domingo, 28 de julio de 2019

Palmeras, murciélagos y ácaros autoestopistas

Calyptrogyne ghiesbreghtiana. Izquierda porte y hojas. Derecha, infrutescencia. Foto.
Viajando por las faldas de la Sierra Madre de Chiapas hace más tiempo del que me gustaría, di con una pequeña palmera en flor. En una selva tropical en la que abundan árboles majestuosos, helechos gigantes, lianas, bromeliáceas, orquídeas y otras maravillas florales de formas caprichosas y colores abigarrados, la verdad es que la palmera enana pasaba casi desapercibida. Lo que cautivó mi atención fue el poderoso olor a ajo que emanaba de sus inflorescencias alargadas cubiertas de flores blancas y carnosas. 
La observé un rato, tomé unas notas, encontré su nombre en mi guía de campo, busqué un artículo donde se hablaba de ella y esperé a mejor ocasión para ocuparme ella. De eso hace ya dieciséis años. Hace unos días la lectura de aquel artículo de la revista Biological Journal of the Linnaean Society me ha enseñado la asombrosa polinización de esta palma. Gracias a esta lectura veraniega he descubierto también a qué se debía el olor a ajo que provocó mi curiosidad.
La palma coligallo (Calyptrogyne ghiesbreghtiana) vive en el sotobosque de los bosques tropicales de Mesoamérica, desde México a Panamá. Es una palma tan modesta que prácticamente carece de tallo, o, como mucho, los ejemplares más viejos muestran un tallo corto y grueso de la altura de un hombre que no juegue en la NBA. Las hojas son de dos tipos, unas enteras y otras pinnadas con 3-9 foliolos, con el terminal de extremo bifurcado. Las flores se producen durante todo el año en inflorescencia monoicas verticales; dependiendo del ejemplar, uno podrá encontrar flores con estambres o flores con pistilos, porque hay separación temporal de las fases masculina y femenina. 
Inflorescencia masculina. Foto
Si se observa un ejemplar a lo largo del tiempo, se puede comprobar que primero surgen las inflorescencias masculinas y más tarde las femeninas. Es lo que se llama proterandria, un mecanismo encaminado a evitar la autopolinización. Al separar las flores masculinas y femeninas en el tiempo, cada planta puede asegurar que su propio polen no se depositará en sus propios estigmas. El hecho de que florezca durante todo el año significa que siempre habrá una planta receptiva en algún lugar del bosque.
Después de que las flores masculinas hayan arrojado el polen, hay un período de unos cuantos días en que deja de florecer. Luego, después de 3 a 4 noches sin flores, emergen flores femeninas listas para recibir el polen. Cada flor se abre solo por la noche y no dura más que una noche. 
Por lo que se sabe hasta ahora, la coligallo es la única palmera que es quiropterófila, es decir, que se poliniza gracias a los murciélagos, en concreto por quirópteros de la familia Phyllostomidae. Las flores masculinas y femeninas están cubiertas por un tubo pulposo y dulce que debe eliminarse para que las partes fértiles queden al descubierto y la polinización tenga éxito. La extracción del tubo es lo que realmente expone los órganos reproductores y permite que ocurra la transferencia de polen. Los murciélagos de varias especies de esa familia son los que hacen el trabajo. Se han observado distintas especies visitando las inflorescencias. Aparentemente, el color brillante y el fuerte olor de las flores actúan como reclamo para los murciélagos que se alimentan de los tubos florales, cuya pulpa dulzona recuerda a las de algunas frutas de las que se alimentan los murciélagos frugívoros. 
Dos especies de murciélagos que visitan las inflorescencias de la palmera coligallo: A) Un murciélago del género Artibeus encaramado alimentándose de flores masculinas y B) un murciélago del género Glossophaga alimentándose de flores femeninas mientras se cierne. Foto.
Curiosamente, el mecanismo de alimentación de cada especie de murciélago es diferente. Algunos se ciernen sobre la inflorescencia como los colibríes, mordiendo el tubo carnoso de las flores a medida que se desplazan. Otros prefieren encaramarse en la inflorescencia y arrastrarse sobre ella mientras comen. Estos comportamientos diferentes producen diferentes tasas de polinización. Aunque ambos dan lugar a la formación de semillas, los murciélagos que se encaraman parecen ser los polinizadores más efectivos. Eso se debe a que los que se encaraman pasan más tiempo en la inflorescencia y sus cuerpos entran en contacto con muchas más flores mientras se alimentan. Los murciélagos que se ciernen solo logran contactar con su hocico en unas pocas flores a la vez. 
El papel de los murciélagos que se posan no termina con la polinización. También juegan un papel crucial en la dispersión de ciertos ácaros que viven en las flores de la palmera. Los ácaros de las flores consumen pequeñas cantidades de polen y néctar. Como se puede imaginar, su pequeño tamaño hace que para ellos sea increíblemente difícil encontrar nuevos lugares de alimentación. Aquí es donde los murciélagos entran en juego.
Se ha descubierto que, además del polen, los murciélagos que se posan también llevan cargas considerables de ácaros florales viajando como autoestopistas en su pelaje. Los ácaros se arrastran sobre el murciélago mientras visita una inflorescencia y se apean cuando visitan otra. Los ácaros no dañan a los murciélagos, pero son esenciales para su propio ciclo de vida porque gracias a sus transportistas voladores pueden alcanzar nuevos lugares de alimentación lejos de su palma original. Aunque se sabe poco acerca de estos ácaros, se piensa que los que viven en la palma coligallo son exclusivos de esta especie y probablemente no se alimentan de ninguna otra planta.
Como tantas veces sucede en la vida, no faltan los gorrones que no aportan nada. Se ha observado que la pulpa dulzona de los tubos florales también le encanta a algunos saltamontes de la familia Tettigoniidae y a otros insectos herbívoros que no contribuyen a la polinización y se zampan las flores completas. 
Así es la vida: unos esquilan y otros se llevan la lana. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.