jueves, 7 de enero de 2021

La ayahuasca, un brebaje alucinógeno

 

Flor de Banisteriopsis caapi. Foto.

La ceremonia de la ayahuasca atrae a miles de personas cada año. Quienes ofrecen la sustancia son miembros de un boyante y peligroso mercado de salud mental sin regulaciones ni permisos.

Viajeros de todo el mundo, pero sobre todo de Estados Unidos, viajan hasta el oeste de Costa Rica para probar la ayahuasca, una mezcla de plantas amarga y nauseabunda, que los pueblos de la selva amazónica han bebido durante siglos enmarcada en ceremonias rituales. Algunas comunidades indígenas consideran que la infusión es una poderosa medicina que conecta con el inframundo, eleva el espíritu y la armonía con el mundo natural.

Los alojamientos que encuentran los turistas en busca de la alucinogénesis está muy lejos de las chozas aisladas en las selvas amazónicas de donde surgió la ayahuasca. El alojamiento que los turistas ocupan está a años luz: son cabañas bien equipadas con espléndidas vistas al océano rodeando a piscinas refulgentes. Con tarifas que oscilan entre 3.000 y 7.000 dólares por persona, esos alojamientos son parte de un boyante sector de la terapia alternativa destinada a ilusos adinerados que, con los bolsillos llenos y con la cabeza a pájaros, buscan otros mundos que no están en este.

En el idioma quechua que hablan los indígenas de la selva amazónica el término ayahuasca significa “la liana de los muertos” (de “aya”: espíritu, muerto y “waskha”: liana) y que, como su sinónimo yagé, se refiere tanto a Banisteriopsis caapi, una liana gigante endémica de la cuenca amazónica, como al brebaje ritual indígena en el que intervienen otras plantas, entre las que no puede faltar la chacruna (Psychotria viridis), un arbusto cuya savia contiene un compuesto, la dimetiltriptamina (DMT), en el que radica el auténtico poder alucinógeno y enteógeno de la infusión.

Flores de Psychotria viridis. Foto

B. caapi
contiene dos alcaloides del grupo de las β-carbolinas: harmina y tetrahidroharmina (THH), que juegan un papel fundamental en los efectos neurológicos de la ayahuasca porque, como el resto de los alcaloides de su grupo, que son comunes en plantas y animales, actúan como inhibidores de una enzima, la monoaminooxidasa. Al impedir que la enzima actúe, las β-carbolinas evitan la degradación de la DMT de la chacruna en el tracto digestivo, permitiendo así que ejerza su acción psicoactiva en el sistema nervioso central.

De ese modo, a diferencia de los cristales de DMT procedentes de P. viridis, que los nativos usan para fumar y no requieren una sustancia asociada que los vehiculice en el intestino, el bebedizo resulta psicoactivo por administración oral. Por tanto, desde el punto de vista farmacológico, el DMT es el principio activo, mientras que las β-carbolinas son coadyuvantes. Esta combinación de plantas en una única infusión es un logro increíble del conocimiento etnofarmacológico de las culturas indígenas amazónicas.

El efecto psicoactivo de la DMT obedece a que nuestras neuronas sintetizan de forma natural otra triptamina, la serotonina, a la que coloquialmente se le denomina el “neurotransmisor de la felicidad”. Los procesos conductuales y neuropsicológicos modulados por la serotonina incluyen el estado de ánimo, la percepción, la recompensa, la ira, la agresión, el apetito, la memoria, la sexualidad y la atención. Su metabolismo está asociado en varios trastornos psiquiátricos y su concentración se ve reducida por el estrés.

Hay veces en las que nos sentimos decaídos y no sabemos por qué. No ha ocurrido nada especial, pero no conseguimos alcanzar un buen estado de ánimo. En estos casos puede que la causa sea un nivel de serotonina bajo. Un ritmo de vida agobiante, una mala alimentación y la falta de ejercicio hacen que nuestro nivel de serotonina descienda, provocando un estado anímico ciclotímico y, por lo general, decaído.

El motivo del decaimiento son los bajos niveles de serotonina. Este neurotransmisor, que también ejerce un papel fundamental en la regulación de nuestro funcionamiento intestinal, tiene la capacidad de llevar a cabo las reacciones químicas necesarias para aumentar nuestro de sentimiento de bienestar y satisfacción.

La serotonina puede ayudarnos a sobrellevar mejor el estrés y la tensión del día a día. No obstante, cuando los niveles de estrés se disparan, la serotonina tiende a bajar, somos menos capaces de controlar los altibajos en nuestro estado de ánimo y corremos el riesgo de desarrollar algún tipo de trastorno depresivo.

Como los fitocannabinoides de la marihuana, que sustituyen a nuestros cannabinoides naturales endógenos, muchas sustancias tóxicas pueden sustituir, bloquear o modular los receptores neuronales a los que se unen habitualmente nuestros neurotransmisores. Su efecto a veces es similar (agonista) y otras opuesto (antagonista), siempre dependiendo de la dosis.

Cuando la dosis es elevada, el DMT de la chacruna actúa como agonista de los receptores de serotonina de tipo 5-HT2A produciendo el efecto psicotrópico que, en el caso del ritual indígena de la ayahuasca, se potencia por el entorno en el que se encuentra el individuo (cánticos, percutir de tambores, luces, sonidos e ingestión de cafeína a través de una infusión de Ilex guayusa, una planta amazónica del género del acebo).

Además, el mismo DMT puede actuar sobre los receptores a los que se une una hormona neurotransmisora, la adrenalina. Si sube la concentración de adrenalina en sangre, nuestro corazón late más veces por minuto y más fuerte, es decir, se producen taquicardias. El efecto se potencia en muchos ritos chamánicos porque las β-carbolinas de B. caapi permiten que el DMT actúe durante mucho más tiempo sobre los receptores de la serotonina y de la adrenalina.


El DMT, a diferencia de muchos compuestos psicotrópicos, no parece tener potencial adictivo porque no activa la ruta mesolímbico cortical, un circuito nervioso cuya activación libera dopamina en el cerebro y produce placer. La mayoría de las drogas como la cocaína, las anfetaminas, el éxtasis y la heroína basan su capacidad adictiva en la activación de este circuito.

Sin que seamos toxicómanos, también liberamos dopamina en este circuito cuando apostamos en una tragaperras, en la bolsa, nos volvemos adictos al trabajo o practicamos sexo. La activación de la ruta mesolímbico cortical libera cantidades ingentes de dopamina produciendo placer al realizar comportamientos como los mencionados o al ingerir algunas drogas.

Los efectos de la ayahuasca varían desde la embriaguez agradable sin consecuencias, a secuelas de violentas reacciones que provocan vómitos, parálisis, convulsiones, euforia y alucinaciones. Termina con sueño profundo. Con alcohol, puede producir la muerte. Sus efectos dependen de la sensibilidad de quien la ingiere.

Por último, desde hace algunos años un grupo de científicos españoles ha centrado sus esfuerzos en investigar el uso potencial de la ayahuasca como agente neurogénico. La neurogénesis es el proceso por el cual se forman nuevas neuronas en el cerebro a partir de células madre. Su actividad es especialmente intensa durante el desarrollo embrionario, pero cuando crecemos su acción decae.

Si la ayahuasca actuara como neurogénico, podría servir para curar patologías como el alzhéimer o el párkinson, que se caracterizan por la muerte de determinadas neuronas, haciendo “despertar” a las células madre neurales en el adulto para “convencerlas” de que formen nuevas células nerviosas. Eso permitiría reponer las neuronas que mueren como consecuencia de las enfermedades neurodegenerativas. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.