesitaba el apoyo del
prestigioso Owen. Clark envió el primer envío de huesos a Owen en septiembre de
1865 y organizó otro envío de huesos para Newton, que tenía la intención de subastarlos el año siguiente.
Owen, un antidarwinista con una trayectoria personal muy controvertida, fue informado del envío por el capitán Frederick-James Mylius, yerno de George Clark, y secuestró los huesos. Arregló un nuevo trato con Clark a través de Mylius y retuvo rápidamente todo el material, sobre el dodo que fue llegando a las islas. Alfred Newton echaba las muelas y se dispuso a presentar una queja formal a la Royal Society, pero Owen lo chantajeó amenazándolo con vetar su solicitud para convertirse en profesor de Cambridge. La táctica de Owen dio sus frutos científicos, porque, ninguneando a Owen, el año siguiente publicó la primera gran monografía sobre la anatomía del pájaro mascareño.
Ejemplar del esqueleto de un dodo reconstruido por Richard Owen utilizando huesos sueltos procedentes de Mare aux Songes. Museo de Historia Natural de Londres. |
Las
afinidades del dodo fueron estudiadas por muchos zoólogos, algunos de los cuales
lo relacionaron absurdamente con una gran variedad de aves, incluyendo un
avestruz en miniatura, una gallineta y un buitre. Después de examinar un cráneo
en Copenhague, el profesor Johannes
Theodor Reinhardt propuso en 1842 que el dodo estaba relacionado con el
orden Columbiformes (tórtolas y palomas).
Esta
afirmación, que fue inicialmente ridiculizada, fue confirmada después de que
Strickland y Melville confirmaran la hipótesis de Reinhardt tras examinar la
cabeza del dodo de Oxford. Los estudios
de ADN han concluido que el dodo y el solitario de isla Rodrigues
(Pezophaps solitaria), que se extinguió un siglo después, constituyen un
grupo filogenéticamente hermano (un clado) dentro de la familia Columbidae
derivado del mismo ancestro que la paloma nicobar del sudeste asiático (Caleonas
nicobarica).
En
2005, una expedición holandesa descubrió nuevo material fósil fresco en Mare
aux Songes. Como consecuencia, las excavaciones realizadas a gran escala entre
2006 y 2010, revelaron que aún quedaban miles de huesos en el sitio. El lecho
fósil también contenía semillas, troncos y ramas de árboles, hojas, insectos,
caracoles terrestres e incluso hongos, depositados mucho antes de que los
humanos llegaran a la isla.
Los
restos fósiles están dominados por tortugas gigantes extintas (Cylindraspis sp.),
pero también incluyen serpientes, lagartos, búhos, halcones, gallinetas, loros,
palomas y varios pájaros cantores. La flora estaba compuesta por una gran
cantidad de especies de plantas pequeñas que crecían bajo varias palmeras, algunos
Pandanus y grandes árboles dominantes en el dosel como el tambalacoque Sideroxylon
grandiflorum y varias especies de ébanos (Diospyros sp.), lo que ha permitido
reconstruir el hábitat del dodo en su estado original. En 2007, se descubrió un
esqueleto de dodo completo en una cueva en las tierras altas, el cual, unido a
más descubrimientos de fósiles realizados en cuevas de las tierras bajas, permitió
aumentar la distribución conocida del dodo en Mauricio.
Gracias
a ello, ahora es posible sacar conclusiones científicamente válidas sobre la
ecología del dodo y el ecosistema que ocupaba. El dodo se encontraba tanto
cerca de la costa como en la montaña, ocupando zonas de bosque seco y húmedo, y
gracias a su sistema olfativo bien desarrollado se alimentaba de frutos caídos
y quizás de invertebrados que encontraba olisqueando entre la hojarasca. A juzgar por el número de
individuos conservados, era abundante al menos en las tierras bajas y estaba
bien adaptado para sobrevivir a las a veces duras condiciones de las
variaciones estacionales en el suministro de alimentos. Distintos escarabajos
peloteros ahora extintos utilizaban los productos de desecho del dodo, y los
árboles y arbustos dependían del gran pájaro como agente de dispersión para sus
frutos y semillas.
Sin
embargo, el dodo sigue siendo un misterio. Por ejemplo, ¿para qué usaba su pico
grande y ganchudo y qué papel jugaba esta paloma gigantesca no voladora en su hábitat
forestal? Lo que es seguro es que el dodo no pudo hacer frente a los rápidos
cambios provocados por las actividades antropogénicas y desapareció menos de un
siglo después de ser descubierto. © Manuel Peinado
Lorca. @mpeinadolorca.