El zoológico de París acaba de inaugurar un terrario
cálido y húmedo en el que vive un organismo extraordinario, Physarum polycephalum, que no es animal,
ni planta ni hongo, aunque en los países anglosajones se le llame slime mold, “moho baboso” o “moho
mucilaginoso”. Este extraño organismo carece de cerebro pero es capaz de
aprender.
En 1958 Steve Mcqueen debutó en el cine en The blob (La mancha), una película de terror de serie
B, en la que una forma de vida alienígena viscosa y amorfa cae sobre una ciudad
de Pennsylvania y devora todo a su paso. Blob
es precisamente el nombre que le ha dado el personal del zoológico al nuevo organimo,
que ha venido a unirse a las más de 180 especies “normales” en un zoo:
rinocerontes, cebras, jirafas, pingüinos, tucanes, tortugas y similares.
Physarum
polycephalum, una criatura extraña que ha sorprendido y desconcertado a los
científicos durante décadas, pertenece a un grupo de organismos, los mixomycetes
que, a pesar de su nombre (mycete, viene
del griego mycos, hongo), no son
hongos. Tampoco son plantas, puesto que carecen de dos de los atributos que caracterizan
a estas, a saber, paredes celulares compuestas de celulosa y capacidad
fotosintética. Dado que se alimentan por digestión de presas como hacen los
animales, algunos expertos los han clasificado como Mycetozoa, es decir, “hongos
animales”.
Como otros mixomycetes, P. polycephalum es un enigma biológico y una maravilla. Los mixomycetes
adoptan tres formas distintas durante su vida (Figura). Al principio tienen
forma de amebas unicelulares (mixamebas) que se mueven mediante seudópodos o
flagelos dependiendo principalmente de la cantidad de agua en el medio. Estas formas
ameboides hacen que muchos taxónomos los incluyan junto a las verdaderas amebas
en el phyllum Amoebozoa. Bajo
ciertas condiciones ambientales que varían de una a otra especie, se transforman
en plasmodios, grandes masas citoplasmáticas multinucleadas sin separación de
membranas celulares, o en seudoplasmodios, constituidos por la agregación de
amebas individuales.
Figura: Ciclo de vida de un mixomycete de la clase Myxogastrea. En la parte de arriba (con flechas en color rojo) se muestran las fases haploides. Las esporas dan lugar a mixamebas o bien a mixoflagelados si hay agua en el medio. Las mixamebas se reproducen por mitosis y bajo ciertas condiciones se pueden fusionar, actuando como gametos. En la parte de abajo (con flechas de color azul) se muestran las fases diploides. Una vez formado el zigoto, el núcleo celular se divide repetidamente dando lugar a un plasmodio. A partir de los plasmodios se forman los cuerpos fructíferos, que generan esporas, cerrando el ciclo. Modificada a partir de fuente.
En la madurez, un plasmodio pequeño contiene varios
cientos de núcleos; los plasmodios grandes contienen un número inimaginable de
núcleos. Esta es la etapa visible más normal y la que les ha hecho merecedores
del nombre de mohos mucilaginosos. En este estado es un organismo unicelular
con millones de núcleos que se arrastra a lo largo de los suelos forestales en
busca de bacterias, esporas de hongos y otros microbios. Puede detectar y
digerir las presas, pero no tiene boca ni estómago. En el zoo de París, después
de cultivar el organismo en placas Petri, alimentándolo con papilla de avena,
los biólogos lo injertaron en corteza de árboles y lo expusieron en un terrario
a temperatura controlada (pueden vivir a temperaturas entre 19 y 25 ºC, y con
humedades entre el 80 y el 100%).
P. polycephalum
puede adoptar forma de plasmodio ameboide, pero también puede extenderse formando
filamentos delgados que parecen venas. Por último, desarrolla esporas en un
cuerpo fructífero que es superficialmente similar a los esporocarpos de los verdaderos
hongos.
Pero quizás lo más notable de P. polycephalum es que posee un tipo especial de inteligencia,
aunque no tenga cerebro. Algunas investigaciones han demostrado, por ejemplo,
que puede encontrar el
camino más corto a través de un laberinto que tenga comida al principio y
al final, lo que ha servido para utilizar su mecanismo de desplazamiento
orientado en estudios
sobre circuitos electrónicos y computacionales, en el diseño de carreteras
y enla ampliación del metro de Tokio.
Al dejar un rastro de mucus a su paso, P.
polycephalum evita las áreas que ya ha visitado, lo que significa que posee
un tipo de "memoria
espacial externa”.
Un estudio de
2016 demostró que P. polycephalum
podía aprender a evitar la quinina o la cafeína, dos repelentes conocidos para
ese organismo. Según los autores de ese estudio «Muchos de los procesos que
podríamos considerar características fundamentales del cerebro, como la
integración sensorial, la toma de decisiones y el aprendizaje, se presentan en
estos organismos no neuronales».
Sin estómago, pero capaz de digerir; sin cerebro, pero
capaz de aprender ¿Quién da más? © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.