Como probablemente tenga alguna caja de aspirina por casa, lea el prospecto. Comprobará que el más popular, acreditado y eficaz de los medicamentos caseros está basado en un principio activo (el componente de un medicamento con propiedades terapéuticas): el ácido acetilsalicílico. Salicílico viene de Salix, el nombre que los romanos daban a los sauces y que ha sido conservado por los botánicos para denominar a un género en el que se incluyen grandes árboles como el sauce blanco (Salix alba) y arbustos minúsculos como Salix alpina que se arrastran debajo de la nieve en las altas montaña o en los climas boreales fríos.
Aunque el uso medicinal de los sauces se remonta al origen de las civilizaciones, si usted tiene algún dolor, algo de fiebre o una ligera inflamación no se le ocurrirá salir al campo a roer cortezas o a masticar hojas de sauce. Apuesto a que se tomará una aspirina, un reputado analgésico, antipirético y antiinflamatorio.
Lógico ¿no? Pues aplique la misma lógica a coca y cocaína y entenderá algo que sorprende a los turistas cuando viajan por un país andino: la hoja de coca se vende en los mercados, se consume en infusiones como si tal cosa o se mastica como si fuera chicle, lo que no impide que el tráfico e incluso el simple consumo de cocaína sea un delito penado por la ley.
Aunque hay otras especies del género Erythroxylum que se consumen en menor medida, la coca por antonomasia es la coca andina Erythroxylum coca, un arbusto que apenas supera los dos metros de altura, de tallos leñosos y hojas elipsoidales, medianas, muy fragantes y de color verde intenso. Como pueden ver en las fotografías, sus flores son minúsculas y de color blanco. Los frutos, unas drupas de color rojo o anaranjado, prácticamente no tienen pulpa y miden alrededor de 1 cm de largo.
El uso de las hojas de coca entre los pueblos andinos se remonta, cuando menos, a unos seis mil años A.C. y hoy continúa siendo de uso común entre los actuales grupos indígenas de las zonas andinas, que mastican las hojas para suprimir el hambre, la fatiga y el mal de altura o soroche.
En las hojas de coca hay cantidades muy pequeñas del principio psicoactivo, que reside en unos alcaloides que apenas representan entre el 0,5 y-el 1,5% del peso en seco de la hoja; el principal de ellos (entre un 30-50%) es la cocaína.
Como el contenido en cocaína es muy bajo y su molécula está firmemente anclada en el conjunto químico de las hojas, su liberación se consigue mediante el “acullicar”, el acto de introducir las hojas de coca en la boca y humedecerlas con saliva hasta formar un bolo del que se extraen lentamente las sustancias activas y estimulantes, lo que provoca más o menos rápidamente una sensación de anestesia en la lengua y en las mucosas bucales.
Para mejorar el proceso químico de liberación de la cocaína es necesario agregar periódicamente un poco de catalizador alcalino al bolomientras se mantiene entre las encías y el interior de los carrillos, por lo general una ceniza rica en bicarbonato cálcico de origen vegetal, que se dispensa con la llipta o toqra, un comprimido de ceniza en forma de pequeños bloques fabricados a partir de la ceniza del tallo de la quinoa (Chenopodium quinoa) o con la ayuda de un palillo previamente humedecido con saliva y sumergido en cal apagada dentro de un recipiente, el puru o mambero.
La hoja de coca es la materia prima que se utiliza para la producción en laboratorio del clorhidrato de cocaína, una poderosa sustancia estimulante y anestésica extraída químicamente de grandes cantidades de hojas. La absorción de la cocaína en su forma tradicional masticada es mucho menos rápida y eficiente que en las formas purificadas del clorhidrato de cocaína y no causa los mismos efectos psicoactivos y eufóricos asociados con el uso de la droga salida del laboratorio. La adicción, el daño corporal o neurológico u otros efectos nocivos del consumo de la hoja en su forma natural no se han documentado ni demostrado científicamente.
Hasta el surgimiento del imperio Inca (aproximadamente en el año 1400 D.C.), el uso de la coca estaba al alcance de la población en general. En tiempo de los incas pasó a ser monopolizada por el Estado inca y a ser considerada un artículo de lujo utilizado durante los ritos sacerdotales por los emperadores incas y nobles. Se usa también como revitalizador energético de los correos que recorrían a la carrera los dominios imperiales.
La eficacia de la hoja de coca como estimulante fue reconocida por los españoles desde el mismo momento en que llegaron a Sudamérica en el siglo XVI. Su consumo fue fomentado por los conquistadores para ampliar las horas de trabajo de la mano de obra nativa y desde entonces su uso volvió a popularizarse entre la población indígena.
El uso de la coca se conoce en Europa desde principios del siglo XVI, aunque no tuvo aplicación alguna hasta que el químico alemán Albert Niemann logró aislar la cocaína en 1859. Fue comercializada como medicamento en Estados Unidos en 1882, fundamentalmente para amortiguar el dolor en odontología y para el tratamiento de la gota.
Pero el verdadero apóstol de sus propiedades farmacológicas fue el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. En 1884 leyó un artículo de un médico militar alemán que llevaba por título Importancia y efectos psicológicos de la cocaína, y aunque nunca había oído hablar de esta sustancia, intuyó la posibilidad de que podría servir para el tratamiento de ciertas enfermedades mentales.
A partir de ese momento, Freud inició sus estudios sobre la cocaína. Empezó por probarla él mismo y comprobó una mejoría en su estado depresivo, además de una mayor seguridad y capacidad de trabajo. En el transcurso de sus ensayos, Freud comprobó que la lengua y los labios quedaban insensibilizados después de haber consumido cocaína, lo que calmaba los dolores de la mucosa bucal y los debidos a gingivitis, un efecto anestésico que ya aprovechaban los dentistas americanos.
En 1884, Freud escribió su famoso trabajo Über Coca (Sobre la coca), en el que afirmaba que esta sustancia era un medicamento muy eficaz para combatir la depresión, eliminar molestias gástricas de tipo nervioso e incrementar la capacidad de rendimiento físico e intelectual. Afirmaba también que no producía hábito, ni efectos secundarios, ni vicio.
El entusiasmado Freud escribió cinco artículos de auténtico proselitismo sobre la cocaína, pero tras comprobar sus efectos indeseables, incluida la muerte de su amigo y colega Ernst Fleischl, recogió velas, abominó de la droga y finalmente impidió que los artículos figurasen en sus obras completas. No obstante, recomendó la cocaína al oftalmólogo Carl Köller, quien confirmó su gran eficacia en forma de colirio como anestésico en intervenciones quirúrgicas oculares como las cataratas. Con este descubrimiento, la medicina dio un paso de gigante y nació la anestesia local.
Sin embargo, el mayor éxito “terapéutico” de la cocaína surgió con su inclusión en multitud de “brebajes curalotodos" que se vendían por sus propiedades energizantes y vigorizantes. El más famoso de todos esos elixires fue el desarrollado por el químico y farmacéutico corso Angelo Mariani, que elaboró un vino con extractos de hojas de coca patentado como “Vino Mariani”. Mariani fundó, en 1863, la primera gran industria basada en la coca, e incluso recibió una condecoración del Papa León XIII por sus méritos en pro de la Humanidad.
En Estados Unidos, el farmacéutico John Styth Pemberton formuló en 1885 un sucedáneo exento de alcohol de este vino, al que llamó “French Wine Coca”. Pemberton cambió la fórmula de Mariani, reemplazando el alcohol con extracto de la nuez del árbol de la cola (Cola acuminata) y sustituyendo el agua natural por agua gaseosa: había nacido la Coca-Cola.
En 1886, la publicidad de Coca-Cola se basaba en la promoción de sus ingredientes principales: los extractos de la hoja de coca y la nuez de cola. En 1903 la coca fue sustituida por cafeína. De la cola nunca más se supo. Y así hasta ahora. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.