Una compañera de hábitat de los conocidos
berros es la becabunga o berraza (Veronica becabunga), que hunde sus
raíces en los mismos suelos rezumantes que aquellos: orillas de arroyos, ríos,
fuentes, charcas, canales, acequias y torrentes.
Esas preferencias por los suelos
saturados de agua son, según algunas opiniones, la razón de que algunos de sus
nombres comunes en otros idiomas incluyan al líquido elemento: bachbunge
(en alemán bach es arroyo y bunge, significa tuberoso en alusión
a su tallo prostrado y engrosado), brooklime (arroyo en inglés es brook)
o lochal (loch, laguna, en gaélico). No falta quien opina que el origen
se puede encontrar en la palabra flamenca beckpunge (boca ardiente),
debido al sabor picante de sus hojas (que tampoco es para tanto, dicho sea de
paso).
En cuanto al nombre del género, Veronica,
también hay alguna discrepancia; según Giovanni Arcangeli (1840- 1921) un botánico,
y profesor universitario italiano, deriva de las dos palabras latinas (vero
y unica), porque en la antigüedad se creía que ninguna otra planta podía
poseer tantas virtudes, que el pueblo consideraba únicas. Si así es, no deja de
ser una exageración porque hay muchas otras plantas más “virtuosas” que nuestra
becabunga. Otros, más partidarios del santoral, opinan que el género está
dedicado a santa Verónica, sin que sepamos por qué.
Las más de cuatrocientas especies de Veronica
están distribuidas por todos los continentes; en la península tenemos más de
cuarenta, entre ellas la que nos ocupa, que también se extiende por los lugares
húmedos de toda Europa y la franja meridional del Mediterráneo y llega hasta
Asia central. ¿Dónde la encontrarás? Está repartida por toda la península
Ibérica, aunque es rara o inexistente hacia el cuadrante sudoccidental de Extremadura
y Andalucía, y en las islas Baleares.
La becabunga es una planta perenne cuyos
tallos, algo suculentos, son decumbentes, lo que quiere decir que al principio
crecen postrados aferrándose al sustrato mediante raíces adventicias, para
después erguirse y sacar flor en racimos que despuntan desde las axilas de las
hojas. Estas se disponen en parejas a lo largo del tallo, son de forma ovalada
o elíptica y presentan un margen ligeramente dentado.
Como en otras especies de Veronica,
las flores de la becabunga, pequeñas y de color azul intenso o violáceo, tienen
una corola de una única pieza con cuatro pétalos de tamaño y forma ligeramente
desiguales (el inferior es algo menor que los otros), que rodean los dos únicos
estambres típicos del género. Los frutos son unas pequeñas cápsulas que
contienen un gran número de semillas.
El uso tradicional de la becabunga en
la cocina ha sido parecido al de los berros: han sido muy apreciadas como
ensalada; se recogen sobre todo los brotes y hojas tiernas para consumirlas con
un aliño ligero de aceite y sal, solas o en combinación con otras hierbas,
desde cerrajas (Sonchus oleraceus) y achicorias (Cichorium intybus)
hasta verdolagas (Portulaca oleracea) y berros (Rorippa
nasturtium-aquaticum). Como ocurre con los berros, las becabungas también
pueden hospedar parásitos de Fasciola hepatica, por lo que no hay que
recogerlas de lugares que se empleen como abrevaderos, además de lavar bien las
hojas dejándolas en agua con unas gotas de lejía durante unos minutos.
En el pasado, la becabunga tuvo fama de
antiescorbútica y fue ensalzada, junto con los berros y la coclearia (género Cochlearia),
como el trío vegetal cuyo consumo se recomendaba a los afectados por lo que llamaban
“escorbuto de tierra”. Hace siglos se creía que el escorbuto,
que hoy atribuimos a una deficiencia de vitamina C en la dieta, estaba causado
por cosas como «un aire húmedo y nebuloso, malos alimentos, la tristeza, la
falta de movimiento y los esfuerzos violentos y repetidos por mucho tiempo». Junto
al escorbuto «de mar» se describían casos de escorbuto «de tierra», que se
trataban con preparados a base de hierbas «antiescorbúticas», entre las cuales
estaba la becabunga.
Lo curioso del caso es que el
contenido en vitamina C de la becabunga (hasta 56 mg por cada 100 g) no es
especialmente elevado; de hecho, es mucho menor que el de las hojas de ortiga
(hasta 180 mg por cada 100 g), por no hablar del de los escaramujos de la rosa
canina. Sea como fuese, los remedios antiescorbúticos a base de becabunga
se preparaban en cocimientos e infusiones a los que se añadía zumo de limón,
naranja o tomate, aumentando así el contenido de vitamina C.
También se puede consumir como zumo,
pero con algún cuidado, porque si en dosis pequeñas es digestivo, en dosis
altas, es purgante. La decocción de hojas frescas y sumidades floridas (unos 50
gramos en un litro de agua hirviendo) resulta un tónico útil para combatir la
inflamación y las impurezas de la piel. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.