En una impactante serie de fotografías que se difundieron ayer, el
postalcalde Almeida y la subalcalde Villacís sonríen exultantes ante la retirada
de los maceteros que en la calle Galileo de Madrid operaban como reguladores en
la batalla que en el centro de la ciudad sostenemos los que vivimos ahí, e
ingenuamente tratamos de respirar un aire de cierta calidad, y los que
anteponen su derecho fundamental a circular con su automóvil por donde su
sacrosanta libertad les dé a entender.
Las sonrisas de la foto son las sonrisas del redentor, del que ha
liberado a sus súbditos de toneladas de represión izquierdista, esta vez en
forma de maceteros, y ha restituido al automovilista lo que es del
automovilista.
Muy educativas esas fotos. Sugiero otras.
Almeida y Villacís sonriendo en una estación de metro mientras aplican
un buen recubrimiento de amianto a un vagón de la línea 1.
O Almeida y Villacís sonriendo mucho mientras arrancan juntos una de
esas pegatinas que dicen en las cajetillas de tabaco que fumar mata y la
sustituyen por otra con princesas Disney.
O, por qué no, Almeida y Villacís, sonriendo muchísimo mientras
sustituyen señales de limitación de velocidad en carretera por mensajes del
tipo “que nadie se atreva a poner límites a tu libertad”.
O, también me vale, Almeida y Villacís matándose a carcajadas mientras
suprimen las pulseras telemáticas que restringen a los machistas maltratadores
la posibilidad de acercarse a sus víctimas; total, están basadas en la
dictadura de género impuesta por las feminazis, que cada uno se acerque a donde
quiera.
Lo sé, son caricaturas, cuesta creer que abogados del estado con
educación del colegio Retamar puedan adoptar medidas así, pero la cruda
realidad es que un abogado del estado con educación del colegio Retamar y
licenciatura en Icade y oposición premium ha firmado un documento para revertir
Madrid Central.
Algunos ingenuos creían que no se iba a atrever porque desde hace unos
meses se respiraba mejor, se circulaba con más fluidez, había menos ruidos y
las propias asociaciones de comerciantes estaban reconociendo que, tras el
pequeño desconcierto de las primeras semanas, la medida no había sido, ni mucho
menos, perjudicial para sus intereses. Las mediciones de salubridad del aire
son categóricas: el mejor junio en muchos años, y casi sin lluvia.
Pero sí, claro que se ha atrevido, con la ayuda inestimable del partido
que dice que está ahí para regenerar cosas (creo que en este caso están en modo
desregenerador, pero también les vale, ya saben, estos son mis principios, pero
si no le gustan tengo otros) y el otro partido de la caza y los toros.
Al parecer los reguladores europeos pueden imponer cuantiosas multas
por la recontaminación del centro de Madrid. Que alguien calle a esos
reguladores. España necesita libertad, no reguladores. Sugiero otra foto:
Almeida y Villacís colapsando de risa delante de la notificación de la multa.
Multitas a mí, será por dinero…
José María Aznar, el ideólogo, ya dejó clara cuál debía ser la postura
del lado bueno de Occidente frente a la constante injerencia de esos enojosos
reguladores: “¿Y quién te ha dicho que quiero que conduzcas por mí?”, ironizó
Aznar frente a los lemas de la DGT, “nadie me debe decir lo que tengo o no que
beber. Déjame que beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie ni hago daño
a los demás”.
Aznar, para quien la única regulación tolerable debe ser la del
Registro de la Propiedad, estará orgulloso de su delfín Almeida, el
despeatonalizador, aunque lo estaría más si se atreviera a dejarse de medias
tintas y eliminase también los pasos de peatones, que son de derechita cobarde.
Que cada uno cruce cuando pueda, que un poquito de selección natural urbana
nunca está de más.
A los niños se les enseña que es mejor no contaminar que contaminar.
José Luis Martínez-Almeida Navasqüés, alcalde de Madrid, no tiene hijos
a los que transmitir su lección principal: que en un Estado de Derecho la
libertad del automovilista debe prevalecer sobre la protección del medio
ambiente.