Para los ginkgos, unos misteriosos árboles chinos, y probablemente para
otras muchas plantas de las que apenas sabemos nada, se diría que su condición innata
es la inmortalidad. Estos árboles, cuyas flores masculinas se muestran en la foto que encabeza este artículo, han desarrollado un ejército de armas moleculares
para mantenerse en forma durante la vejez. A diferencia de muchos otros
organismos, no parecen programados celularmente para morir.
En el patio del templo budista Gu Guanyin en China hay un árbol ginkgo
(Ginkgo biloba) que, cada otoño durante
1.400 años, ha estado desprendiendo sus hojas en silencio. Cuando el árbol
brotó de una semilla, Abderramán II era el califa omeya de Al-Andalus y aún
faltaban casi siete siglos para que Colón llegase a América. Desde allí, en las
montañas Zhongnan, el árbol ha sobrevivido al ascenso y la caída del Imperio Español
y al azote de la Peste Negra. Vio como la electricidad, el teléfono, el automóvil
o Internet revolucionaron la historia humana y contempló impávido a las mayores
potencias del mundo enfrentarse al infierno bélico de las dos guerras
mundiales. Ese árbol longevo probablemente seguirá existiendo durante décadas,
siglos o incluso milenios.
Los ginkgos poseen unas originales hojas con aspecto de abanico, únicas entre las plantas con semillas. |
El envejecimiento es una propiedad universal de los organismos
multicelulares. Aunque algunas especies de árboles pueden vivir durante siglos
o milenios, los mecanismos moleculares y metabólicos subyacentes a su
longevidad no están claros. Botánicos, genetistas y fisiólogos vegetales están
comenzando a descubrir algunos de los secretos de la asombrosa longevidad del
ginkgo, un misterio que los humanos que envejecemos a toda velocidad encontramos
difícil de comprender y, mucho menos, de replicar para difundir entre nosotros
la fuente
de la eterna juventud. Según un estudio
publicado esta semana en Proceedings
of the National Academy of Sciences, la revista de la Academia de Ciencias de
Estados Unidos, la salud de los ginkgos apenas disminuye a medida que envejecen.
Por el contrario, los árboles continúan bombeando unos compuestos bioquímicos que
los protegen de la senescencia.
Mientras que la mayoría de los organismos de edad avanzada sucumben fácilmente
a cualquier enfermedad, el sistema inmunológico de un ginkgo milenario se
parece mucho al de un joven árbol veinteañero. Y aunque el crecimiento de otros
organismos va desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, los viejos ginkgos
continúan como si nada hubiera cambiado. Su capacidad de resistencia y su vigor
juvenil se pueden observar a simple vista: los ginkgos milenarios producen tantas
semillas y tantas hojas como los ejemplares juveniles.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores que han publicado
los resultados de sus investigaciones en ese artículo compararon el ADN de ginkgos jóvenes y viejos,
centrándose en las células de las hojas y en el cambium vascular, un tipo de
tejido meristemático formado por células embrionarias que brota entre la madera
interna de un árbol (el leño) y la corteza externa. El cambium vascular es el
origen del xilema secundario (los vasos que transportan el agua desde las
raíces hacia arriba y que crecen hacia adentro; se reconocen como anillos de
crecimiento) y del floema secundario (los vasos que transportan la savia
elaborada en dirección a las raíces y que crecen hacia afuera), y se localiza
entre estos tejidos en el tallo y la raíz.
Para descubrir lo que estaba sucediendo a nivel genético, los
investigadores compararon la expresión génica en las hojas y el cambium. El
equipo analizó el ARN de los árboles, la producción de hormonas y el miRNA (las
biomoléculas que pueden activar y desactivar genes específicos) en árboles cuyas
edades oscilaban entre los tres hasta los 667 años. Al examinar los árboles más viejos, los investigadores descubrieron que los genes responsables del engrosamiento del cambium eran menos activos, por lo que la división celular parecía disminuir para producir anillos de tejido más delgados, pero también que el crecimiento no se había frenado después de cientos de años; de hecho, las tasas de crecimiento a veces se aceleraron. Además, el tamaño de la hoja, la capacidad fotosintética y la calidad de las semillas de los árboles, todos indicadores de un estado saludable, no diferían con la edad.
Flores masculinas y femeninas de Ginkgo biloba. Fuente. |
Como se esperaba, la expresión de genes asociados con la senescencia,
la etapa final y fatal de la vida, aumentó previsiblemente en las hojas
moribundas. Pero cuando los investigadores examinaron la expresión de esos
mismos genes en el cambium, no encontraron diferencias entre árboles jóvenes y
viejos. Eso sugiere que, aunque órganos como las hojas perezcan cada año, es
poco probable que los árboles mueran de vejez.
Además, los genes que codifican la producción de antioxidantes y antipatógenos
eran muy activos en árboles viejos y jóvenes, los que les ayuda a evitar
infecciones y sugiere que los árboles no pierden su capacidad de defenderse
contra los factores estresantes externos. Y aunque las hojas amarilleen, se
marchiten y mueran cada año, las células en el cambium no se deterioran de la
misma manera, en parte porque en ellas no se expresan los genes que provocan la
senescencia, la etapa final de la vida.
El fotógrafo científico Luis Monje, en Great Basin National Park, Nevada, posando junto a unos de los árboles más viejos del mundo, Pinus longaeva. |
Si toda esa maquinaria molecular continúa funcionando indefinidamente,
los ginkgos teóricamente podrían ser inmortales. Pero la inmortalidad no significa
ser invencibles: los árboles siguen muriendo debido a diferentes plagas, sequías,
fuegos naturales provocados por los rayos o por actividades humanas y otros episodios
dañinos.
Menos mal que es así. Si algunos seres vivos nunca murieran, el mundo
sería un lugar terriblemente lleno de gente extraordinariamente vieja como esta
medusa que desafía la muerte, que no dejaría recursos para otros organismos.
Entre los árboles, el ginkgo no está solo: las secoyas de California (Sequoidadendron giganteum) también pueden
vivir durante miles de años, los tejos ingleses no se consideran
"viejos" hasta que alcanzan los 900 años de edad, e incluso un pino norteamericano,
Pinus longaeva, ha alcanzado los 4.800
años. ©
Manuel Peinado Lorca, @mpeinadolorca.