Azolla es un género que
contiene siete especies de diminutos helechos acuáticos que a primera vista pueden
confundirse con algas o musgos. Son pleustófitos dulceacuícolas (plantas que
viven suspendidas en la superficie de aguas dulces), que forman relaciones simbióticas
con cianobacterias responsables de fijar el nitrógeno atmosférico para que,
una vez fijado, pueda ser utilizado por el helecho como nutriente, lo que le permite
un rápido crecimiento en condiciones ideales. Pero una de las habilidades más
impresionantes de Azolla es su capacidad para extraer
hasta nueve toneladas de dióxido de carbono y dos de nitrógeno por hectárea
y año.
Eso significa que, durante el
millón de años del Eoceno, en el que creció extraordinariamente en los mares
septentrionales, Azolla extrajo decenas de billones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera que ayudaron a enfriar el planeta hasta aproximarse a un clima
similar al que rige en la Tierra hoy. Con tales capacidades, Azolla podría
ser un actor importante para frenar o incluso revertir el cambio climático.
Hace unos 50 millones de años,
el planeta era un lugar mucho más cálido y Azolla abundaba en el Océano
Ártico. Los registros fósiles muestran que, alimentado por la abundancia de
nitrógeno y dióxido de carbono, el helecho formó gruesos mantos flotantes por todo el
océano y alcanzó los continentes circundantes.
Representación de la Tierra durante el Paleoceno y comienzos del Eoceno, hace unos 55 millones de años. Fuente. |
Durante el Paleógeno temprano, hace entre 55 y 45 millones de años (Ma), sobre la Tierra imperaban unas condiciones cálidas con efecto invernadero que indujeron un ciclo hidrológico con precipitaciones superiores a la evaporación en las latitudes altas. Como muestran los sedimentos árticos de hace unos 50 Ma, durante el Eoceno, una era del Paleógeno, enormes poblaciones del helecho flotante Azolla crecieron y se reprodujeron en el Ártico. Azolla y los abundantes microfósiles orgánicos y silíceos de agua dulce que lo acompañan indican una subida episódica de las aguas superficiales del Ártico durante un intervalo de aproximadamente 800.000 años.
Hace 49 millones de años, el
Ártico era
muy diferente. Todas las masas terrestres estaban agrupadas a su alrededor,
no había casquetes polares y dominaba un clima suave. Esto hacía que el Polo se
pareciera a un mar templado aislado del resto de los océanos. Tenía algunos estrechos
que los conectaban, pero nada más. Eso significaba que corrientes como la del
Golfo no podían mezclar las aguas del Ártico, por lo que era un mar muy tranquilo.
Además, las altas precipitaciones en los continentes vertían millones de
hectómetros de agua dulce rica en nutrientes (compuestos de fósforo y azufre)
en ese remanso de agua salada.
Lo que se creó allí fue un
ambiente acuático original porque, dado el océano remansado, las aguas dulces y
saladas, faltas de agitación, no se mezclaron. El agua salada más densa se
hundió hasta el fondo mientras que el agua dulce permaneció en la parte
superior.
Como no había mezcla, la capa de
agua salada casi carecía de oxígeno. Sin embargo, la capa superficial de agua
dulce estaba muy oxigenada y recibía meses de sol continuo. En esas aguas
cálidas, Azolla prosperó extraordinariamente. Esta pequeña planta crece
rápidamente, se reproduce muy rápido y muere también rápidamente. Azolla
necesita muy pocos nutrientes y obtiene todo el nitrógeno de la atmósfera
gracias a las cianobacterias simbióticas de sus raíces. Eso significa que
pueden florecer y morir sin consumir en exceso los nutrientes del agua. Por eso,
cada verano había una gran floración de Azolla que cubría casi todo el Ártico.
Luego, la masa expansiva del helecho desaparecía rápidamente.
Cuando morían, los helechos quedaban
sepultados en el agua salada acumulada del fondo. Como prácticamente no había
oxígeno, no había bacterias que descompusieran la materia vegetal. Así, cada
año miles de toneladas de ejemplares de Azolla se amontonan en el fondo
marino sin descomponerse. Esta falta de descomposición es la razón por la que Azolla
tuvo un impacto tan grande en la atmósfera: todo el dióxido de carbono que había acumulado en su biomasa quedó atrapado en
el lecho marino.
Los abundantes restos de Azolla
que caracterizan esos depósitos marinos del Eoceno medio en todos los mares septentrionales
probablemente representan poblaciones transportadas como resultado de las
inundaciones de agua dulce del océano Ártico que llegaron
hasta el mar del Norte. El fin de la fase Azolla en el Ártico
coincide con un aumento local de la temperatura de la superficie del mar desde unos
10°C a 13°C, lo que apunta a aumentos simultáneos en el suministro de sal y
calor debidos a la afluencia de aguas de océanos y mares adyacentes.
Pero sigamos profundizando en la
cuestión del carbono y del CO2. Los organismos están hechos
fundamentalmente de carbono y las plantas obtienen su carbono del aire. Toman
CO2, usan el carbono para nutrirse y crear sus estructuras y liberan
oxígeno. Por lo general, cuando una planta muere, es consumida por organismos
descomponedores; para abreviar, estos organismos devuelven el carbono de las
plantas a la atmósfera en forma de CO2 y metano a través de la
respiración o de la descomposición. Es el conocido ciclo del carbono (FIGURA).
Pero Azolla no reciclaba el carbono, sino que lo enterraba en el lecho
marino. Es lo que aparece en la Figura como "Captura oceánica neta”.
Este esquema del ciclo de carbono muestra el movimiento de carbono entre tierra, atmósfera y océanos en miles de millones de toneladas por año. Los números amarillos son flujos naturales, los rojos son contribuciones humanas, los blancos indican el carbono almacenado. Fuente. |
El gráfico de arriba muestra los niveles de dióxido de carbono durante los últimos tres ciclos glaciares, obtenidos analizando núcleos de hielo. El gráfico de abajo muestra los niveles atmosféricos de dióxido de carbono medidos en el Observatorio Mauna Loa, Hawái, en los últimos doce años. Los gráficos, basados en la comparación de muestras atmosféricas contenidas en núcleos de hielo y mediciones directas más recientes, proporcionan la evidencia de que el dióxido de carbono atmosférico ha aumentado desde la Revolución Industrial. Las 409 ppm son de octubre de 2018. Fuente |
Actualmente nuestra atmósfera contiene unas 410 ppm de dióxido de carbono, una concentración mucho menor que cuando dominaban los helechos Azolla. Pero ellos vivían en una Tierra más caliente sin casquetes polares y nosotros vivimos en una Tierra más fría con casquetes polares durante todo el año. Nuestros ecosistemas han evolucionado para adaptarse a ese clima más frío y recalentarlos demasiado rápido puede provocar verdaderos desastres. Para que nuestros niveles de dióxido de carbono vuelvan a las concentraciones previas a la revolución industrial (en otras palabras, para revertir el cambio climático provocado por el hombre) necesitamos concentraciones menores de 300 ppm.
Es obvio que no queremos causar
otra Edad de Hielo. Pero ¿podríamos aprovechar un sumidero de carbono tan
natural como el de Azolla para combatir el problema del cambio
climático? Hagamos números.
Como media, el dominio temporal
de Azolla redujo el dióxido de carbono global cada año en 0,0035625 ppm. Eso
significa que tardaríamos unos 31000 años en conseguir un descenso desde
nuestras actuales 410 ppm a 300 ppm. Reflexionemos un momento sobre nuestra
capacidad destructiva: si lográramos replicar uno de los procesos de
enfriamiento más rápidos en la historia de la Tierra, tardaríamos unos 31000
años en sanear el daño atmosférico que hemos causado en los últimos 70 años.
Eso debería hacernos pensar en la rapidez con la que estamos cambiando el
planeta actualmente y lo difícil que es revertir los cambios que hemos desencadenado.
Si pudiéramos neutralizar nuestras
emisiones de dióxido de carbono durante las próximas décadas, conseguiríamos mantener
sus niveles por debajo de 450 ppm. Aun así, se necesitarán
decenas de miles de años para recuperar la atmósfera a niveles preindustriales, aunque en escalas de
tiempo geológico eso no sea nada. Si queremos que la estirpe humana sobreviva a
largo plazo, y no solo sea una nota a pie de página en la larga historia de la
Tierra, necesitamos restablecer el clima global para protegernos a nosotros y a
los ecosistemas de los que dependemos.
Si pudiéramos mantener la
concentración de dióxido de carbono alrededor de las 450 ppm, replicar el evento Azolla
y tener mucha paciencia, podríamos detener el cambio climático. Pero solo hay
un problema. ¿Realmente podemos replicar el periodo Azolla? Después de
todo, el enfriamiento global de Azolla provino de un mar entero que se
convirtió en una “granja” Azolla.
Hagamos más cálculos en esa línea.
Necesitamos reproducir el Ártico y sus condiciones hace 49 millones de años.
Entonces, en lugar de usar un
lago artificial de dimensiones colosales, podríamos hacer que algunos de los
lagos más grandes del mundo para que funcionaran como granjas. Eso significa
que el océano no se vería afectado por nuestras granjas y no estaríamos jugando
demasiado con los patrones climáticos.
El antiguo mar Ártico tenía
4.000.000 de km². Hay un total de 5.170.000 km² de lagos en el mundo.
¡Necesitaríamos usar el 77% de todos los lagos del mundo para obtener una
superficie suficiente para replicar nuestro mar!
Todo el rojo de la fotografía está formado por ejemplares de Azolla filiculoides en el lecho de una charca desecada. Foto. |
Sigamos soñando. Podríamos transformar esos lagos en enormes granjas de Azolla. En primer lugar, deberíamos acabar toda la vida nativa, y luego podríamos diseñar zonas muertas de oxígeno en el fondo y aportar los nutrientes necesarios para iniciar una explosión poblacional de Azolla. Es más, con los métodos de cultivo modernos, podríamos tener una tasa de absorción de dióxido de carbono incluso más elevada que durante la proliferación original de Azolla si garantizamos que siempre mantendremos las condiciones perfectas.
Ahora bien, destruir ecosistemas
únicos en estos lagos no parece una buena manera de salvar el planeta,
¿verdad? Pero para hacer estos sumideros de carbono impulsados por Azolla,
es necesario. ¿Vale la pena este sacrificio como recompensa? No lo creo.
¿Azolla puede salvar el
mundo? Posiblemente, pero supondría un gran sacrificio y un nivel de compromiso
nunca realizado por humanos. Necesitaríamos profanar algunos de los hábitats
más singulares del mundo y trabajar incansablemente durante decenas de miles de
años solo para revertir 70 años de actividad humana. Por lo menos, hacer los
cálculos sirve para poner de relieve la escala del cambio climático.
Dicho esto, podría haber otra forma de producir sumideros de carbono Azolla, como tubos hidropónicos cerrados que, sin cambiar los patrones climáticos globales, podrían operar en áreas con menor biodiversidad como los desiertos. Hay también muchos otros métodos para extraer carbono de la atmósfera, como utilizar carbono atmosférico para fabricar baterías de grafeno. Azolla es solo una de las muchas herramientas que tenemos para resolver nuestro mayor problema.
Durante años, los científicos
han estado estudiando si las poblaciones de Azolla podrían ayudar a
contrarrestar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y las
temperaturas globales. La secuenciación del genoma de Azolla
filiculoides realizada por más de 40 científicos de todo el mundo,
proporcionará las primeras pistas reales sobre la eficacia de la planta para
combatir el cambio climático. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.