El volcán Licancabur, con sus 5.940 metros, es uno de los hitos geológicos de Atacama. |
Los montículos de arena formados por la actividad de algunas aves
excavadoras que construyen nidos subterráneos en Atacama constituyen microhábitats
en los que las semillas pueden germinar rodeadas por un desierto casi desprovisto
de plantas vasculares.
Junto a los valles secos de McMurdo, los valles hiperáridos de la
Antárdida donde jamás llueve, la costa de Perú, la porción septentrional del
desierto de Atacama, es la zona más árida del mundo. Atacama se
formó hace unos tres millones de años a partir de un lecho marino. La causa principal
de que Atacama sea un desierto es un fenómeno climático conocido como efecto föhn
o foehn (Figura 1). Al ascender ladera arriba por las vertientes orientales de
los Andes, las nubes descargan el agua a barlovento, cubren de nieve la línea
de cumbres y descienden completamente secas hasta generar un desierto a
sotavento. Las precipitaciones del oeste se bloquean también gracias a sistemas
estables de alta presión -los anticiclones del Pacífico- que se mantienen junto
a la costa creando vientos alisios hacia el este que desplazan las tormentas.
Por su parte, la corriente de Humboldt transporta agua fría desde la
Antártida a lo largo de las costas chilena y peruana, que enfría las brisas
marinas del oeste, reduce la evaporación y crea una inversión térmica -aire
frío inmovilizado debajo de una capa de aire tibio-, que impide la formación de
grandes nubes productoras de lluvias. Toda la humedad creada progresivamente
por estas brisas marinas se condensa a lo largo de las escarpadas laderas de la
cordillera costera que miran hacia el Pacífico, creando ecosistemas costeros dominados
por cactus, suculentas y otros xerófitos.
Las lluvias que pueden ser detectadas por los pluviómetros -es decir,
de un litro por metro cuadrado o más- pueden tener lugar en el desierto costero
peruano una vez cada cuarenta años. La mayor parte del agua que reciben los
organismos altamente especializados que sobreviven en aquellos eriales no
proviene de la lluvia, sino de la niebla surgida del Pacífico. En su esfuerzo
por sobrevivir, plantas y animales han desarrollado algunas maravillosas estrategias
de supervivencia. Eso es lo que sucede en las Lomas, una zona de la Reserva
Nacional de Lachay, en cuyas planicies costeras aparecen unos curiosos montículos
arenosos que contrastan con los yermos que las rodean. A falta de lluvias, la
mayoría de las plantas de las Lomas depende de los tres meses de niebla
invernal para completar su ciclo de vida. Muchos componentes de la flora local
dependen de microclimas favorables para sobrevivir lo suficiente como para
reproducirse.
De acuerdo con un
artículo publicado el pasado mes de octubre en la revista Journal of Arid Environments, los
montículos de arena elaborados por los búhos y otras aves excavadoras de nidos subterráneos
albergan más plantas que los suelos desprovistos de vegetación vascular que los
rodean. Aunque los montículos contienen menos semillas, pueden proporcionar un
ambiente más protegido y húmedo para la germinación que los suelos esqueléticos
tapizados con una biocostra de cianobacterias, líquenes, musgos y algas.
Una pareja de lechuzas barrenadoras (Athene cunicularia) en los alrededores de su nido. Fuente |
Al excavar las madrigueras, las aves rompen la delgada biocostra que
alfombra ininterrumpidamente grandes extensiones de arena. Esta biocrostra es
un componente extraordinariamente importante a escala local. Estabiliza los
suelos arenosos y aumenta su fertilidad. También tiene un impacto considerable
en la infiltración de agua, la escorrentía, el albedo y la temperatura del
suelo.
Pero esa costra, tan favorable para los protófitos y los talófitos poiquilohidros,
inhibe el crecimiento de las semillas de los cormófitos de dos maneras. Las
semillas ancladas en la parte superior están expuestas al agresivo ambiente
hostil y es posible que jamás logren brotar. Además, la propia costra puede
actuar como una barrera que impide que el agua llegue a las semillas enterradas
en una cantidad suficiente como para que prosperen las plántulas. Pero cuando
las aves rompen la corteza al excavar la arena, las semillas se mezclan con ella
y el agua puede humedecer ese sustrato orgánico-mineral, una actividad que
permite que las semillas enterradas acumulen la humedad necesaria para
germinar.
Los investigadores que suscriben el artículo recogieron muestras de 61
montículos excavados por tres especies de aves: la lechuza barrenadora (Athene cunicularia) y dos especies de
pájaros mineros, el costero (Geositta
peruviana) y el grisáceo (G. maritima);
además, tomaron otras muestras no bioperturbadas del suelo de costra de los
alrededores de cada montículo. Unas y otras fueron llevadas hasta un
invernadero y regadas hasta que brotaron.
Figura 2. A. Perfil tipo de las zonas muestreadas. B. Paisaje del área de estudio. El sitio más bajo de los montículos está cubierto de biocostra, excepto donde está alterado por las madrigueras de las aves (bioperturbación en la imagen). C. Biocostra de cianobacterias que cubre el lugar de muestreo. D. Madriguera de la lechuza Athene cunicularia que aparece erguida de pie sobre su de bioperturbación. Ligeramente modificada de la publicación original. |
Los montículos de aves contenían una media de 1.015 semillas por metro
cuadrado, mientras que las áreas de costra del mismo tamaño albergaban más del
doble (2.740). Pero a la hora de germinar, los suelos alterados por las aves resultaron
ser mucho más fértiles que las costras: 213 plántulas brotaron de los
montículos bioperturbados en comparación con las 176 que germinaron en las
muestras procedentes de las costras. Además, aunque el banco de semillas de los
montículos compartía muchas especies con los suelos no perturbados, aparecieron
cinco casi exclusivas o mucho más abundantes en las áreas afectadas por las
aves. Entre ellas se encuentran las semillas de Solanum montanum, una especie ornitócora que produce bayas ingeridas
por las aves. Otras dos especies, Cistanthe
paniculata y Fuertesimalva peruviana, solo germinan y sobreviven
dentro y alrededor de las madrigueras.
Solanum montanum. Fuente |
Un incremento del crecimiento y la supervivencia de esta naturaleza,
por marginal que parezca, significa mucho en un paisaje tan duro y pone de
manifiesto que los "microhábitats" creados por las aves son
importantes para mantener la biodiversidad vegetal.
Aún más extraordinario es observar la especificidad de los propios
microclimas de las Lomas. Las plantas que crecen en los montículos no crecen de
manera uniforme. Pequeñas variaciones en el suelo del túmulo de la madriguera constituyen
una gran diferencia ecológica para las plantas. Los suelos cerca de la entrada
de una madriguera ocupada se alteran con mucha más frecuencia que los suelos de
la parte trasera del montículo. Se encontraron más plantas creciendo en esa
parte trasera, lo que demuestra cómo pequeñas variaciones en los microclimas
favorables pueden tener un impacto sorprendente en la supervivencia y
diversidad de las plantas.
Fuertisimalva peruviana. Fuente |
La razón por la que algunas plantas prosperan mejor en los suelos
alterados que en los cubiertos por la biocostra de cianobacterias no está del
todo clara. Es probable que algunas plantas simplemente no puedan atravesar la biocostra
cuando germinan. También es posible que las semillas de algunas de estas
especies no pueden atravesar la costra para poder formar un banco de semillas.
Esto no solo significa que el viento las arrastre, sino también que no estén en
contacto con el suelo como para absorber agua edáfica y germinar. A pesar de
contener menos semillas, cavar una madriguera puede desagregar el suelo lo
suficiente como para que las semillas queden enterradas y, por lo tanto, para que
puedan mantenerse en contacto con el suelo durante el tiempo suficiente para permitir
la germinación y poder crecer con normalidad.
Todo indica que estas tres especies de aves actúan como ingenieros de
ecosistemas en la costa peruana. Al provocar con su bioperturbación un mosaico
de diferentes condiciones edáficas, las aves crean también un mosaico de microhábitats
que mantienen diferentes especies de plantas. Por su parte, gracias a su
maravillosa capacidad de sobrevivir autónomamente, las plantas aprovechan
cualquier oportunidad de prosperar por inhóspito que sea el medio. ©
Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.