A los coleópteros, vulgo escarabajos, no les ha ido nada mal. Aparecieron sobre la faz de la Tierra hace
280 millones de años y se expandieron por todo el mundo siguiendo la explosión
evolutiva de las plantas con semillas a partir del Cretácico. Hoy, este orden
de insectos acorazados contiene más especies que cualquier otro en todo
el reino animal, unas 375 000, lo que significa que tiene tantas especies como
las plantas vasculares o los hongos y 66 veces más especies que los mamíferos.
Entre otros factores, si un grupo presenta un
expediente con tanto éxito evolutivo es porque su estrategia vital lo ha dotado
de una gran capacidad de resistencia y de resiliencia, es decir, de resistir a
la adversidad y de recuperarse después de haber sufrido algún tipo de daño. Hoy
voy a contar el caso de dos escarabajos que demuestran una extraordinaria
resiliencia.
A los anfibios les encantan los pequeños escarabajos,
que representan una parte esencial de su dieta. Las ranas y los sapos son unos
excelentes cazadores de insectos cuyos ataques sorprenden a la práctica
totalidad de insectos tanto si se mueven como si permanecen inmóviles. Dos
especies de coleópteros hacen todo lo que pueden para evitar esos ataques,
pero si se producen y resultan atrapados, no les importa demasiado.
En un
video tomado por el ecólogo Shinji
Sugiura, el pequeño escarabajo acuático Regimbartia attenuata realiza
una hazaña que desafía a la muerte con una estrategia escapista que envidiaría
el gran Houdini. El video es la demostración visual de una investigación
de Sugiura en la que detalla cómo este escarabajo de agua japonés viaja a
través de las entrañas de su depredador, una rana de la especie Pelophylax
nigromaculatus, con la que convive en los arrozales de Japón, para emerger
por el otro extremo, vivo e ileso.
A, Regimbartia attenuata. B, Pelophylax nigromaculatus. C, Capturas de cámara del vídeo de Shinji Sugiura mostrando la salida del escarabajo por la abertura cloacal de la rana. Fuente. |
Aunque el video está montado con una serie de capturas
de pantalla, reproduce un episodio de 115 minutos. Primero, una rana agarra al
escarabajo y se lo traga entero. Durante esos minutos tensos, no pasa nada.
Luego, la gran revelación: el mismo insecto brillante sale tan campante por el ano
del anfibio, dejando a la rana y al escarabajo vivos y aparentemente ilesos.
Los más rápidos de esos pequeños escarabajos —unos
bonitos insectos negros iridiscentes de unos cuatro o cinco milímetros de
diámetro— pudieron hacer el viaje en un tiempo mínimo de seis minutos, mientras
que el viaje más largo duró alrededor de cuatro horas. Los escarabajos
emergieron por el ano cubiertos de heces, pero por lo demás activos y
aparentemente sanos.
Dado que algunos escarabajos particularmente ágiles
lograron completar ese viaje alucinante en seis minutos, Sugiura concluyó que
el escarabajo no se limitaba a ser transportado pasivamente, sino que movía
activamente por el interior de la rana. Probó esa hipótesis inmovilizando con
una cera pegajosa algunas de las patas que los escarabajos utilizan para nadar.
Una buena prueba para el ecólogo y un resultado fatal para los escarabajos: ninguno
de los inmovilizados sobrevivió; todos fueron digeridos y excretados de la
manera habitual.
Un diagrama con la ruta de escape hipotética del escarabajo de agua, que se muestra viajando a través de los órganos internos de la rana. Dibujo de Shinji Sugiura, Universidad de Kobe. |
El ecólogo japonés probó por primera vez las técnicas
de escape de R. attenuata con esa especie de rana y descubrió que el
93,3% de los escarabajos podían escapar a través del ano de la rana, convertido
en una orgánica gatera. Luego ensayó con otras ranas y descubrió que los
escarabajos tenían tasas de éxito igualmente notables con otras cuatro especies
de anuros.
Sugiura sospecha que los escarabajos también usan sus
patas para estimular el esfínter cloacal de las ranas provocando que defequen.
Sin embargo, necesitará realizar más pruebas para demostrar esa hipótesis.
Las relaciones depredadoras de coleópteros y anfibios son
la especialidad de Sugiura. En 2018, grabó a unos escarabajos bombarderos (Pheropsophus jessoensis) rociando un cóctel químico
tóxico mientras estaban dentro de unos sapos (Bufo japonicus y B. torrenticola), que obligaba a los anfibios a vomitarlos sanos
y salvos.
Imágenes secuenciales del comportamiento emético en un
ejemplar juvenil de Bufo japonicus. El escarabajo bombardero Pheropsophus
jessoensis (longitud corporal 18,7 mm) escapó por la boca del sapo
(longitud hocico-ventral 89,4 mm) 88 minutos después de haber sido ingerido.
Las flechas negras y blancas indican el P. jessoensis vomitado y el
estómago evaginado de B. japonicus, respectivamente. Fuente.
Para crear su repelente vomitivo, los escarabajos
mezclan peróxido de hidrógeno con hidroquinonas, que se combinan para formar un
aerosol irritante de benzoquinona. Los escarabajos usan ese repelente como arma
defensiva frente a otros insectos depredadores a los que consigue matar. Dado el
mayor peso de los sapos, su efecto en ellos es simplemente emético, haciendo
que el sapo regurgite su presa evaginando su estómago.
En ambos casos, los experimentos fueron realizados en
condiciones de laboratorio, por lo que sería interesante comprobar si las ranas
y los sapos evitan comerse a estos escarabajos en la naturaleza, o bien si
continúan consumiéndolos para aprovechar los escasos ejemplares que no son
expulsados logrando que, pese a todo, la experiencia merezca la pena.
Ahora bien, si yo fuera un batracio no quisiera estar
tan desesperado como para zamparme uno de esos animalitos acorazados. © Manuel
Peinado Lorca. @mpeinadolorca.