La evolución de la
bipedestación que caracteriza a los humanos ha traído consecuencias dolorosas
para la madre y ha hecho del neonato un consumado contorsionista, también las ha
traído en el caso del padre, aunque parezcan algo más venturosas.
En las hembras de los mamíferos la vagina se abre en la parte posterior
del cuerpo y se dirige hacia el interior en un plano horizontal ligeramente
inclinado hacia abajo, lo que facilita la progresión de los espermatozoides
hacia el fondo, en dirección al cuello del útero, el cual se dispone también como
un pasillo prácticamente horizontal en cuyo fondo se encuentra el óvulo. Cuando
la hembra de un simio está receptiva y el macho se le aproxima por la espalda, aquella
levanta sus cuartos traseros y, sin más carantoñas, el macho la monta para
comenzar una brevísima cópula. Una vez inseminada, la hembra puede deambular sin
perder el semen depositado en la vagina, porque al andar a cuatro patas no hay riesgo
alguno de que el fluido seminal resbale gravitacionalmente.