Desde
mediados de febrero hasta principios de marzo el Gran Valle Central de
California es un espectáculo floral: el 80% de los almendros de todo el mundo
se cultivan en California. Con los almendros en flor, decenas de camiones
procedentes de todo el país recorren el valle de un campo a otro. Son los
camiones colmeneros, la versión moderna de la Mesta castellana. Algunos de
ellos han recorrido los más de 4.000 km que separan Maine de California.
Las
almendras son el cultivo de frutos secos más grande de California en valor
total en dólares y superficie cultivada. Constituyen la séptima mayor
exportación de alimentos de los Estados Unidos. Aproximadamente 6.000
cultivadores de almendras producen el cien por cien de la oferta doméstica
comercial y más del 70% de la producción mundial. Más de 90 países importan
almendras de California.
Cultivar
el 70% de las almendras de todo el mundo no solo requiere grandes
cantidades de agua. Lean en mis labios: producir
una almendra, una sola almendra, supone un consumo de cuatro litros de
agua. De acuerdo con un estudio conjunto de las universidades de Córdoba y de
California, Davis, el rendimiento óptimo de un cultivo de almendros
consume 12.500 metros cúbicos de agua. Si ahora tienen en cuenta que en
California hay 344.000 hectáreas dedicadas a almendrales, multipliquen.
También
se necesita una asombrosa cantidad de abejas melíferas para la polinización:
aproximadamente cuatro colmenas por cada hectárea de almendros, alrededor de 1,7
millones de colmenas en total: un asombroso 85 por ciento de los recursos colmeneros del país se concentra en
California durante la floración primaveral. Unos 80.000 millones de abejas zumban
alrededor de las flores de los almendros californianos cada mes de febrero. Es
el acontecimiento de polinización gestionada más grande del mundo. Cuando
termina la floración de los almendros y se termina el néctar que alimenta al
ejército polinizador, los apicultores recogen las colmenas y viajan a otros
lugares que han ajustado previamente sus servicios desde un extremo a otro del
país: desde los naranjos de Florida pasando por los manzanos de Oregón hasta
los cerezos de Washington.
¿Por
qué los apicultores viajan hasta California cada año? El estado alberga
alrededor de 500.000 colmenas, lo que significa que cada temporada de
polinización llegan más de un millón desde lugares tan lejanos como Maine. ¿Qué
les motiva? Se lo pueden imaginar: el dinero.
Durante
los días que pasan en California, los apicultores estadounidenses ganan más
dinero alquilando sus abejas que produciendo miel. El balance de las dos
fuentes de ingresos varía de un año a otro, pero el ingreso de la polinización
ha crecido a lo largo de los años, mientras que los ingresos de la miel han
disminuido por la competencia con la miel importada. En 2012, el último año del
que he podido encontrar información, los apicultores de Estados Unidos
ingresaron 283 millones de dólares por la venta de miel, frente a 656 millones
obtenidos de la polinización.
A
los agricultores de California cada vez les cuesta más alquilar las colmenas.
Fresno es la capital almendrera del Gran Valle. Un reportaje en el Fresno
Bee me da los datos: los cultivadores de almendras tuvieron que desembolsar
entre 165 y 200 dólares por colmena en 2015, frente a los 45-75 que pagaban
hace una década. Si consideramos la media, 182 dólares por colmena, son 309
millones los que pasan desde los bolsillos de los granjeros a los de los
apicultores en apenas tres semanas. El incremento de los precios no se debe a
la especulación, se debe a para los apicultores cada vez es más peligroso soltar
a sus obreras en los campos de California.
El
problema del envenenamiento de los insectos se agrava porque los almendros se
cultivan en arboledas concentradas en grandes extensiones. Los monocultivos
grandes proporcionan un hábitat ideal para las plagas de hongos e insectos y,
por lo tanto, suponen un poderoso aliciente para que los agricultores las
combatan con un arsenal de productos químicos. También es probable que la
concentración de miles de millones de abejas en una zona relativamente pequeña
facilite la propagación de los patógenos.
La
segunda amenaza para la salud de las abejas proviene de los viajes a larga
distancia, que constituyen el núcleo del modelo de negocio itinerante de la
industria apícola. ¿Afecta a la salud de las abejas estibar cientos de colmenas
en un enorme camión y ponerlas a viajar? Los problemas van más allá de los
ocasionales accidentes
de camiones, que no faltan. Un reportaje
de Scientific American explicaba los rigores que soportan las colmenas en los
viajes.
“La
migración somete continuamente a las abejas a cambios bruscos entre períodos de
abundancia y de inanición extrema. Una vez que termina una determinada
floración, las abejas no tienen nada que comer, porque el polen se ha agotado
hasta donde alcanza la vista. Cuando están viajando, las abejas no pueden
alimentarse ni defecar. El jarabe de azúcar y las tortas de polen que les dan
los apicultores en compensación no son tan nutritivos como el polen y el néctar
de las plantas silvestres. Los científicos conocen bien los macronutrientes del
polen (proteínas, grasas y carbohidratos), pero saben muy poco acerca de sus
muchos micronutrientes como vitaminas, metales y minerales, por lo que resulta
difícil replicar el polen”.
Un artículo de
un investigador del Departamento de Agricultura dice que los viajes a larga
distancia enferman a las abejas, que experimentan problemas graves en sus
glándulas alimenticias lo que afecta a su capacidad de alimentar a las larvas
que constituirán su relevo generacional. Puede que los viajes influyan, pero no
parece que esa sea la causa principal de la alta tasa de muertes de las abejas.
Las abejas han viajado de un lado a otro de Estados Unidos desde hace muchos años,
y en camiones mucho más incómodos que los actuales, antes de que las
enfermedades comenzaran a diezmar las poblaciones y a colapsar las colmenas por
la muerte o la deformación de las larvas, un fenómeno que comenzó hace una
década. Otros factores, incluidos los pesticidas, la disminución de la
biodiversidad florística y los ácaros (una plaga de abejas) son probablemente
los factores más importantes para la disminución de la salud de las abejas, que están en sus momentos
más bajos.
En junio de
2019, un informe anual de un grupo de investigadores universitarios informó que los apicultores
del país perdieron algo más del 35% ciento de sus colonias de abejas en el
invierno 2018-2019, el nivel más alto registrado desde que comenzaron a
registrarse las pérdidas de colmenas en 2006. En abril de 2019 los apicultores
habían perdido el 40,7% por ciento de sus colmenas, que es aproximadamente la
media de los últimos años. Esas pérdidas anuales regulares, que comenzaron a
mediados de la década de 2000, cuando los camiones colmeneros ya llevaban
décadas moviéndose por el país, supusieron una enorme presión sobre los
apicultores.
Mientras
tanto, una nueva investigación señala más problemas para las abejas. Se enfrentan a
varios factores estresantes, como la pérdida de buenos terrenos naturales en
los que alimentarse, los pesticidas agrícolas y un parásito patógeno, el ácaro Varroa destructor. Un estudio publicado en junio de 2019 por investigadores de la Universidad
de Berna, demuestra que la exposición a niveles bajos a un tipo de insecticidas
muy utilizados, los neonicotinoides, hace que las abejas fueran mucho más susceptibles a dichos ácaros, y la
combinación de ambos factores redujo significativamente la supervivencia de las
abejas reinas, que son las que viven más tiempo (cinco años frente a los dos
meses de vida de las obreras).
Este estudio
se suma a una gran cantidad de investigaciones que implican a los neonicotinoides en la pérdida de
salud de los polinizadores. Su uso en las tierras agrícolas de Estados Unidos ha explotado en los últimos años y ahora se aplican en millones de hectáreas de todo
el país, desde los almendrales y los huertos de cítricos de California, el maíz y la soja del Medio Oeste o los campos de tomates de Florida.
Un camón con 450 colmenas volcado en los alrededores de Seattle. Foto. |
Mientras
tanto, no es probable que disminuya la enorme demanda de polinizadores del emporio
californiano de las almendras. Según el Departamento de Agricultura, los
terrenos dedicados a las almendras han crecido más de un 50% desde 2005, y cada
vez que los agricultores añaden otra hectárea de árboles necesitan cuatro
colmenas más para polinizarlas.
Así
las cosas, ¿por qué no hay más apicultores que se instalen permanentemente en California
para aprovechar el mayor acontecimiento de polinización del mundo? La respuesta
la ofrece mi colega Eric Mussen de la Universidad de California-Davis. California
ya alberga 500.000 de los 2,7 millones de colmenas de Estados Unidos. Aunque la
floración de los almendros sea excelente unas cuantas semanas, en términos de alimentación
durante todo el año el estado ya está en su capacidad de carga de abejas. Las
áreas naturales o los huertos de cultivo tradicionales con flores de la mayor
calidad forrajera, cada vez más mermados por el auge de los monocultivos extensivos,
ya soportan suficientes poblaciones de abejas.
Por
lo tanto, para satisfacer el creciente apetito del mundo por las almendras se
seguirá necesitando un ejército anual de camiones cargados de colmenas, la
moderna Mesta polinizadora. ©Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.