martes, 17 de septiembre de 2019

La verdad sobre gatos y perros: ¿por qué comen hierba nuestras peludas mascotas?


Gatos y perros hacen muchas cosas raras. Cuántas veces me habrán preguntado por qué comen hierba, a veces para vomitar unos minutos más tarde. Un falso mito dice que lo hacen para purgarse, pero no es así. ¿O acaso sus mascotas siempre vomitan después de comerla? ¿Y por qué no suelen mostrar síntomas de encontrarse mal antes? Simplemente, porque la purga no siempre es una explicación válida.

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domingo, 15 de septiembre de 2019

La producción estadounidense de petróleo por fracking se ha estancado


Como el propio sistema capitalista, la industria del fracking está ineludiblemente ligada al crecimiento continuo. Mientras que aparecen inquietantes noticias sobre una posible recesión económica mundial, los datos indican que la producción petrolífera estadounidense mediante fractura hidráulica se ha estancado.
Después de experimentar un crecimiento significativo en 2017 y 2018, la producción en los primeros cinco meses de 2019 se ha mantenido plana. Esta es una terrible noticia para la industria del fracking, que necesita el crecimiento de la producción para aumentar los flujos de efectivo destinados a pagar la enorme deuda que la atenaza.
Además de mostrarse incapaz de aumentar la producción en los primeros cinco meses del año, el sector sigue recibiendo una avalancha de noticias negativas a medida que se publican artículos y más artículos que revelan que el desastre económico comienza a perfilarse. Como muestra, unos cuantos botones del mes pasado:


Aunque es verdad que la producción petrolera de Estados Unidos mediante fracking ha aumentado en casi siete millones de barriles diarios en la última década, lo ha hecho a expensas de unos costes fantásticos que nunca han permitido obtener beneficios. Según los datos publicados en ShaleProfile.com (Figura 1), la producción de petróleo de lutitas en Estados Unidos se ha mantenido prácticamente plana desde diciembre de 2018: 
Figura 1. Producción total de petróleo de lutitas de Estados Unidos en mayo de 2019.
Los precios del gráfico representan el precio medio anual del petróleo de referencia en Estados Unidos, el West Texas Intermediate Crude (WTIC). A pesar de que el precio WTIC en 2019 es menor que en 2018, es superior al de 2017 cuando la producción aumentó en más de 1,3 millones de barriles diarios desde enero. Por lo tanto, después de dos años de crecimiento significativo de la producción de petróleo, 2019 ha resultado ser un verdadero fiasco.
Por otra parte, si nos fijamos en el aumento de la producción petrolífera mediante fracking de Estados Unidos de diciembre a mayo durante los últimos tres años, podemos ver claramente el intenso estancamiento que ha experimentado este año (Figura 2).
Figura 2. Cambios en la producción de petróleo de lutitas entre diciembre y mayo de los años 2017, 2018 y 2019. De acuerdo con los datos detallados que ofrece ShaleProfile.com el aumento de la producción de petróleo de lutitas en Estados Unidos desde 453.000 barriles diarios (bd) entre diciembre y mayo de 2017, y de 526.000 bd durante el mismo periodo en 2018, contrasta con la disminución de 30.000 bd entre diciembre y mayo de 2019. Fuente.
El estancamiento en la producción parece ser el resultado de que algunas grandes operadoras como ExxonMobil la han aumentado, mientras que la de otros operadores más pequeños se mantiene estancada o está en declive. Pero, no hay duda de que la producción de las lutitas en Estados Unidos en los primeros cinco meses de 2019 es una tendencia muy diferente a la que tuvo lugar en los últimos dos años durante el mismo período.
¿Qué significa esto? Si los precios del petróleo siguen alrededor de los 50 dólares o incluso caen hasta los 40 dólares a medida que aumentan las tendencias económicas recesivas, podríamos ver que las previsiones optimistas de producción de petróleo por fracking caerán aún más en 2019 y 2020, algo que ya se está experimentando incluso con los precios del petróleo en la franja alta de los cincuenta y tantos dólares.
Pero en Estados Unidos la opinión pública sigue in albis porque la prensa especializada sigue intoxicando al resto de los medios con la eterna canción de la independencia energética del país y de su liderazgo como mayor productor de petróleo mundial. Si nos fijamos en la gráfica de la producción total de petróleo estadounidense desde 1920, podemos ver las tendencias (Figura 3).
Figura 3. La producción de petróleo entre 1930 y 1970 siguió aproximadamente la misma tendencia a la baja que experimentó entre 1980 y 2010. El tan cacareado aumento de la producción de petrolífera de 7 millones de bd en la década 2009-2019 es inferior al de 7,5 millones de bd experimentado en cuatro décadas (1930-1970), de modo que es probable que el inevitable declive refleje la misma tendencia (flecha roja).
De esa gráfica se deduce que las previsiones tremendamente optimistas que pronostican que la producción de petróleo de lutitas en Estados Unidos alcanzará su punto máximo entre 2025-2030 y luego disminuirá lentamente en las próximas dos décadas son una quimera.
Por último, la industria del petróleo y el gas de Estados Unidos tiene una deuda de 137.000 millones de dólares que vence en 2022. Hasta ahora esto no parecía ser un problema dado el esquema piramidal tipo Ponzi que les servía para emitir nueva deuda destinada a pagar la deuda existente, pero ahora no parece que los inversores estén dispuestos a seguir insuflando capital como si tal cosa. Por lo tanto, es probable que ahora toque retornar a los inversores el capital invertido. Y si eso es así, ¿podrán las compañías de fracking pagar esa deuda de 137.000 millones de dólares? ¿O cuántas serán capaces de hacerlo?
Dos excelentes preguntas que irán teniendo respuesta en los próximos dos años. ©Manuel Peinado Lorca @mpeinadolorca.

martes, 10 de septiembre de 2019

Mount Vernon y el desconocido escuadrón alado de Blas de Lezo


Una imponente flota británica se lanzó en 1741 a la conquista de una de las principales plazas del Imperio español en América, pero la empresa terminó en una humillante retirada y en uno de los mayores desastres de la historia de la Royal Navy.
En Alejandría, Virginia, a unos treinta kilómetros al sur de Washington DC, los bajíos del Potomac sirven de frontera entre Maryland y Virginia. Siguiendo el trazado de una antigua senda, la George Washington Parkway se ciñe a la orilla derecha hasta llegar a Mount Vernon, la mansión que fue el hogar de George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, y de su esposa Martha.
Hasta que su hermanastro mayor Lawrence la heredó, Mount Vernon era conocida como Little Hunting Creek por el cercano arroyo del mismo nombre. Lawrence cambió el nombre en honor del vicealmirante inglés Edward Vernon, que fue su comandante en la Marina Real británica, a quien admiraba mucho, pese a que Vernon ha pasado a la historia por la estrepitosa derrota en el sitio de Cartagena de Indias de 1741, durante la Guerra del Asiento o Guerra de Jenkins, como dieron en llamarla los historiadores británicos.
Llevando consigo su propia oreja metida en un tarro de cristal, un capitán de navío llamado Robert Jenkins compareció en 1738 ante el Parlamento británico para relatar algo que le había ocurrido en 1731. Mientras navegaba por el Caribe su barco fue abordado por un guardacostas español; cuando comprobaron que su carga era mayor que la declarada, le requisaron las mercancías acusándolo de contrabando. El asunto no acabó ahí; ante la insolencia de Jenkins, el capitán del guardacostas le cortó una oreja y lo mandó de regreso a casa con un mensaje: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve».
La opinión pública británica, convenientemente manipulada por los poderosos que querían mantener sus pingües negocios de ultramar, estalló de indignación. Unos meses después, el rey Jorge II declaró la guerra a la Monarquía hispana. Comenzó la Guerra del Asiento, una más de las que precedieron al primer conflicto mundial: la Guerra de los Siete Años.
Edward "Old Grog" Vernon. Foto cortesía del National Maritime Museum, Greenwich, Londres.
La declaración de guerra de Jorge II fue una mera formalidad. Cuando se declaró, ya había partido de Londres una flota de guerra al mando del vicealmirante Edward "Old Grog" Vernon. En Jamaica recibió refuerzos de las colonias británicas en Norteamérica, con las que armó una fuerza imponente de 27 navíos de línea, además de fragatas, cañoneras, bombardas y transportes. «Nunca un contingente estuvo más completamente equipado, y nunca tuvo la nación más razón para la esperanza en un éxito extraordinario», recordaba el poeta y escritor escocés Tobias Smollett, que participó como cirujano en la expedición.
El objetivo de Vernon era conquistar las principales plazas españolas. «Si se toman Portobelo y Cartagena, los españoles lo habrán perdido todo», aseguraba. Portobelo cayó casi sin presentar resistencia tras apenas dos horas de bombardeo, lo que le valió a Vernon una recepción triunfal en Londres. Convertido en el hombre del momento, convenció a las autoridades para capitanear un gran ataque contra Cartagena de Indias. El plan consistía en tomar el bastión español en una operación relámpago y marchar luego hacia Perú.
Cartagena era el principal centro comercial español, el puerto de salida de la Flota de Galeones de Tierra Firme, que, lastrados con lingotes de plata y con sus bodegas repletas de productos del Virreinato de Nueva Granada, incluyendo metales preciosos y gemas, tabaco, azúcar, cacao, maderas exóticas, café y quinina, zarpaban hacia Sevilla. Un intento anterior de capturar la plaza en 1727 fue abortado sin disparar un tiro después de que 4.000 de los 4.750 hombres del vicealmirante Francis Hosier, un asombroso 84% del grupo expedicionario británico, murieran de fiebre amarilla mientras navegaban por una costa plagada de mosquitos.
La expedición de 1741 dejaba en mantillas a la de Hosier. Un total de 29.000 soldados estaban preparados para invadir Cartagena, incluidos 3.500 infantes reclutados entre los colonos estadounidenses que fueron descritos (p. 238) como «todos los bandoleros que albergaban las colonias». Vernon iba al frente de una escuadra impresionante: 204 navíos, 130 de ellos de carga y 74 de guerra, que en total iban equipados con unos 2.000 cañones. A bordo iban 16.000 marineros y artilleros, y el resto infantes de marina destinados a desembarcar e invadir la plaza. Embarcado en el buque insignia de Vernon, el HMS Princess Caroline, iba uno de los capitanes del Regimiento de Infantería de Virginia: Lawrence Washington.
La desproporción de fuerzas era flagrante: Cartagena disponía únicamente de seis navíos y de unos 3.000 hombres, incluidos 500 civiles y otros 500 indios chocoés. La mayoría de los defensores españoles eran unos soldados experimentados que habían estado acuartelados en Cartagena durante cinco años y estaban inmunizados frente a las enfermedades tropicales transmitidas por mosquitos.
Almirante Blas de Lezo y Olavarrieta. Foto cortesía del Museo Naval de Madrid.
Su jefe era un militar de primera, Blas de Lezo y Olavarrieta, un veterano marino guipuzcoano. Tuerto, cojo y manco a causa de diferentes heridas de guerra, acumulaba una larga experiencia en la Armada española antes de ser destinado en 1739 a Cartagena de Indias. Pero, sin ser consciente de ello, además de con sus menguadas tropas, Lezo iba a contar con un aliado inesperado: el escuadrón Aedes (odioso en griego), los mosquitos que transmiten, entre otras enfermedades, la fiebre amarilla, el dengue, la fiebre del Zika, la filariasis linfática y la dirofilariasis canina. Todo un regalo.
Tres semanas después de su llegada a Cartagena, Vernon logró su objetivo de entrar en la bahía e iniciar el asedio de la ciudad. Tan segura le parecía la victoria, que envió una misiva a Jorge II en la que afirmaba que para cuando recibiera la carta ya habría tomado la plaza, lo que desató el delirio en Londres. La Casa de la Moneda acuñó una medalla especial que nunca se puso en circulación.
Medalla inglesa que conmemora la "toma" de Cartagena de Indias por el vicealmirante Edward Vernon durante la Guerra de la Oreja de Jenkins. La medalla representa al vicealmirante español Blas de Lezo (Don Blass) con sus dos piernas, de rodillas, dando su espada al vicealmirante Vernon. Después de la aplastante derrota sufrida por la flota inglesa en la batalla de Cartagena, las medallas fueron retiradas, pero algunas se salvaron. La medalla dice "El orgullo de España humillado por Ad. Vernon". Museo Naval de Madrid.
Los británicos tomaron el fortín de Santa Cruz y desde allí empezaron a cañonear la ciudad dando fuego de cobertura al desembarco de 9.000 infantes. A los pocos días del desembarco, los mosquitos habían matado a casi 3.500 soldados. Todos caían con los mismos síntomas. Al principio sufrían un ataque de fiebre hemoglubinúrica que los mataba en cinco días por insuficiencia renal; si el paciente sobrevivía le esperaba una agonía mayor, lo que luego se conocería como vómito negro, la última y más terrible manifestación de la fiebre amarilla.
Cuando terminó el asedio, los cirujanos navales británicos redactaron su informe: los mosquitos habían matado a 22.000 de los 29.000 hombres de Vernon, un asombroso 76%. Muchos de los que escaparon a la fiebre amarilla cayeron presos de otras enfermedades mortales. Lawrence Washington contrajo la tuberculosis que le produjo la muerte diez años después.
Al cabo de un mes, antes de retirarse a Jamaica, Vernon, engañado por un ardid de los españoles, decidió realizar un ataque a la desesperada. Ordenó cercar San Felipe, el baluarte en el que se habían refugiado los españoles, y en la madrugada del 20 de abril lanzó el asalto general. Fue una masacre.
Abatidos por la fiebre amarilla, el vómito negro de la estación de las lluvias, el fuego español y las flechas indias, los muertos se acumulaban. Desde los navíos, la vista del campo de batalla era desoladora. Como escribió Smollett: «[Las tropas] contemplaban los cuerpos desnudos de sus compañeros flotando arriba y abajo en el puerto, sirviendo de presas a cuervos y tiburones carroñeros que los despedazaban sin parar, y contribuían con su hedor a la gran mortandad». Cuando Vernon ordenó un nuevo ataque estalló un motín que se saldó con cincuenta fusilados.
Finalmente, el vicealmirante dio su brazo a torcer y el 8 de mayo los navíos británicos empezaron a abandonar la bahía de Cartagena. Fue uno de los reveses más serios de la historia de la marina británica. Pese a su larga hoja de servicios en la Royal Navy, el fracaso de aquella “armada invencible” británica acabó con la carrera de Vernon.
El gran Edward "Old Grog" Vernon pasó al desván de la historia, pero su nombre ha quedado para siempre ligado a una hermosa mansión virginiana. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.