La historia de las civilizaciones es la historia de las civitas, un largo camino jalonado por ciudades muertas. Las ciudades mayas, aztecas o incas; las ciudades muertas del sureste de Asia y muchas otras son ejemplos de insostenibilidad marcada por algún fenómeno ambiental que ahora en muchos casos se nos escapa.
Una nueva investigación sugiere que el mercurio, los fosfatos y las algas tóxicas envenenaron los embalses que almacenaban el agua potable de Tikal en una época en que prevalecían los episodios de aridez climática. Esta combinación de eventos catastróficos amenazó la sostenibilidad de la ciudad y probablemente contribuyó a su abandono.
Una nueva investigación sugiere que el mercurio, los fosfatos y las algas tóxicas envenenaron los embalses que almacenaban el agua potable de Tikal en una época en que prevalecían los episodios de aridez climática. Esta combinación de eventos catastróficos amenazó la sostenibilidad de la ciudad y probablemente contribuyó a su abandono.
En el siglo IX d. C., después de cientos de años de prosperidad, los mayas
abandonaron la gran ciudad de
Tikal, uno de los mayores centros urbanos de la civilización maya
precolombina. Tikal fue la capital de un estado militarizado que se convirtió
en uno de los reinos más poderosos de los antiguos mayas. Aunque la
arquitectura monumental se remonta hasta el siglo IV a. C., Tikal alcanzó su
apogeo durante el Período Clásico, entre el 200 y el 900 d. C.
Durante ese tiempo, la ciudad dominó gran parte de la región maya en el
ámbito político, económico y militar; mantenía vínculos con otras regiones a lo
largo de Mesoamérica, incluso con la gran metrópoli azteca de Teotihuacan, en
el lejano Valle de México.
Durante mucho tiempo se ha intentado explicar cómo y por qué la ciudad
colapsó, pero a pesar de que las ruinas se han estudiado exhaustivamente no se había
encontrado una causa justificada. Las
explicaciones más citadas se han centrado en una confluencia de factores tales
como la sobrepoblación, la sobreexplotación del territorio que sostenía a la
ciudad y una serie de grandes períodos de sequía.
Un estudio sobre los depósitos de agua de la ciudad publicado la última
semana de junio concluye que el mercurio y ciertas algas tóxicas beneficiadas
por la acumulación de fosfatos pudieron haber envenenado el agua potable de
Tikal cuando sus habitantes ya estaban luchando por sobrevivir a la sequía.
Situada en la selva tropical seca del norte de Guatemala, la historia de Tikal
se remonta al siglo III a. C. La ciudad prosperó extraordinariamente hasta erigirse
como una de ciudades-estado más poderosas de América. Contaba con múltiples templos
de piedra de más de treinta metros de altura y, en su cénit a mediados del
siglo VIII, sostenía
a más de 90.000 habitantes.
Los residentes de Tikal construyeron embalses para recolectar y almacenar
agua después de que la lluvia disminuyera cada vez más hasta culminar en una
cadena de sequías de varias décadas que asoló el territorio en el siglo IX.
Estos embalses eran esenciales durante la estación seca, ya que la ciudad no
tenía acceso a lagos o ríos y el nivel freático se encuentra a más de 200 metros
de profundidad.
Según el estudio, los mayas lograron embalsar la mayor cantidad de agua
posible durante la temporada de lluvias mediante la construcción de enormes superficies
pavimentadas cuya pendiente escalonada enviaba agua a los depósitos de almacenamiento. El
brillante sistema, todo un prodigio de ingeniería, contribuyó a la ruina de la
ciudad.
Para descubrir los factores que intervinieron en la desaparición de Tikal, los
investigadores tomaron muestras de los sedimentos del fondo de cuatro de los
depósitos principales de la ciudad. Los análisis genéticos, geoquímicos y
biológicos de capas sedimentarias que datan de mediados del siglo IX revelaron
la historia del contenido de aquellos lagos artificiales: dos de los depósitos
más grandes no solo estaban peligrosamente contaminados con mercurio y fosfatos,
sino que también contenían rastros de enormes floraciones de algas tóxicas.
Los investigadores atribuyen la presencia de contaminación por mercurio al cinabrio,
un mineral constituido por sulfuro mercúrico. Los mayas extraían este mineral y
lo mezclaban con óxido de hierro para crear un polvo de color rojo sangre que
se usa como pigmento y tinte. El rojo brillante que cubre el interior de casi
todos los sepulcros de la nobleza de Tikal tenía un significado especial para
los mayas. Una tumba excavada por los arqueólogos contenía unos diez kilos de
cinabrio en polvo.
El uso generalizado de cinabrio por los residentes de Tikal, especialmente
en los templos y en el palacio principal de la ciudad y sus alrededores,
probablemente provocó que grandes cantidades de polvo tóxico cargado de
mercurio se acumularan en los depósitos durante las épocas de lluvias.
«El agua potable que usaban para beber y cocinar las élites gobernantes y
sacerdotales de Tikal se suministraba a partir de los embalses del Palacio y el
Gran Templo», escriben los investigadores en su estudio. Como resultado, las familias
prominentes de Tikal se envenenaron lentamente a base de beber y de consumir alimentos
con mercurio en cada comida.
Otro factor decisivo en el declive de Tikal fue la floración de algas verdeazuladas
productoras de toxinas. Una floración de algas es el resultado visible de la
multiplicación y acumulación en cuestión de horas o días de organismos
fitoplanctónicos (algas y cianobacterias), que se produce en condiciones
ambientales como el aumento de temperatura, la acumulación de nutrientes
disponibles o la inmovilidad de la masa de agua que producen eutrofización.
Tales floraciones pueden producir alteraciones biológicas que algunos estudios las
responsabilizan de la extinción de algunos
grupos de dinosaurios.
El equipo de investigación encontró rastros de ADN de dos de estas especies
de algas en los sedimentos de los embalses de Tikal. Lo verdaderamente
peligroso de las toxinas producidas por estas algas es que son resistentes a la
ebullición, así que, aunque los habitantes la hirvieran antes de consumirla, el
agua resultaba tóxica para el consumo.
A fines de los años 800, los sedimentos de los dos depósitos centrales de
Tikal se cargaron con fosfato, un nutriente que las algas verdeazuladas
necesitan para proliferar. Estos altos niveles de fosfato se acumularon después
de siglos de lavado de utensilios de cocina y menajes de cerámica en el
depósito que fueron agregando materia orgánica a las aguas.
Además, los investigadores también señalan que un vertedero repleto de
desperdicios de comida estaba situado lo suficientemente cerca de uno de los
depósitos como para que, durante las estaciones lluviosas, el lixiviado de las basuras
acabara directamente en el depósito.
Cuando los depósitos cargados de fosfato de la ciudad estallaron en una
floración de algas verdeazuladas tóxicas, los habitantes probablemente notaron que
algo estaba pasando: el agua se había vuelto un líquido nauseabundo y fétido imposible
de consumir.
Perder el uso de dos grandes reservas de agua fue devastador para Tikal. Investigaciones
previas habían identificado un período de sequía entre los años 820 y 870,
un período que corresponde con las capas de sedimentos en las que se
encontraron las algas verdeazuladas y el mercurio. Tomados en conjunto, el
clima seco y el suministro de agua contaminada pudo haber llevado a los mayas a
sospechar que sus gobernantes no habían logrado apaciguar a los dioses.
Estos acontecimientos desgraciados trajeron como resultado una población
desmoralizada que, ante la disminución del suministro de agua y alimentos, se
mostró dispuesta a abandonar sus hogares.
El agua envenenada no fue la única causa de la caída de Tikal, pero la transformación
de los depósitos centrales de aguas en lugares insalubres que provocaban
enfermedades habría ayudado práctica y simbólicamente al abandono de aquella
magnífica ciudad. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.