Flores femeninas de Dendrocnide moroides. Foto. |
No hace falta tocarlos: los “gympie-gympies”, unos árboles urticantes de Australia y unas de las plantas más venenosas del mundo, pueden causar meses de dolor insoportable a quienes tienen la desgracia de acercarse a ellos.
Australia es un país duro y extraordinariamente ponzoñoso. Cuando aparezcas por allí, habrá decenas de criaturas venenosas dispuestas a liquidarte sin más trámites que morderte en un tobillo. Si estás atento a los animales, no faltarán plantas que te envíen al valle de Josafat. Y no hay que comérselas, no, basta con rozarlas o, sencillamente, con respirar cerca de ellas.
Si alguna vez has tocado alguna ortiga, habrás
comprobado que no resulta agradable. Las ortigas pertenecen al género Urtica, que da nombre a toda una
familia, las urticáceas, en la que se incluyen unos árboles australianos del
género Dendrocnide cuya temible picadura
convierte en caricias amorosas los roces con nuestras vulgares ortigas. Australia es un país duro y extraordinariamente ponzoñoso. Cuando aparezcas por allí, habrá decenas de criaturas venenosas dispuestas a liquidarte sin más trámites que morderte en un tobillo. Si estás atento a los animales, no faltarán plantas que te envíen al valle de Josafat. Y no hay que comérselas, no, basta con rozarlas o, sencillamente, con respirar cerca de ellas.
Crecen en los bosques lluviosos de Queensland y del norte de Nueva Gales del Sur, en el oeste de Australia. La especie más conocida (y dicen que la que provoca dolores más intensos) es Dendrocnide moroides, el árbol de los suicidas, cuya picadura puede llegar a ser lo suficientemente potente como para matar animales -perros y caballos- y humanos que hayan sufrido un contacto grave con un arbolillo al que los mineros que trabajaban en los filones de oro cerca de la ciudad de Gympie en la década de 1860 bautizaron como "gympie-gympie".
Hojas de D. moroides. Foto. |
Frutos de D. moroides. Foto. |
Marina no es la única en haber experimentado una
reacción alérgica a una de las seis especies de árboles urticantes que se
encuentran en Australia. Dendrocnide
excelsa, cuyas poblaciones aparecen en claros de bosques y a lo largo de
las sendas sobre suelos alterados, ha sido durante mucho tiempo una pesadilla para
quienes han tropezado o, simplemente se han acercado al terrible arbolito. En todas
partes, pero sobre todo en el Queensland rural, abundan
las historias de caballos agónicos saltando por los acantilados después de
morder sus vistosas drupas, trabajadores forestales emborrachándose hasta
perder el conocimiento para calmar el insoportable dolor, guardabosques hospitalizados,
científicos cegados por el dolor y militares que se pegan un tiro después de
usar una hoja del árbol con los “fines higiénicos” que podéis imaginaros.
Tricomas de Dendrocnide al microscopios electrócnico SEM. Foto de Marina Hurley |
Como la de las ortigas de nuestras latitudes que describió
mi amigo el biólogo y fotógrafo científico Luis Monje, la estructura y función
de los tricomas punzantes de Dendrocnide
es similar a la de otras cinco familias de plantas urticantes. Están compuestos
por una base formada por un grupo de células secretoras y una larga célula
especializada con forma de aguja. En la fotomacrografía adjunta, se
observa claramente la transparencia de la aguja y las células
secretoras de su base, cuya turgencia sea posiblemente la responsable de la
presión del líquido contenido en la aguja. La enorme célula especializada con
forma de aguja está hueca y sus finas paredes, que están silicificadas, son tan
extremadamente duras y trasparentes como una aguja de cristal hueco.
El líquido irritante que se aprecia por transparencia
al aproximarse a la aguja es una neurotoxina compuesta principalmente por
ácido fórmico, el mismo ácido que secretan al morder las hormigas (formicas, en latín) y es el responsable
del escozor que sentimos al rozar una ortiga. Otros componentes del líquido son
la acetilcolina y la histamina. La primera sustancia es un vasodilatador que
aumenta el tamaño y la permeabilidad de los capilares, mientras que la
histamina está implicada en las reacciones alérgicas que producen la irritación
de las mucosas y la hinchazón de los tejidos. Ambas sustancias son por tanto
las responsables de la rápida penetración del veneno y de las pequeñas ampollas
e hinchazones que surgen segundos después de la picadura de una ortiga.
Aunque la irritación producida por nuestras ortigas
comunes remite muy pronto, algunas especies tropicales como los gimpye-gimpyes tienen
tal cantidad de ácido fórmico que pueden resultar muy peligrosas. La mezcla de toxinas
es estable y resistente al calor y conserva sus propiedades productoras de
dolor durante décadas. Por eso, los ejemplares recolectados hace más de cien
años y conservados en herbarios, siguen provocando irritaciones.
Los tricomas urticantes son toda una maravilla
natural. La punta es un pequeño bulbo que se rompe al contacto
antes de que penetre en la piel . Examinando la punta de la
aguja a mayor aumento no se observan poros, pero se nota un pequeño
engrosamiento en el ápice, que se revela al microscopio óptico con cien
aumentos como una delicada microampolla (véase la siguiente foto).
Detalle de la microampolla apical del pelo urticante. |
Pero en el caso de los gympie-gympies ni siquiera
hace falta rozar las hojas o los tallos para sufrir las consecuencias. Basta
aproximarse a ellos para que el aire que se respira provoque episodios
intensos, duros y continuos de estornudos, hemorragias nasales y daños
respiratorios importantes si se permanece cerca de ellos sin protección durante
más de veinte minutos.
Sistema de inyección de los pelos urticantes de la ortiga y su similitud con una aguja hipodérmica. |
Aunque estas plantas resulten terroríficas, hay quien
se las come sin mayores problemas como demuestran los enormes agujeros que
presentan las hojas y los tallos más tiernos. Cuando Marina Hurley empezó su investigación
doctoral con dos especies, D. moroides
y D. cordifolia, la pregunta que
quería responder era ¿quién demonios podría engullir unas hojas que resultaban
tan dolorosas solo con tocarlas?
Hembra de Thylogale stigmatica. Foto |
Pero lo más sorprendente de todo fue descubrir que
ambas especies de árboles eran devorados vorazmente por unos canguros, los
pademelones de patas rojas (Thylogale stigmatica),
que se zampaban las hojas urticantes a la luz de la luna sin ningún problema.
Como
dijo Rafael Molina Sánchez “Lagartijo”: «¡Hay gente pa’tó!». © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.