Bautizada con el nombre del impulsor de la línea de tren entre Carcaixent y Dénia, la calle Marqués de Campo es sin duda la principal vía urbana de Dénia. Las primeras obras de su actual trazado comenzaron en 1880, pero hubo que esperar hasta 1890, con la inauguración del hotel El Comercio, para dar por consolidado el primer tramo de la calle, el situado entre las calles Diana y Carlos Sentí. El enlace con el mar no se produjo hasta 1917, cuando se derribaron tres colmados y se abrió la calle tal y como hoy la conocemos. En 1954, además de asfaltar la calle por primera vez, se ampliaron las aceras para proteger los árboles tan característicos de este vial. Como curiosidad, la primera poda de estos árboles, que realizó una cuadrilla profesional de la ciudad, se llevó a cabo en 1942 y tuvo un coste de 1.622,40 pesetas.
Les voy a hablar precisamente de esos árboles. Son plátanos, pero no de los que venden en las fruterías (conocidos en la mayor parte del menudo como bananas), sino de los árboles de sombra que se alinean en las calles de todo el mundo. La primera cuestión que conviene responder es cómo es posible que dos plantas tan diferentes tengan nombres iguales.
Foto 1. La corteza muerta de los plátanos, el ritidoma, se desprende en forma de placas muy características. |
Nadie sabe con certeza el porqué, pero sin indagamos un poco podemos atar algunos cabos. En primer lugar, el nombre de plátano es muy antiguo y se lo daban los griegos πλάτανος (platanos) a estos árboles debido a sus hojas anchas; del griego lo tomó el latín (platanus) y de este el castellano plátano. Platanos viene de πλατύς (platys= plano, ancho) que encontramos en palabras como plata, plato, plató y Platón. El nombre genérico de los plátanos de paseo se lo dio Linneo en 1753, trasladando a la nomenclatura botánica el nombre que recibían en toda Europa.
Y ahora tratemos de entender por qué en España llamamos plátanos a lo que en todo el mundo llaman bananos. La explicación es bien sencilla si tenemos en cuenta que en su primer viaje Colón puso por primera vez pie en tierra en La Española, una de las islas de las Antillas en la que vivían los tainos. Y hete aquí que en taino al bananero se le llama pratane, nombre que a los españoles debió sonarle como plátano. Parece una explicación lógica que avalo con la autoridad del Online Etymology Dictionaryy hasta ahí llego.
Cada primavera las calles de muchas ciudades españolas asisten a la floración de los plátanos de paseo (Platanus hispanica). Como cualquiera que pasee por las calles y plazas de cualquier ciudad podrá comprobar, la floración no ocurre toda al mismo tiempo y, aunque la primavera sea la estación favorable para que todos los plátanos produzcan flores, unos son más adelantados que otros. Pero así son las cosas: como las personas, unos plátanos son más precoces que otros.
El plátano es un árbol que puede alcanzar de 30 a 40 m de altura. El sistema radical es potente y desarrollado. Me apresuro a decir que la mala fama que arrastran los plátanos de levantar las aceras con el crecimiento de su potente aparato radicular se viene abajo sin más que darse un garbeo por Marqués de Campo: ni uno solo de los allí plantados ha levantado loseta alguna. Y es que antes los plátanos se plantaban a conciencia, practicando un hoyo profundo, de por lo menos un metro.
Hoy en día, las más de las veces se plantan de mala manera, con las raíces a apenas un palmo del suelo, de manera que estas, en lugar de buscar las capas húmedas profundas del suelo, tienden a buscar la superficie para beneficiarse de los encharcamientos pluviales. Los plátanos son árboles de riberas y vegas y, por tanto, freatófitos, lo que quiere decir que en la naturaleza toman el agua de las capas húmedas (freáticas) profundas. En las ciudades, si se plantan a la profundidad conveniente, las raíces crecen hacia abajo hasta encontrar la humedad del suelo. De no hacerse así, se buscan la vida en superficie.
Foto 2. Hojas palmeadas e infrutescencias femeninas de Platanus hispanica. A la izquierda, abajo, junto al margen, hay una inflorescencia masculina.
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El tronco de los plátanos es recto y algo ensanchado en la base. A veces se produce una especie de elefantiasis que origina troncos enormes. La corteza es delgada, de color gris pálido o verdoso, que va produciendo hacia el exterior capas de células muertas -el ritidoma- que se desprenden en placas ocres, marrones o verdosas. Si no se tercia o se amputa, como se hace en las habituales podas urbanas, la copa es regular, redondeada, aclarada, con las ramas gruesas, anchamente extendidas y con la edad colgantes en los extremos.
Las ramillas son verdosas, están recubiertas de un espeso pelillo de color marrón que se pierde y pasan a ser marrones, rugosas y con muchos poros gruesos o lenticelas. Las yemas son ovoides, miden de seis a ocho milímetros de longitud y presentan color marrón rojizo. Están ligeramente curvadas en el ápice, con dos escamas cónicas, amparadas hasta la defoliación por la base del pecíolo, que soldándose a las estipulas forma una vaina cónica (Foto 3: a). Esas vainas, cumplida su función, se desprenden y, con el tamaño de una almendra, caen al suelo donde son visibles durante los días de brote.
Las hojas son caedizas, alternas, coriáceas y muy numerosas. Tienen forma variable, generalmente con tres a cinco lóbulos, están truncadas o ligeramente acorazonadas en la base y presentan algunos dientes en los bordes. Miden de quince a veinte centímetros de longitud por veinte a veintidós cm de anchura, con el haz de color verde vivo reluciente y el envés más pálido. Se descomponen difícilmente y adquieren una coloración tostada antes de caer, pudiendo permanecer sobre el árbol hasta bien entrado el otoño antes de alfombrar el suelo.
Las flores son pequeñas y unisexuales, dispuestas sobre el mismo árbol. Los plátanos se polinizan gracias al viento (son anemófilos) y de ahí que las flores sean muy pequeñas y poco atractivas, puesto que las corolas que lucen las plantas que necesitan atraer a los animales polinizadores (plantas zoófilas) están reducidas en los plátanos a pequeñas escamas. Como puede verse en la lámina adjunta, tomada de la excelente Flora Ibérica, tanto las flores masculinas como femeninas tienen cáliz, pero reducido a unos sépalos minúsculos y escuamiformes, más cortos que los pétalos. Estos son escariosos, es decir, de la textura de las delgadas pieles que cubren los dientes de ajo, por citar un ejemplo conocido. Las flores tienen entre tres y ocho estambres, con anteras sobre filamentos muy cortos.
Las anteras son minúsculas, pero fecundas: en cada una de ellas se acumulan miles de granos de polen. Como en cada árbol hay miles de flores y en cada antera miles de granos de polen, multipliquen y se harán una idea aproximada de los millones de granos de polen que puede producir su solo árbol. La polinización es corta, pero muy intensa; en unos pocos días llega a unos niveles elevados que pueden sobrepasar los dos mil granos de polen por metro cúbico de aire. Como la alergia a otra clase de pólenes, los síntomas que produce son rinitis con picores en los ojos, la nariz, la boca o la garganta, estornudos, conjuntivitis y ojos llorosos, así como episodios de asma.
Las flores femeninas presentan un número variable de entre tres y nueve piezas femeninas (carpelos) envueltos en la base por un penacho de pelos largos. Sea cual sea el número de carpelos, las flores femeninas, una vez fecundadas, forman unos frutitos (aquenios) con forma de clavo o maza. Cada árbol produce centenares de miles de estos pequeños aquenios.
Las flores son minúsculas, pero se agrupan para formar unas esferas colgantes (las masculinas más pequeñas que las femeninas), muy vistosas y abundantes, que rematan unos pedúnculos de alrededor de tres centímetros de longitud; mientras que las esferas de flores masculinas se deshacen cumplida su función polinizadora, las femeninas se transforman en esferas rígidas de alrededor de unos 3-5 centímetros de diámetro, que están erizadas de pelos (el molesto pica-pica) y suspendidas sobre largos pedúnculos. Finalmente, las esferas se desarticulan liberando los aquenios. Un kilogramo de estas esferas femeninas puede contener alrededor de 350.000 aquenios.
Nuestro plátano de paseo procede del cruce del plátano de oriente (Platanus orientalis), originario del sureste de Europa y del suroeste de Asia, y del plátano de occidente (Platanus occidentalis), que procede del este de Estados Unidos. Al parecer esta hibridación tuvo lugar antes del siglo XVII, según algunos en Inglaterra, en el Jardín Botánico de Oxford, y según otros en España, en los Jardines de Aranjuez. Desde esos jardines se plantó por todas las ciudades, y de ahí que sea un árbol tan común en ambientes urbano como extraño en medios naturales.
Foto 4. Inflorescencias femeninas con los estilos rojizos. |
El plátano prefiere situaciones soleadas y cálidas. Es poco exigente en cuanto a la naturaleza mineralógica del suelo, pero sin embargo le gustan los terrenos profundos, fértiles y frescos y no tolera en exceso los demasiado calizos. Una de las principales causas de su plantación en las ciudades (muchas “alamedas” de las ciudades son en realidad alineaciones de plátanos es su rápido crecimiento y su gran capacidad para resistir la contaminación urbana. Además, absorbe muy bien el dióxido de carbono, lo que ayuda a reducir la contaminación, regula la humedad y la temperatura, y amortigua el ruido de los coches.
Tiene crecimiento rápido, que puede llegar a ser de hasta un metro por año y puede vivir varios siglos. Admite todo tipo de recortes, por drásticos que sean, y vuelve a resurgir en primavera, inmutable al deterioro que se le haya ocasionado. No obstante, las podas drásticas acarrean pudriciones prematuras. Al talarlo emite brotes abundantes y vigorosos.
Salgo al balcón de mi casa de Alcalá y miro los plátanos que me dan sombra y frescor los mediodías de verano. Tomo una foto y cierro con ella. Abajo la dejo. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.