Un murciélago lengüilargo sin cola (Anoura geoffroyi), libando en la flor de un viejito (Espostoa frutescens). Foto |
Las plantas con flores han
desarrollado una extraordinaria variedad de señales para atraer y guiar a sus
polinizadores. La mayoría de las flores dependen de señales visuales y químicas
que incluyen desde colores brillantes hasta olores seductores e incluso engaños
sexuales, pero algunas plantas polinizadas por murciélagos (flores
quiropterófilas) han desarrollado superficies reflectantes para guiar a los
murciélagos ecolocalizadores (1,
2,
3,
4).
Todas las señales florales eco-acústicas conocidas se basan en los mismos
principios básicos de la reflectividad del sonar.
En un artículo
publicado el pasado mes de diciembre se revela un mecanismo hasta ahora
desconocido a través del cual un cactus columnar quiropterófilo de los Andes
ecuatorianos, Espostoa frutescens, mejora su comunicación acústica con
los murciélagos gracias a la mayor absorción del área que rodea la flor
objetivo, mejorando así el contraste eco-acústico. El mecanismo descansa en la
formación de un cefalio alrededor de la flor. Los cefalios, de los que me ocupé
en
este artículo, son estructuras generalmente coloreadas, lanudas y cubiertas
de cerdas que surge en el ápice de crecimiento de algunos cactus.
Espostoa frutescens es un
precioso cactus columnar que puede alcanzar varios metros de altura y que crece
entre los 500 y los 2.100 metros de altitud en los Andes ecuatorianos. Como
muchos otros cactus que crecen en las montañas, cuya pilosidad canosa les ha
hecho merecedores del nombre de “viejitos”, esta especie está cubierta por una
densa capa de tricomas
peludos. Estos pelos cumplen una función importante en estas montañas: proteger
el cuerpo de la planta del calor excesivo, el frío, el viento y la radiación ultravioleta.
Las flores de Espostoa crecen sobre cefalios especiales. En la foto E. hylaea. |
E. frutescens lleva el
uso de los tricomas un paso más allá cuando llega el momento de la floración. Forma
parte de un grupo de cactáceas que producen una densa capa de pelos (cefalios) alrededor
de sus botones florales. Se piensa que los cefalios han evolucionado como un
medio para proteger el crecimiento de flores y frutos de los elementos
externos. Esa función protectora se amplía ahora gracias a que los científicos han
descubierto que, al menos en algunos cactus, el cefalio también puede
desempeñar un papel importante en la atracción de murciélagos.
Desde que el biólogo italiano
Lazzaro Spallanzani descubriera
el fenómeno en pleno siglo XVIII, los murciélagos son conocidos por su uso
de la ecolocación. Como criaturas que vuelan en la oscuridad, dependen del
sonido y del olor, en lugar de utilizar la vista, para encontrar alimento. Cada
vez conocemos más acerca de muchas plantas que se benefician de ello para
producir estructuras que aumentan el efecto sonar haciéndolas más atractivas
para sus visitantes nocturnos. Algunas plantas, como Mucuna holtonii y Marcgravia
evenia, lo hacen para mejorar la polinización. Otras, como Nepenthes
hemsleyana, para obtener una comida rica en nitrógeno.
El mecanismo desarrollado por E.
frutescens difiere de los ejemplos conocidos hasta ahora en que no trata de
reflejar como un sonar los ultrasonidos emitidos por los murciélagos, sino de
absorber frecuencias específicas. Un examen minucioso de los pelos que conforman
el cefalio de E. frutescens reveló que estaban extremadamente bien
adaptados para absorber frecuencias ultrasónicas en el rango de los 90 kHz. Esta
absorción, que en principio puede resultar aleatoria adquiere pleno significado
cuando se descubre quién poliniza exactamente a este cactus.
Anoura geoffroy. Foto |
El principal polinizador de E.
frutescens es el murciélago lengüilargo sin cola (Anoura geoffroyi),
una especie de quiróptero que se encuentra desde el centro de México hasta
Bolivia y el sureste de Brasil. Esta especie ecolocaliza usando frecuencias
cercanas al rango de los 90 kHz. Mientras que la mayor parte del cuerpo del
cactus refleja en forma de eco inapreciable para nuestros oídos el resto de las
frecuencias, los cefalios actúan como un fuerte absorbente de los chillidos ultrasónicos,
atenuando el sonido en -14 decibelios en comparación con otras partes del
cuerpo columnar.
Lo que demostraron los
experimentos es que la absorción de las frecuencias de llamada de ecolocación
de los murciélagos lengüilargos que se acercaban al cactus era más alta
alrededor de los cefalios peludos. Eso significa que, en lugar de hacer que las
flores sean más reflectantes, las plantas también pueden desarrollar
estructuras específicas para atenuar el eco de fondo, mejorando así el
contraste acústico del objetivo.
Esencialmente, el área de
recompensa floral de esta especie presenta una superficie mucho más “tranquila”
que el resto de la planta. Es muy posible que esto funcione como una especie de
tarjeta de presentación para los murciélagos de Geoffroy que buscan su próxima
comida. Eso tiene sentido desde el punto de vista de la comunicación, ya que no
solo ahorra a los murciélagos un valioso tiempo para alimentarse, sino que
también aumenta las posibilidades de polinización cruzada para el cactus.
Para obtener suficiente energía
del rico néctar de las flores, los murciélagos deben recorrer grandes
distancias. Cualquier cosa que los ayude a localizar una comida de forma más
rápida aumentará las visitas a esa flor. Al cambiar la forma en que las flores "aparecen"
ante las silenciosas criaturas de la noche, plantas y polinizadores obtienen
una considerable ventaja.
Es importante señalar que, en
este momento, la investigación solo ha podido demostrar que los pelos que
rodean las flores de E. frutescens son más absorbentes a las frecuencias
ultrasónicas utilizadas por Anoura geoffroyi. Todavía desconocemos si los
murciélagos prefieren o no visitar flores provistas de cefalia. Aunque sea así,
esta investigación abre camino para realizar más experimentos sobre cómo plantas
como E. frutescens pueden "comunicarse" con sus polinizadores nocturnos.
©Manuel
Peinado Lorca. @mpeinadolorca.