Un abejorro común rebuscando en una flor de arañuela (Nigella damascena) |
Hace ahora un año escribí
en estas mismas páginas el profundo y embriagador aroma que emana por estas
fechas de las flores de los tilos (Tilia platyphyllos) plantados en la
recoleta plaza del Padre Lecanda. Liberados ahora del confinamiento, ha llegado el momento de observar las acrobacias aéreas que realizan estos días las hembras
de los abejorros a la sombra de los tilos en flor.
El abejorro común o abejorro zapador (Bombus terrestris) es uno de los abejorros más comunes de Europa. Tiene el cuerpo negro con bandas amarillas. Se diferencia de otras especies de abejorros por el color blanquecino del extremo del abdomen. Es relativamente grande: la reina tiene de 2 a 2,7 cm de longitud y las obreras entre 1,5 y 2 cm.
Sin llegar a formar las enormes colonias que caracterizan las colmenas de
las abejas, los abejorros forman colonias que pueden llegar a agrupar hasta
cuatrocientos individuos. Las reinas, que así se llama a los ejemplares que ponen
los huevos necesarios para formar una colonia, son las únicas que sobreviven el
invierno para resurgir entrada la primavera. En cuanto la reina encuentra
néctar para recuperar energías, empieza a buscar un lugar para anidar,
que suele ser una madriguera subterránea abandonada por un roedor, cualquier
hueco de un tronco añejo o la fisura de un paredón.
Encontrado el nido y bien alimentada, la reina, fecundada el año anterior,
pone un número pequeño de huevos. De los huevos surgirán más tarde las obreras
de la primera camada, que se encargarán de todas las tareas de alimentación, del cuidado
de las nuevas camadas, y de la construcción en el interior del nido de una
especie de ánforas en las que almacenarán néctar y polen para alimentar a la
colonia. Las obreras de esa primera camada son pequeñas, las de camadas posteriores
suelen ser algo más grandes, pero nunca tanto como las reinas.
Hacia el fin del verano la reina pone algunos huevos no fertilizados
(haploides); unos darán lugar a machos y otros, cuyas larvas reciben más
alimentos, serán hembras fértiles, es decir, futuras reinas. Después de que los
machos y hembras se apareen, las nuevas reinas ya fecundadas buscan un lugar
donde hibernar y todos los demás miembros de la colonia mueren.
Los abejorros dependen de los recursos de polen y néctar para obtener los nutrientes
esenciales a medida que construyen sus colonias de verano. La primavera puede
ser muy impredecible. Si los abejorros reinas emergen de su sueño demasiado
temprano o demasiado tarde, pueden perder el período de floración de las
plantas de las que dependen para alimentarse. Igualmente, las propias plantas perderán
los importantes servicios de polinización que le prestan los insectos.
Imagínese que es usted un abejorro reina que sale de su nido con los
primeros calores de la primavera y se encuentra con que las plantas con las que
ha de alimentarse usted y “lo que venga” no han florecido. Todo un problema que,
según se acaba de
demostrar, los abejorros resuelven con un poco de mordisqueo gracias
al cual pueden “convencer” a algunas plantas para que florezcan.
Gracias a una serie de experimentos, se ha podido demostrar que al menos tres
especies de abejorros, entre otros nuestro abejorro común, son capaces de
inducir la floración temprana a base de mordisquear las hojas de mostazas y
tomateras. Las reinas aterrizan en la hoja y hacen una serie de pequeños
agujeros con sus mandíbulas antes de volar hasta otra hoja. Los insectos no
parecían estar comiéndose la hoja ni se llevaban trozos de hoja cuando volaban.
Sorprendentemente, en cada experimento realizado el mordisqueo de las hojas dio
como resultado tiempos de floración más tempranos en ambas especies de plantas.
Por su parte, las obreras de las primeras camadas también se afanan en
perforar las hojas mordisqueándolas o perforándolas con sus finas trompas. Los resultados son más que notables.
Las plantas mordisqueadas o perforadas florecieron una media de 30 días antes que
las plantas ilesas. Cuando los científicos intentaron simular mordiscos y
perforaciones con agujas, pinzas y tijeras, solo lograron provocar la floración
un promedio de 8 días antes que las plantas no dañadas. Lo que esto significa
es que hay algo en los mordiscos de un abejorro que envía una señal a la planta
para que comience a florecer. Quizás haya una señal química en la saliva del
abejorro, pero eso está todavía por demostrar.
A) Imágenes secuenciales de un abejorro obrero perforando una hoja con su trompa. (B) Un obrero corta una hoja con sus mandíbulas. (C) Daño característico infligido por abejorros. Fuente. |
A través de una serie compleja de ensayos experimentales, los científicos
también pudieron demostrar que este comportamiento era el resultado de la escasez
de polen más que de néctar. A medida que la disponibilidad de polen aumentó
tanto artificialmente (al agregar plantas ya florecidas) como de forma natural
(a medida que pasó el tiempo, más plantas florecieron), el comportamiento de
morder las hojas disminuyó. Eso sucedía cuando había néctar disponible. El
polen es una fuente de alimento rico en proteínas para los abejorros y es
especialmente importante para el desarrollo de sus larvas. Al inducir a las
plantas a florecer temprano, se aseguran de que habrá un suministro de polen
cuando más lo necesiten.
Considerando el papel que juegan estos insectos en la polinización de muchas
plantas, es probable que esta interacción beneficie a ambos en alguna medida; los
abejorros pueden obtener recursos florales mucho antes de lo que normalmente
estarían disponibles, mientras las plantas florecen cuando hay polinizadores activos
en el territorio.
Estos resultados abren otra ventana a la multitud de formas gracias a las cuales interactúan las
plantas y sus polinizadores. Dado que se sabe que las plantas cambian los sistemas de castas en las colmenas
de abejas sociales, no
debería sorprendernos saber que otras abejas y abejorros también guarden otros ases
en la manga. ©Manuel
Peinado Lorca. @mpeinadolorca.