Ibis sagrado, Threskiornis aethiopicus. Fuente. |
Los antiguos egipcios capturaron y domesticaron temporalmente millones
de aves silvestres para momificar a los animales después de utilizarlos en sacrificios
rituales.
Si uno conduce unos treinta kilómetros al sur de El Cairo dejándose
guiar por la gran pirámide escalonada de Djoser, llegará a la enigmática
Saqqara, la necrópolis principal de la ciudad de Menfis. Este complejo de
pirámides, tumbas y catacumbas guarda los secretos ceremoniales funerarios de un
período que se extiende desde la Vigésimo Sexta Dinastía (664–525 a. C.)
hasta los tiempos grecorromanos (d. C. 250).
Recibir sepultura en Saqqara no era solo privilegio para faraones o
altos funcionarios; allí también se enterraban animales… y muchos.
Probablemente para servir como exvotos, se disecaron halcones, gatos, babuinos,
toros y otros animales, aunque ninguno de ellos en cantidades tan grandes como
los ibis. Un cálculo
aproximado cifra en cuatro millones el número de ibis momificados de Saqqara
y probablemente todos son ibis sagrados africanos (Threskiornis aethiopicus), una especie actualmente extinguida en
Egipto. Durante los 400 años de ceremonias celebradas en el período
grecorromano, estas aves fueron enterradas a un ritmo de 10 000 por año. Se
cree que hay enterrados otros cuatro millones en la necrópolis Tuna-el-Yebel de Hermópolis.
Unas cifras tan enormes invitaron a pensar que alguna vez Egipto debió producir ibis a
una escala industrial increíble.
Los ibis sagrados tuvieron la mala suerte de ser asociados con Thoth,
el dios de la sabiduría y la escritura con cabeza de ibis. Si tenemos en cuenta
el número de aves momificadas en Saqqara, a Thoth no le faltaban seguidores;
esas desdichadas criaturas, que se ofrecían a su imagen y semejanza, dan
testimonio de su popularidad. Sin embargo, a razón de 10 000 ofrendas anuales,
la presión sobre la población de ibis sagrados del área de Saqqara habría sido
masiva y en unos pocos años la captura de ejemplares silvestres es muy posible que
hubiera acabado con ellos.
A) Una escena del Libro de los muertos (Egyptian Museum) que muestra al dios Thoth con cabeza de ibis anotando el resultado del juicio final. B y D) Ejemplos de los millones de momias votivas presentadas como ofrendas por los peregrinos al Dios Thoth. C) Vasijas de cerámica que contienen momias "votivas" apiladas en la catacumba de North Ibis en Saqqara. Fuente. |
Aunque los ibis vivos bien pudieran haberse importado de todo Egipto e
incluso desde más lejos, la avicultura local parece una alternativa mejor para
asegurar un suministro continuo de aves rituales. Pero ¿podrían haberse criado
ibis como si fueran aves de corral? ¿Y cómo? No faltan pruebas de que algunos
animales fueron criados en santuarios por los antiguos egipcios. Incluso los
sacerdotes criaron cocodrilos en o cerca de algunos lugares sagrados. Pero la
reproducción y la cría de miles de ibis sagrados al año para una ceremonia
fúnebre es una enorme tarea. Dado que los ibis sagrados producen entre dos y
cinco huevos al año, aunque supongamos que prosperaran cuatro de ellos como
media, eso exige criar en cautiverio 2 500 parejas y atender a un total de 15 000
aves.
Los ibis sagrados son bastante fáciles de criar en cautiverio y, si se
les quitan los huevos para que sean incubados -por ejemplo, por gallinas- o se
les arrebatan los polluelos, repiten la puesta hasta tres veces al año. Con esa
capacidad reproductiva, las crías producidas por mil parejas podrían 10 000
polluelos por año. Aunque así fuera, la empresa requeriría disponer de corrales
para miles de ibis, además de las gallinas que servirían de incubadoras
adoptivas.
Dada la capacidad constructora de los antiguos egipcios, es posible que
esa gigantesca instalación avícola estuviera en los alrededores de Saqqara,
pero el problema es que hasta ahora no se ha descubierto ninguna evidencia
física de unas instalaciones que pudieran haber albergado una granja de ese tamaño.
Cabe también la posibilidad de que la gente mantuviera pequeñas instalaciones
de cría de ibis, como tienen hoy las familias rurales que crían gallinas. Si ese
fuera el caso, mil familias avicultoras que criaran diez polluelos al año
podrían satisfacer la demanda anual de Saqqara.
Algunas fuentes
literarias antiguas apuntan, sin embargo, hacia la existencia de grandes
explotaciones de ibis a escala industrial que están aún por descubrir. Por
ejemplo, el Archivo de Hor -que recoge los escritos de un sacerdote que trabajó
en las galerías de Saqqara donde se encerraba a los ibis- recoge la cantidad de
comida que se requería para alimentar a 60 000 ejemplares y habla de un portero
cuya tarea era guardar a las aves y sus polluelos.
En un artículo
publicado hace casi siete años, que su autor y yo incluimos en nuestro
libro Life Lines (por cortesía de la
Ecological Society of America puede descargarse traducido en este enlace),
el biólogo y divulgador científico Adrian Burton se preguntaba si los millones
de ibis sacrificados en los rituales religiosos y funerarios de la necrópolis
egipcia de Saqqara eran
animales domesticados en algunos enormes corrales situados a orillas del Nilo o
animales salvajes capturados para el sacrificio.
Como en tantas otras cosas, en el caso de los ibis no domina ni el
blanco ni el negro, sino el gris. El pasado 13 de septiembre la revista Plos
One publicó los resultados de las investigaciones de un equipo dirigido por
David Lambert, profesor de Biología Evolutiva en la Universidad de Griffith
(Australia). Lo que arrojan esos resultados es que los ibis eran ejemplares silvestres
capturados y alimentados durante algún tiempo antes de sacrificarlos.
El estudio genético de Lambert y sus colaboradores se basó en el
análisis del ADN mitocondrial (ADNm). El ADNm se transmite directamente de las
madres a su descendencia sin que se produzcan las recombinaciones que
caracterizan a la mezcla entre el ADN nuclear procedente de los espermatozoides
y el procedente de los óvulos. En ausencia de recombinación, los únicos cambios
en el ADNm que se presenten en un determinado linaje se deben exclusivamente a
mutaciones acumuladas a lo largo de multitud de generaciones. Sabemos que
aproximadamente cada 10 000 años se produce una mutación en una de las bases
del ADNm. Es decir, la diferencia entre una hembra que hubiera nacido hace 50 000
años y un descendiente directo por vía materna que viviera en la actualidad
sería de cinco bases. Una nimiedad.
Izquierda: situación de las necrópolis muestreadas por Lambert y colaboradores para obtener momias de ibis. Derecha: los círculos indican la procedencia de las muestras de ibis vivos. La zona sombreada en marrón indica el área actual de distribución del ibis sagrado. Fuente. |
Lambert y colaboradores extrajeron muestras de ADNm de cuarenta ibis momificados
hace unos 2 500 años en seis catacumbas egipcias diferentes. A partir de catorce
de esas aves, los investigadores lograron obtener genomas completos de sus
mitocondrias. Luego, compararon ese material genético antiguo con el de veintiséis
ibis sagrados africanos capturados para comprobar qué conjunto parecía
genéticamente más diverso, lo que podría revelar pistas sobre el origen de las
aves momificadas.
Si los egipcios hubieran criado los ibis en granjas, la endogamia
habría provocado que su ADNm se asemejara cada vez más a lo largo del tiempo.
Pero el análisis reveló que las aves antiguas y las modernas mostraban una
diversidad genética muy parecida. Si eso es así, no hubo la característica endogamia
con escasa variabilidad genética típica de las aves de granjas actuales, lo que
significa que los ibis no fueron criados en cautividad el tiempo suficiente
como para que pudieran reproducirse.
Dada la enorme cantidad de los ibis sacrificados, es seguro que el
negocio asociado a los rituales funerarios no podía depender de la
estacionalidad del suministro, sino que los proveedores acorralaban a los
ejemplares silvestres durante el tiempo transcurrido entre la llegada de las
aves capturadas y el momento en que eran sacrificadas.
¿Unos corrales perdidos del Nilo? Quizás. Cualquiera que sea la
respuesta, es difícil dejar de lado la ironía de que, en el Egipto moderno, ni
un solo ibis sagrado pasea por las orillas del gran río. Claro que tampoco hay
ni hubo guacamayos escarlatas dos mil kilómetros a la redonda del árido Chaco
Canyon, Nuevo México, donde los antiguos navajos los
criaron con fines rituales durante el mismo período en el que los egipcios
momificaban ibis sagrados. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.