Domingo 13 de diciembre. Saturno, arriba y Júpiter abajo, se ven después del atardecer en el Parque Nacional Shenandoah, Virginia. Los dos planetas se acercan uno al otro en el cielo mientras se dirigen hacia su"Gran Conjunción" el 21 de diciembre. Créditos: NASA / Bill Ingalls.
A quienes les gusta escudriñar el cielo les espera un regalo de fin de año, una conjunción planetaria que se repite cada veinte años, pero que está siendo fácilmente visible mientras que los dos gigantes del sistema solar, Júpiter y Saturno, se acercan poco a poco hasta que se reúnan (aparentemente) la noche del lunes, 21 de diciembre.
Aunque algunos han creído ver en
esta conjunción planetaria la "Estrella de Belén" la cosa no es tan sencilla.
Hagamos un poco de historia y otro poco de astronomía.
Para entender lo que sucederá en
el espacio exterior a más de mil millones de kilómetros de la Tierra imagine el
sistema solar como una pista de atletismo con dos carriles. Cada uno de los dos
planetas es un corredor que circula por propio carril, mientras que la Tierra ocupa
el centro del estadio. Cuando mire hacia el cielo, podrá ver a Júpiter en el
carril interior, acercándose a Saturno hasta acabar por adelantarlo el 21 de
diciembre.
Júpiter y Saturno estarán
separados por 0,1 grados, que es menos que el diámetro de una luna llena. Aunque
estén separados en el espacio cientos de millones de kilómetros, desde nuestro
punto de vista terráqueo los gigantes gaseosos aparecerán muy juntos. El 21 de
diciembre aparecerán tan cerca que, con el brazo extendido, nuestro dedo
meñique podrá ocultar ambos planetas.
En 1610, Galileo Galilei apuntó
con su telescopio al cielo nocturno y descubrió cuatro de las nueve lunas de
Júpiter: Europa, Io, Ganímedes y Calisto. Ese mismo año, Galileo descubrió también
un extraño óvalo que rodeaba a Saturno, que las observaciones más modernas
determinaron que eran sus anillos.
Como está ocurriendo ahora, trece
años después, en 1623, Júpiter y Saturno, los dos planetas gigantes del sistema,
viajaron juntos por el cielo. Júpiter alcanzó y pasó a Saturno, en un acontecimiento
astronómico conocido como la "Gran Conjunción". En realidad, ambos
planetas se cruzan regularmente con las posiciones de Júpiter y Saturno
alineadas en el cielo aproximadamente una vez cada veinte años.
Si eso ocurre tantas veces, ¿qué
hace que el espectáculo de este año sea tan raro? Simplemente, porque han
pasado casi 400 años desde que circularon tan cerca uno del otro y casi 800 desde
que la alineación sucediera por la noche, como ocurre en 2020, lo que permite
que en casi todo el mundo podamos ser testigos de la “Gran Conjunción” simplemente
mirando hacia el suroeste justo después del atardecer.
El factor que ha puesto este fenómeno
en el centro de atención es que ocurrirá en el solsticio de invierno, justo
antes de las vacaciones de Navidad. Eso ha
llevado a especular si este podría ser el mismo evento astronómico que,
según la Biblia, condujo a los Reyes Magos hasta el portal de Belén.
La historia de la estrella ha
fascinado a los lectores antiguos y modernos. Aparece en el Nuevo Testamento,
pero solo en el Evangelio de Mateo, un relato apócrifo de la vida de Jesús que
comienza con la historia de su nacimiento. Muchos han leído este relato presuponiendo
que quien (o quienes) redactara ese evangelio estaba refiriéndose a un acontecimiento
astronómico verdadero que ocurrió alrededor de la época del nacimiento de Cristo.
Basándose en la inscripción de una antigua moneda, que tenía la imagen de Aries
(el símbolo de Judea en aquel tiempo) mirando hacia atrás a una estrella, el
astrólogo Michael
R. Molnar sostiene que la Estrella de Belén fue un eclipse de Júpiter
dentro de la constelación de Aries.
Hay al menos dos problemas
relacionados con la asociación de un acontecimiento determinado con el relato
evangélico. El primero es que quienes se ocupan de esas cosas, que no son
pocos, no se ponen de acuerdo de cuándo exactamente nació Jesús. La fecha de su
nacimiento puede
diferir hasta seis años. El segundo es que, como he escrito más arriba, los
acontecimientos astronómicos predecibles ocurren con relativa frecuencia. Descubrir
qué acontecimiento, si es que hubo alguno, podría haber tenido en su cabeza quien
quiera que fuese Mateo es muy complicado.
La hipótesis de que la
conjunción de Júpiter y Saturno pudiera ser la Estrella de Belén no es nueva. Fue
propuesta a principios del siglo XVII por Johannes Kepler. Kepler argumentó
que esta misma conjunción planetaria alrededor del año 6 a. C. podría haber
servido de inspiración para la historia de la estrella de Mateo.
Pero tampoco el astrónomo y
matemático alemán fue el primero en sugerir que la Estrella de Belén pudo haber
sido un fenómeno astronómico. Cuatrocientos años antes de Kepler, entre 1303 y
1305, el italiano Giotto pintó la estrella como un cometa en las paredes de la Capilla Scrovegni
en Padua, Italia. Algunos investigadores
han sugerido que Giotto creo su pintura como un homenaje al cometa Halley, que fue visible en 1301,
en uno de sus vuelos regulares más allá de la Tierra. Los astrónomos también
han calculado que el cometa Halley pasó por la Tierra alrededor del año 12 a.
C. entre cinco y diez años antes de que la mayoría de los académicos cristianos
dicen que nació Jesús. Es posible que Giotto pensara que Mateo estaba haciendo
referencia al cometa Halley en su relato sobre la estrella.
La 'Adoración de los magos', de Giotto, que muestra el
cometa en la Capilla Scrovegni, Padua, Italia. DEA / A. Dagli Orti / De Agostini a través de Getty Images.
Pero los intentos de descubrir
la identidad de la estrella de Mateo, por creativos que sean, me parece que van en la dirección equivocada en
un intento que, como todo esfuerzo inútil, les conducirá la melancolía. La
descripción que hace “Mateo” de su estrella no hace de ella un fenómeno natural.
Mateo dice que los magos llegan a Jerusalén «desde el este». A
continuación, la estrella los lleva a Belén, al sur de Jerusalén.
Por tanto, la estrella hace un
giro brusco hacia el sur. Además, cuando los magos llegan a Belén, la estrella
está lo suficientemente baja en el cielo como para llevarlos a un pequeño portal
como si fuera un GPS ancestral. Cualquier estudiante de Física está en
condiciones de demostrar que los movimientos de la estrella están fuera de lo
que es físicamente posible para cualquier objeto astronómico observable y que ni
barcos ni estrellas pueden hacer giros bruscos.
En resumen, no parece haber nada
"normal" o "natural" en el fenómeno que describe Mateo.
Quizás lo que el putativo Mateo estaba tratando de escribir es algo diferente.
Su relato se basa en un conjunto de tradiciones en las que las estrellas están estrechamente
ligadas a los gobernantes. Cuando aparece una estrella significa que un
gobernante ha llegado al poder.
Uno de los ejemplos más
conocidos de esta tradición desde la antigüedad es el llamado Sidus Iulium
o Estrella Juliana, un cometa que apareció unos meses después del asesinato
de Julio César en el 44 a. C. Los historiadores romanos Suetonio y Plinio el
Viejo cuentan que el cometa era tan brillante que era podía verse a última hora
de la tarde, y que muchos romanos
interpretaron el hecho como una prueba celestial de que Julio César se
había convertido en un dios.
El objetivo de “Mateo” al contar
su historia es teológico. Su relato de la estrella no tenía la intención de
convertirse en información astronómica precisa al estilo del calendario
maya, sino para subrayar su posición acerca del carácter sobrehumano de
Jesús.
Por tanto, la conjunción que
vamos a tener oportunidad de ver no es un regreso de la Estrella de Belén, pero
“Mateo” probablemente estaría muy satisfecho del asombro que sigue inspirando
en aquellos que pican cualquier anzuelo que se les ponga por delante.