Cuando la esclavitud se
extendió por el mundo, la malaria o paludismo, una enfermedad endémica de
África, se transformó en pandemia.
Según la leyenda, el
primer europeo en curarse de la malaria fue la condesa de Chinchón, esposa del
virrey español en Perú. Incapaz de contener las oleadas cada vez más fuertes de
fiebre que no cesaban con los remedios habituales (sangrías), el médico de la
corte le administró en 1638 una pócima elaborada con la corteza de un árbol que
crecía en las laderas orientales de las montañas andinas. Mano de santo.