Un murciélago neozelandés de cola Mystacina tuberculata sobrevuela una población de la flor del inframundo Dactylanthus taylorii. Foto de David Mudge. |
Nueva Zelanda tiene una naturaleza muy original de la que me he ocupado en algunos artículos de este blog (1, 2, 3). Es asombroso ver lo que puede producir una isla libre de los principales depredadores terrestres. Desgraciadamente, desde que llegaron los humanos, sus ecosistemas han pagado un doloroso tributo a la civilización. La que voy a contar es una de las interacciones de plantas y animales más singulares del mundo que solo se puede encontrar en este archipiélago. Durante cuánto tiempo es la pregunta.
En el Pérmico (hace más de 250 millones de años) todas las masas continentales estaban reunidas en un único supercontinente, al que llamamos Pangea. Hace unos 200 millones de años Pangea se había partido en dos supercontinentes: Laurasia, al norte y Gondwana, al sur. Los separaba entonces el océano Tethys, que se extendía desde el sur de Asia, por la actual cuenca del Mediterráneo, hasta la actual América, a su vez separada en dos, porque Norteamérica estaba unida a Europa y Sudamérica a África.
Durante el Jurásico y el Cretácico Gondwana fue escindiéndose y dio lugar a las masas continentales de las actuales Sudamérica, África, Australia, Zealandia (el continente sumergido del que emergen Nueva Zelanda y Nueva Caledonia), el Indostán, la isla de Madagascar y la Antártida, un proceso de fragmentación y alejamiento que continuó durante el Cenozoico y permanece aún activo.
Nueva Zelanda se separó del supercontinente Gondwana hace más de 80 millones de años, cuando todavía los dinosaurios dominaban la Tierra. Estas islas, al quedarse separadas del resto de los continentes, tuvieron una evolución biológica que tomó un rumbo distinto al resto del mundo donde los mamíferos tuvieron mucho éxito. En esta tierra de los pájaros, las aves colonizaban los nichos ecológicos que ocupaban los mamíferos en otros lugares de la Tierra.
En esa Nueva Zelanda ancestral, ya geográficamente aislada, la flora y la fauna continuaron adaptándose y evolucionando independientemente de sus congéneres que vivían en lo que se convertiría en Sudamérica, Australia, Nueva Guinea y la Antártida.
Un murciélago de cola corta con el hocico impregnado de polen de la flor del inframundo. Foto |
Debido a su aislamiento anterior a la aparición de los mamíferos, en Nueva Zelanda no hay mamíferos terrestres. La historia que voy a contarles está relacionada con una especie de murciélago. De hecho, este murciélago pude considerarse el único mamífero terrestre autóctono de Nueva Zelanda.
No, no me equivoco. Dije terrestre. El pequeño murciélago de cola corta de Nueva Zelanda (Mystacina tuberculata) emplea aproximadamente el 40% de su tiempo buscando insectos en el suelo. Tiene muchas adaptaciones especializadas en las que no voy a entrar aquí, pero la parte más interesante es que estos murciélagos, además de cazar insectos en vuelo, se alimentan en grupos que remueven insectos de la hojarasca con un frenesí tal que recuerda al de las pirañas. Además de usar la ecolocalización, también tienen un sentido del olfato altamente desarrollado. Esto es importante para elsegundo protagonista de esta historia forestal.
Dactylanthus taylorii. Dibujo original de Joseph Dalton Hooker. Transactions of the Linnean Society, vol. 22, 189. |
Veamos ahora a Dactylanthus taylorii. Esta planta es un miembro de la familia tropical Balanophoraceae. Es una planta parásita. No produce clorofila y vive la mayor parte de su vida bajo tierra, envuelta alrededor de las raíces de su árbol huésped. De vez en cuando, un pequeño grupo de flores que surgen de una parte hinchada y tuberosa del tallo subterráneo atraviesa la tierra y emerge un poco por encima de la hojarasca. Por eso, los maoríes la llamaban pua reinga, que se traduce como flor del inframundo. Las flores emiten un olor a almizcle dulce que atrae a los murciélagos mientras se alimentan.
Los murciélagos son uno de los únicos polinizadores que quedan para la flores del inframundo. Olfatean las flores y cenan el néctar, mientras sus hocicos se espolvorean con polen. Recientemente, se ha descubierto que el loro gigante terrestre de Nueva Zelanda, el kakapo Strigops habroptilus (en maorí kākāpō, que significa ‘loro nocturno’), también se cree que es un polinizador de esta planta. Lamentablemente, el kakapo solo sobrevive en algunas de las islas más pequeñas del archipiélago.
Tanto Dactylanthus taylorii como Mystacina tuberculata se consideran en peligro de extinción. Cuando los europeos llegaron a estas islas y las colonizaron, trajeron consigo el habitual conjunto de mamíferos invasores como ratas, perros, gatos y cerdos, todos los cuales están cobrándose un alto precio en los ecosistemas nativos. Las plantas y los animales de Nueva Zelanda no han compartido una historia evolutiva con los mamíferos invasores y, por lo tanto, no tienen adaptaciones para hacer frente a su presencia. El futuro de la flor del inframundo, del murciélago de cola corta y del kakapo, junto con muchas otras especies únicas de Nueva Zelanda, es muy incierto.