Armillaria gallica. Foto de Dan Molter. |
Se adentra el otoño y con él comienza la temporada de las setas. Quienes se afanan estos días buscando setas dispersas por bosques y prados, se sorprenderán al saber que uno de los organismos más grandes del mundo es precisamente una seta.
Han corrido ríos de tinta sobre la ballena azul (Balaenoptera musculus), cuyo tamaño medio de entre 24 y 27 metros de longitud y su peso medio de entre 100 y 120 toneladas (hay registros de ejemplares de más de 30 m de longitud y 170 toneladas) la convierten en el animal más enorme que jamás haya vivido, superando incluso a los dinosaurios de mayor tamaño. Pero resulta que algunos de los organismos más grandes de la Tierra no están en los océanos, sino debajo de nuestros pies.
Por peso y tamaño, los hongos del género Armillaria superan ampliamente a las ballenas. En 1992 la revista Nature publicó un artículo con un descubrimiento sensacional: en un bosque de Crystal Falls, Michigan, se encontró un clon del hongo Armillaria gallica que se extendía a través de más de 39 hectáreas de suelo forestal y se aferraba a cientos de sistemas radiculares de árboles. Ese tamaño convertía al hongo en uno de los organismos más grandes del mundo.
Armillaria gallica es un hongo cuyo cuerpo principal (micelio), como el de la mayoría de los hongos, es un conjunto subterráneo de filamentos (hifas). Cuando se asienta en un bosque, el micelio puede desarrollar un amplio sistema de estructuras similares a raíces subterráneas (rizomorfos), que pueden extenderse hectárea tras hectárea en busca de madera para consumir. Mientras que otros hongos prefieren la madera ya en descomposición, Armillaria gallica, como otras especies próximas, infecta a los árboles vivos, matándolos lentamente en el transcurso de varias décadas, para luego continuar consumiéndolos una vez que están muertos.
Rizomorfo de Armillaria. Foto. |
Tomando como referencia las tasas de crecimiento observadas, en 1992 se estimó que el ejemplar de Michigan tenía al menos 1.500 años y pesaba más de 110 toneladas. Casi tres décadas después, los investigadores han regresado al bosque y han encontrado que el mismo A. gallica todavía prospera en su sitio original. Utilizando métodos genéticos más precisos, han calculado que el ejemplar es más antiguo y voluminoso de lo estimado originalmente: al menos 2.500 años y 450 toneladas, respectivamente. Este organismo titánico y matusalénico pesa casi cuatro veces más que una ballena azul y es solo un poco más pequeño que la Ciudad del Vaticano.
Para llegar a su nueva estimación, los investigadores estudiaron la composición genética de 245 muestras y estudiaron las tasas de crecimiento de las hifas que hacen que el hongo se propague. La secuenciación genética de quince muestras también reveló que solo 163 de los 100 millones de bases de su genoma han cambiado durante toda la vida del coloso fúngico. Esa tasa de cambio es notablemente baja desde el punto de vista de la mutación genética. Quizás eso no debería ser sorprendente para un organismo que ha existido desde la Batalla de las Termópilas.
El gigantesco hongo de Crystal Falls fue la tarjeta de visita que alertó sobre el enorme tamaño que podían alcanzar estos hongos. Desde su descubrimiento han aparecido otros ejemplares de Armillaria que lo convierten casi en liliputiense. Una Armillaria que se encuentra en las Blue Mountains del este de Oregón (Armillaria ostoyae) cubre casi 800 hectáreas y puede tener más de 8.000 años, lo que por el momento convierte a este hongo en uno de los organismos de mayor tamaño del planeta. No es ni el mayor ni el más viejo, no. Un álamo temblón de Utah ha superado los 40.000 años y forma un bosque que cubre 43 hectáreas. Me ocuparé de él otro día.
Por ahora me limitaré a decir que las setas de estos hongos (como los troncos del álamo temblón de Utah) no son organismos individuales propiamente dichos. En realidad, son colonias clonales, es decir, un grupo de individuos genéticamente idénticos que han crecido en un determinado lugar a partir de un solo antepasado mediante reproducción vegetativa, no sexual. Por encima del suelo, las setas de estos hongos parecen ser individuos distintos, pero bajo tierra permanecen interconectadas y son todas clones del mismo micelio. Por cierto, para desdicha e los micófagos, estas setas no se comen. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.