Los sucesos narrados por Shakespeare en su tragedia Hamlet
son los siguientes: el rey Hamlet de Dinamarca muere repentinamente. Unas
semanas después su hermano Claudio se casa con cuñada viuda, la reina Gertrude.
Según la explicación oficial, la causa de la muerte del rey fue la mordedura de
una serpiente. El espectro del rey se aparece a su hijo, el príncipe Hamlet, y
le dice que su propio hermano, Claudio, ahora proclamado rey y convertido en su
padrastro, lo ha asesinado:
«[…] Escúchame ahora, Hamlet. Esparciose la voz de que estando en mi jardín dormido me mordió una serpiente. Todos los oídos de Dinamarca fueron groseramente engañados con esta fabulosa invención; pero tú debes saber, mancebo generoso, que la serpiente que mordió a tu padre hoy ciñe su corona».
Luego, el espectro le aclara cuándo, cómo y por quién fue
asesinado:
«Dormía yo una tarde en mi jardín según lo acostumbraba siempre. Tu tío me sorprende en aquella hora de quietud, y trayendo consigo una ampolla de licor venenoso, derrama en mi oído su ponzoñosa destilación, la cual, de tal manera es contraria a la sangre del hombre, que semejante en la sutileza al mercurio, se dilata por todas las entradas y conductos del cuerpo, y con súbita fuerza le ocupa, cuajando la más pura y robusta sangre, como la leche con las gotas ácidas. […] Así fue como, estando durmiendo, perdí a manos de mi hermano mismo, mi corona, mi esposa y mi vida a un tiempo».
El texto que cito corresponde a la escena XII del primer acto de
la edición
de 1898 que figura en la web del Instituto Cervantes. Llamo la atención, usando
negritas, de que en esa versión se adjudica el envenenamiento a un licor
venenoso. Abro ahora la edición original
inglesa y compruebo de que en ella no se habla de licor alguno. Shakespeare escribió
que el regicida había vertido en el oído de su hermano «juice of
cursed hebenon in a vial», es decir, jugo de hebenon vertido
desde una ampolla.
Hebenon es el nombre común de una planta cuya
identificación botánica ha sido objeto de cierta controversia, en general
centrada en dos palabras: ebony y henbane. La primera es el
nombre común inglés del ébano (Dyospiros ebenum) un árbol de origen
indio que se trajo por primera vez a Roma hace más de 2.000 años y se
comercializó profusamente entre la nobleza y la alta burguesía durante el
Renacimiento. El destino de la madera negra de ébano era la fabricación de
muebles y de ahí la derivación de la palabra “ebanistería”. No hay conexión
alguna entre el ébano y su uso como veneno, habida cuenta de que incluso sus semillas
tienen propiedades medicinales beneficiosas, sobre todo como antioxidantes.
Fuente: Kew Botanical Gardens. |
Henbane o su corrupción léxica hebenon (un
vulgarismo usado por las clases populares inglesas para las que Shakespeare
escribía sus obras ya que, al fin y al cabo, eran las que llenaban los teatros)
es, por el contrario, el nombre común de una planta, el beleño negro (Hyosciamus
niger), cuyas propiedades tóxicas y alucinógenas eran conocidas al menos
desde la Edad Media por ser de uso común entre magos, brujas y curanderos. Por
lo tanto, se cree que el misterio de la identificación del nombre hebenon
se resuelve cuando se identifica el hápax shakesperiano con Hyoscyamus niger,
reforzado porque las terminaciones -benon (venom) y -bane signican
lo mismo: veneno.
El beleño pertenece a la familia de las solanáceas, en la
que también se incluyen alimentos tan comunes como tomates, papas, berenjenas,
pimientos, además del tabaco. Dos géneros de esa familia, Hyoscyamus y Scopolia
contienen dos ingredientes activos: hiosciamina y escopolamina, mientras que otro
anestésico y vasodilatador, la atropina, se extrae de otras plantas de la misma
familia como el estramonio (Datura stramonium) y la burundanga o
floripondio (Brugmansia arborea) cuyos efectos tóxicos y su empleo con
fines criminales son bien conocidos en los archivos forenses y policiales.
Todas estas sustancias no tienen una función conocida en las plantas en las que
se encuentran.
La escopolamina y la atropina son sustancias anticolinérgicas,
lo que quiere decir que actúan bloqueando alguno de los receptores de la acetilcolina. En el
cerebro de los mamíferos, la información entre las neuronas se transmite a
través de sustancias químicas denominadas neurotransmisores, que se liberan en
las sinapsis neuronales como respuesta a un estímulo específico. El neurotransmisor
secretado actúa en sitios receptores especializados y altamente selectivos, que
se localizan en la célula postsináptica, lo que provoca cambios en el
metabolismo de ésta modificando su actividad celular. La función de la acetilcolina,
al igual que otros neurotransmisores, es mediar en la actividad sináptica del
sistema nervioso.
La relativa facilidad con que la escopolamina cruza la
barrera hematoencefálica hace que sus efectos sobre el sistema nervioso central
sean más importantes que otras drogas anticolinérgicas. La vida media de la
escopolamina en plasma es de 3 horas y su uso en dosis tóxicas (aproximadamente
10 mg) se acompaña de pulso rápido y débil, parálisis del iris, visión borrosa,
piel seca, cálida y rojiza, disminución de la peristalsis intestinal y la
motilidad, ataxia,
alucinaciones y eventualmente coma y muerte.
Tanto la atropina como la escopolamina tienen una larga
historia de brujería, y las acciones analgésicas y anestésicas de estos
fármacos, aisladas o en combinación con opioides y estramonio, se
conocen desde hace siglos. Brujas y curanderos disolvían extractos de beleño
en vino tinto para que el alcohol intensificara e hiciera más efectivo el jugo de
la planta que se usaba para el dolor de muelas, las jaquecas y migrañas, los
dolores abdominales, los cólicos nefríticos, la disnea y todo lo que quepa
imaginar.
De hecho, se puede decir que el beleño es el primer analgésico
natural conocido en Europa antes del desarrollo de la agricultura.
Probablemente su efecto venenoso fue observado por primera vez en el uso accidental
para la alimentación de animales domésticos. Así, de modo empírico, los humanos
identificaron las propiedades tóxicas de la hierba, la evitaron deliberadamente
para sus uso doméstico y la emplearon con
fines narcóticos al menos desde el Neolítico y están relacionadas
por Dioscórides en el siglo I AC.
Por lo demás, sus propiedades eran tan populares como para
ser citadas por Cervantes (Don Quijote, parte I, capítulo 18), y
Calderón de La Barca (La Vida Es Sueño, segundo episodio), mientras que los
episodios relacionados con el uso criminal de la escopolamina eran de dominio
público en tiempos de Shakespeare. En 1560, el cirujano A. Paré fue acusado de
haber envenenado a Francisco II, rey de Francia, insuflando polvos venenosos en
su oído. En 1538, Francisco María I, Duque de Urbino, fue asesinado en Pésaro.
El crimen fue atribuido a un tal Luigi Gonzaga, que podría haber sobornado al
barbero y cirujano de los nobles para introducir el veneno en su oído. Es
posible que Shakespeare estuviera al tanto de estos episodios y usara el último
en la obra The Murder of Gonzago que unos actores representan en el acto
tercero, escena II de Hamlet. Los actores interpretan esa obra en la que el
nombre del asesino (Luigi Gonzaga) se cambia por el de la víctima. En la escena
IV del quinto acto del Eduardo II de Marlowe, un asesino usa polvos
venenosos introducidos en el oído real con la ayuda de una pluma.
Aunque se ha dudado de la capacidad de absorción de la
escopolamina a través de la piel del oído interno, hay
pruebas a favor de ella. La piel que recubre el canal auditivo está
rígidamente adherida al hueso y al cartílago subyacentes y es muy vulnerable a
un simple rasguño, que puede inflamarla y la vasodilatación o
neovascularización provocada por la inflamación la hace más capaz de absorber
drogas.
Se sabe que la posibilidad de un asesinato a través del
oído era conocida en la Italia del siglo XVI, y se basaba en el conocimiento en
esa época de la absorción
directa de algunas sustancias por el oído. Plinio en su Historia natural
(Libro 25.4.17), publicado en inglés en 1601, recomendaba verter aceite de
beleño para combatir el dolor de oídos, aunque advertía que puede causar trastorno
mental. La Henbane era una droga oficial citada en farmacopeas y
dispensarios ingleses antiguos y se usaba, como el
extracto de cannabis, en forma de gotas en el tratamiento del dolor de
oído. En 1949, el profesor de Farmacología David Macht demostró con experimentos
en animales que ciertos venenos, incluida la escopolamina, se pueden absorber a
través del oído, aun ileso. Aunque no conocemos ni la concentración utilizada
por un asesino ni la tasa de absorción de la droga, unos pocos miligramos instilados
en el oído pueden alcanzar niveles tóxicos en la sangre. Por lo tanto, la
ampolla que contenía el beleño que Claudio vertió en el oído del Rey Hamlet
podría haber contenido cantidades suficientemente altas de escopolamina para
cumplir su misión letal.
'Hamlet', en la mítica encarnación de Laurence Olivier para el filme del mismo nombre de 1948. |
El padre de Hamlet fue envenenado por una sustancia que fue
vertida en su oído mientras dormía. Julieta usó un narcótico para fingir su
propia muerte y Titania se enamoró de un hombre con cabeza de asno después de
que se le pusieran en los ojos el jugo de una flor. No quedan dudas de que algunas
nociones botánicas le dieron buenos recursos narrativos a William Shakespeare.
¿Podrán los más o menos 400 años de ciencia transcurridos desde
que el bardo escribió estas obras ofrecer algunas pistas o respuestas? La
verdad es que nunca sabremos si los venenos y drogas de esas obras estaban
basados en sustancias reales, y de estarlo, a cuáles se refería Shakespeare y
si funcionarían o no.
Tal vez sea mejor así. Después de todo, Shakespeare creó un repertorio
inmortal de obras y sonetos que exploran la condición humana y no un tratado de
etnobotánica. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.