Hasta ahora se pensaba que las angiospermas (las plantas con flores) habían
aparecido hace 130 millones de años. La descripción de una nueva especie de
planta fósil sugiere que las flores aparecieron ya en el Jurásico Temprano,
hace más de 174 millones de años.
Las flores son las estructuras reproductivas de las angiospermas, cuyas
aproximadamente 260.000 especies representan casi el 90% de todas las plantas
terrestres actuales y de las cuales depende, de forma directa o indirecta, la
mayor parte de la vida terrestre. Sin embargo, las flores son una innovación
evolutiva relativamente reciente en el calendario geológico de la
diversificación de las plantas.
La súbita aparición en el registro fósil de las angiospermas ha
supuesto un quebradero de cabeza para los botánicos desde los tiempos de Charles
Darwin. En una carta mandada a Joseph Hooker en 1879, Darwin se lamentaba de
que las plantas con flores aparecían repentinamente en el registro fósil, para
diversificarse a continuación muy rápidamente. Un rompecabezas que el
naturalista no dudaba en calificar de «abominable misterio». Poco
a poco, gracias a todo tipo de investigaciones y hallazgos, se va armando el
rompecabezas.
La fascinación y frustración de Darwin con el conjunto de eventos
evolutivos asociados con el origen y rápida radiación de las plantas con flores
es ya legendaria y se debía a que el registro fósil de las angiospermas
conocido en 1870 era fundamentalmente incompleto. Y las cosas siguen igual si
se compara la riqueza del registro fósil en lo que se refiere a los animales y la
escasez en lo que respecta a las plantas. Las angiospermas fosilizan mal y desde
los albores de la Paleontología los fósiles animales fascinaron tanto a los paleontólogos
que dejaron a las plantas como un objetivo de segunda importancia en sus
investigaciones. De hecho, los grandes avances recientes en la reconstrucción
del origen y la evolución de las angiospermas se basan fundamentalmente en
análisis genéticos y de biología molecular.
Hasta hace muy poco, en los libros de texto se zanjaba el asunto de una
forma expeditiva: las angiospermas habían aparecido en algún momento de
Cretácico, lo que situaba el evento entre hace 125 y 65 millones de años (MA). Sin
embargo, los relojes moleculares habían sugerido que debían ser más antiguas,
aunque no existía una evidencia convincente basada en fósiles que probara tal
cosa. Como el registro fósil de las
angiospermas es tan incompleto, cada vez que una nueva investigación aporta una
novedad al conjunto de flores fosilizadas que bien cabrían en una caja de
zapatos, constituye una gran noticia. Los que refiero a continuación han
permitido situar al ancestro común más reciente de todas las angiospermas más
allá del Cretácico, en pleno Jurásico.
Eche un vistazo a la imagen de arriba, un fósil de 100 millones de años
de una flor conservada en ámbar desde el período Cretácico y descrita en 2017 por
George Poinar, profesor de Oregon State University, de la que ocupé en otra entrada. Son siete ejemplares completos de flores conservados en
ámbar en un yacimiento de Myanmar. Poinar y sus colaboradores, quienes piensan
que se trataba de un árbol de la selva tropical, llamaron a la nueva planta Tropidogyne pentaptera (del griego
"penta", cinco, y "pteron", ala), epíteto específico
basado en los cinco sépalos extendidos que presentan unas flores de entre 3,4 y
5 milímetros de diámetro.
Tropidogyne debía ser
considerada la flor ancestral mejor conservada, pero no la más antigua, porque
dos años antes unos ejemplares incompletos de plantas encontradas en España
habían situado el origen de las angiospermas en 130 MA. Mientras los ejemplares
de Myanmar son flores muy vistosas, las flores de los fósiles españoles son extraordinariamente
inconspicuas.
Como pueden ver en la siguiente imagen tomada de la publicación
original, la española Montsechia
vidalii, cuyo nombre está dedicado a la sierra del Montsec y al geólogo
catalán Lluís Marià Vidal, no hubiera
sido de mucha utilidad en una floristería. Consistía en brotes largos y hojas
pequeñas, y sus flores carecían de algo tan elaborado como pétalos. Pero, dada
su antigüedad, esta planta acuática es una ventana abierta a los primeros días
de las angiospermas.
Vistosa o no, el caso es que, en 2015, Montsechia vidalii había situado el origen de las angiospermas
hace 130 MA, hasta que la reciente descripción de una nueva especie de planta
fósil sugiere que las flores aparecieron ya en el Jurásico Temprano, hace más
de 174 millones de años. Un artículo
publicado en diciembre pasado, del que son coautores dos botánicos
españoles de la Universidad de Vigo, en el que se describe una nueva especies, Nanjinganthus dendrostyla, sugiere que
la aparición de las plantas con flores retrocede casi cincuenta millones de
años hasta el Jurásico Temprano, hace más de 174 millones de años, cuando los
dinosaurios dominaban la Tierra.
El equipo de investigación estudió 264 especímenes de 198 flores
conservadas en 34 bloques de roca de la región de Nanjing en China, famosa por
contener fósiles de la época del Jurásico Temprano. La abundancia de muestras
de fósiles utilizadas en el estudio permitió a los investigadores analizarlas
con una microscopía electrónica muy sofisticada lo que les proporcionó imágenes
de alta resolución de las flores desde diferentes perspectivas.
Reconstrucción idealizada de Nanjinganthus. 1, ramas de tipo dendroideo; 2, estilo dendroideo; 3, sépalo; 4, techo ovárico; 5, escama; 6, semilla; 7, receptáculo acopado/ovario; 8, bráctea; 9, pétalo; 10, órgano desconocido (¿estaminodio?). Fuente. |
Hacerlo permitió encontrar que la nueva especie de flor presenta una
característica que confirma la definición aceptada para las angiospermas: la
existencia de un ovario completamente cerrado. La palabra angiosperma deriva
del griego angíon (vasija o ánfora) y
sperma (semilla), lo que quiere decir
que las semillas están contenidas dentro de unas estructuras cerradas llamadas
ovarios, lo cuales, después de la fecundación, originan los frutos.
El Mesozoico era una época dominada por las gimnospermas, por lo que la
existencia de Nanjinganthus en el
Jurásico hizo necesario compararla con las gimnospermas fósiles comunes en ese
tiempo. En el estudio se encontró que la flor reconstruida tenía un recipiente
en forma de copa provisto del “techo ovárico”. Este es un hallazgo clave,
porque la presencia de esta característica confirma que Nanjinganthus es una angiosperma, habida cuenta de que las
gimnospermas carecen de ovario cerrado.