Un estudio realizado en el Parque Nacional Yellowstone demuestra que
los bisontes siegan y fertilizan las hierbas que consumen. Eso les permite pastar en un
área durante dos o tres meses durante la primavera y el verano, mientras que
otros mamíferos ungulados deben seguir migrando a elevaciones más altas para
seguir disfrutando del nutritivo rebrote de los nuevos pastos.
La hipótesis de la “ola verde” dice que la progresión
de la hierba recién brotada, la ola verde, desde las llanuras a las elevaciones
o desde las latitudes bajas a las altas, dicta el ritmo de las migraciones de los
herbívoros de todo el mundo. Los animales se mueven en sincronía con la ola
porque la vegetación recién brotada proporciona el pasto más nutritivo. Un
estudio realizado en el Parque Nacional Yellowstone indica que esa hipótesis necesita
ser revisada para incluir a los herbívoros gregarios que no solo se mueven para
encontrar buenos pastos, sino que también son capaces de crearlos mientras deambulan
por sus territorios de pastoreo.
Los bisontes, que nunca dejan de moverse y pastan en
grandes manadas, no necesitan seguir la ola. Su continuo divagar y su incesante
pastoreo estimulan el crecimiento y retrasan la maduración de las plantas, lo
que les permite comer alimentos de alta calidad a pesar de marchar detrás de la
ola al mismo tiempo que modifican la progresión de esta.
Según un
estudio que acaba de publicarse, los incesantes movimientos de las manadas
de bisontes por el Parque Nacional Yellowstone sirven para que los animales modifiquen
su ecosistema. Al cortar y fertilizar sus propias parcelas pascícolas, los
grandes herbívoros “retrasan” la primavera hasta finales del verano.
Como el rebrote de hierba fresca en cualquier prado es fugaz, los herbívoros
emprenden grandes migraciones rastreando la hierba recién brotada a medida que aumentan
la altitud o la latitud. Como hacen algunas grandes anátidas como la barnacla
cariblanca (Branta leucopsis) o el
ánsar careto (Anser albifrons), la
mayoría de los ungulados del oeste de Estados Unidos, incluidos wapitís (Cervus canadensis), ciervos mula (Odocoileus hemionus) y berrendos (Antilocapra americana), migran durante
la primavera siguiendo la "ola verde" que avanza poco a poco a medida
que las plantas despiertan de su letargo invernal y brotan.
Ese movimiento, que los ecólogos denominan coloquialmente “surfear la
ola verde” permite que los animales tengan un suministro constante de plantas
recién brotadas, que son las más nutritivas porque están llenas de nitrógeno y
proteínas y tienen poca materia indigesta. Los ciervos mula, por ejemplo,
pueden migrar casi cuatrocientos kilómetros en primavera mientras siguen la ola
de hierba verde viajando hacia las montañas o hacia las latitudes más elevadas.
Los investigadores que han publicado el nuevo estudio en PNAS, la
revista de la Academia Estadounidense de Ciencias, querían saber si los bisontes
americanos (Bison bison), que una vez
formaron las manadas de herbívoros más grandes de América del Norte, seguían el
mismo patrón. Para saberlo, siguieron a los bisontes mientras "surfeaban"
por la ola verde del Parque Nacional Yellowstone. Desde mediados de la década
de 2000, los científicos han estado rastreando los movimientos de algunas manadas
(en total unos 4.500 ejemplares) utilizando collares GPS.
Aunque esperaban encontrar movimientos migratorios similares a los de otros
ungulados, notaron un comportamiento extraño: los rastreos mostraban que
mientras que otros rumiantes salvajes se movían siguiendo la ola a elevaciones
más altas, los bisontes se quedaban retrasados. Los animales seguían la ola
verde a principios de primavera, pero en algún momento se detenían. Muchos
bisontes no alcanzaban las mayores alturas hasta mucho después de que la ola
verde hubiera pasado.
Cuando los investigadores analizaron el estiércol de los bisontes,
encontraron que los animales no experimentaban déficits nutricionales después de
que la ola verde pasara. La pregunta era cómo podían los animales quedarse atrás,
pero seguir teniendo la dieta de alta calidad nutricional característica de la
ingesta de la hierba recién brotada.
En este nuevo estudio, los investigadores analizaron trece años de
datos de GPS, midieron las plantas que comían los bisontes e inspeccionaron su
estiércol. Descubrieron que cuando los bisontes dejan de perseguir los rebrotes
de primavera en realidad crean su propia ola verde. Al dallar incesantemente la
vegetación emergente y fertilizarla con estiércol y orina, los bisontes provocan
un flujo constante de brotes jóvenes y nutritivos que crecen hasta mayo, junio
y julio. Los bisontes no solo se mueven para encontrar el mejor alimento: crean
su mejor alimento.
La clave está en que los bisontes son herbívoros gregarios que pastan
en grupos de cientos o miles de animales. El enorme tamaño de las manadas es lo
que hace posible una larga primavera. Otros herbívoros no se reúnen en
cantidades lo suficientemente grandes como para prolongar el rebrote de primavera.
Y es que, aunque pudiera parecer que la dalla constante debilitaría a las
plantas, ese no es el caso. El equipo acotó zonas en las que no se permitía que
el bisonte pastara y comparó la vegetación con otras zonas muy transitadas por los
bisontes. En estas últimas, el pasto analizado tenía mayores proporciones de
nitrógeno y carbono, el indicador más significativo y normalizado para evaluar
la calidad nutricional de cualquier pasto.
Cuando los bisontes se trasladan finalmente a las zonas más altas en
agosto, los pastizales que dejan atrás entran en una "primavera"
tardía. El estudio muestra que al final del verano las plantas de las parcelas muy
pastoreadas contienen entre un 50 y un 90% más de nutrientes que las hierbas que
habían permanecido intactas en las parcelas acotadas. También sobreviven más
tiempo en otoño. Eso provoca efectos a largo plazo. Cuando la ola verde regresa
al año siguiente, las áreas intensamente pastoreadas tienen un rebrote más
intenso y más duradero que en otras áreas. El efecto es tan pronunciado que los
investigadores pueden ver la diferencia entre los pastizales intensamente pastoreados
y las que fueron sometidos a un pastoreo más ligero observando imágenes de satélite.
Las migraciones de grandes herbívoros están
disminuyendo en todo el mundo y su ausencia probablemente ha causado
alteraciones significativas en los ecosistemas. El impacto de las
manadas de bisontes es tan profundo que plantea preguntas sobre cómo funcionaban
los ecosistemas de pastizales hace siglo y medio, cuando se estima que entre 30 y 60 millones de
bisontes vagaban entre los Apalaches y las Rocosas.
Con su pastoreo divagante en grandes áreas, los
patrones fenológicos debieron ser radicalmente diferentes de lo que son hoy. En
1884, la caza sin restricciones redujo ese número a solo 325 animales salvajes,
incluidos veinticinco en la región de Yellowstone. Actualmente hay medio millón
de bisontes en Estados Unidos, aunque menos de 15.000
viven en estado silvestre. Las migraciones masivas de bisontes que existían antes del
asentamiento europeo han desaparecido.
El modelo actual de conservación de los bisontes
americanos consiste en mantener pequeñas poblaciones dentro de áreas cercadas regulando
el número de ejemplares para sostener un pastoreo de leve a moderado. La recuperación
de los ecosistemas norteamericanos para conseguir una apariencia como la que mostraban
antes del práctico exterminio de los bisontes debería implicar la restauración
y protección de grandes manadas que pasten libremente moviéndose en sincronía
con los patrones fenológicos a escala local y regional. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.