Alrededor de la cuenca del Mediterráneo los pinares
constituyen una de las formaciones vegetales más características y
diversificadas. Junto a Quercus, el
género Pinus es el taxon con mayor
número de especies, subespecies y variedades no ya de las áreas
circunmediterráneas, sino de Europa y de todo el reino Holártico. De las nueve
especies de pinos mediterráneos, seis aparecen de forma natural en la Península
Ibérica. Empero, cuando se habla del
área natural de los pinares conviene guardar ciertas cautelas, porque la
plasticidad ecológica de los pinos, su tolerancia a condiciones adversas, y el
rápido crecimiento y bondad de su madera, han hecho que desde los inicios de la
selvicultura estas coníferas hayan sido cultivadas y taladas con igual
profusión, de modo que resulta todavía difícil definir con precisión cuál es su
verdadera área de distribución.
En general, podemos
contemplar a todas las coníferas como especies tolerantes a las restricciones
cuando se comparan con las frondosas como robles o hayas que son competitivas. Si las condiciones ecológicas son aceptables, no
hay color: las competitivas frondosas se imponen a las coníferas, aunque en
condiciones intermedias la lucha biológica conduzca a la aparente paz del
bosque mixto. Esta característica (poca competitividad, pero mucha tolerancia)
es general en casi todas las coníferas del mundo y es consecuencia probable de
su antigüedad filogenética. No es extraño, por lo tanto, que en todos los
ecosistemas que permiten el crecimiento arbóreo las coníferas se encuentren
generalmente expulsadas de las zonas más favorables. De hecho, el bosque
mediterráneo de coníferas puede ser considerado un hábitat marginal, el peor biotopo
para el crecimiento del bosque dentro de su macrobioclima.
Como otras muchas
coníferas, los pinos, una estirpe genealógicamente mucho más antigua que la de
las frondosas, han practicado una estrategia que ha logrado salvar a las
especies actuales de la extinción que sufrieron muchos de sus congéneres a lo
largo del Terciario y del Cuaternario. Durante el Terciario, tras la aparición
de las angiospermas ocurrida en la era anterior, se inició una competencia
entre las emergentes y jóvenes frondosas y las viejas coníferas, peor
preparadas para los cambios climáticos hacia climas más secos y cálidos que se
producían entonces. Familias, géneros y especies de gimnospermas, incluyendo
muchas coníferas, sucumbieron en aquellas confrontaciones bioecológicas de adaptación
a los nuevos nichos que se estaban formando en la biosfera. Entre las coníferas
parecen haber sobrevivido aquellas capaces de practicar la estrategia de la
frugalidad y de la resistencia.
Los pinos en general,
y las especies mediterráneas en particular, son árboles frugales, de pocas
exigencias ecológicas, lo que les permite prosperar en condiciones edáficas
limitantes para las frondosas, como los litosuelos, las margas, las arenas, los
yesos o los suelos evolucionados a partir de rocas que, como las dolomías, las
serpentinas o las peridotitas, son nutricionalmente deficitarios o incluso
tóxicos para muchas otras plantas. Más aún, además de soportar esos factores
limitantes, los pinos crecen en zonas de relieves abruptos con fuerte
insolación y alta escorrentía, a lo que se une las más de las veces el clima
adverso, puesto que -arrinconados por las exigentes frondosas- encontramos
pinares en condiciones de extremada continentalidad, con fríos extremos y/o
agostadores calores estivales, como las que aparecen en las parameras y en la
alta montaña mediterránea.
Izquierda: Pinus sylvestris var. iberica. Derecha: Pinus uncinata. |
Centrémonos, pues, en Pinus
sylvestris, cuya área natural es inmensa, con grandes masas en toda Eurasia
desde el Cabo Norte en Noruega al estrecho de Bering en el extremo oriental de
Siberia, y está comprendida en el hemisferio Norte entre los paralelos 37°
(Sierra Nevada) y 71° (norte de Escandinavia). En España se extiende
principalmente por los Pirineos (var. catalaunica);
Cordillera Ibérica, Cordillera Central, y alcanza Sierra Nevada (var. nevadensis). Las poblaciones del Sistema
Central, las del pino de Valsaín, junto con las de la Cordillera Ibérica han
sido agrupadas en la variedad iberica.
En talla y volumen, el pino de Valsaín es uno de los más
majestuosos entre los españoles. En buenas condiciones alcanza los 30-40
metros, aunque en la Sierra llega escasamente a los 15 metros, 20 en los casos
excepcionales de Valsaín o Navafría. Los árboles de las zonas altas y
escarpadas, sometidos a la acción de los fuertes vientos, de la ventisca y con
poco suelo crecen tortuosos y achaparrados sin sobrepasar los 6-9 metros, de
forma que en nada se parecen a las esbeltas siluetas de los árboles de los
niveles bajos, pero que tienen el valor didáctico de la capacidad de
resistencia y de adaptación de estos árboles.
Color verde: Distribución natural de Pinus sylvestris en Europa. |
Delgadas y punzantes como agujas, las hojas van por parejas
agolpadas en las partes jóvenes de las ramas; estas acículas tienen un tinte
verde blanquecino característico, y no pasan de cinco o seis centímetros, las
más cortas de nuestros pinos. Los conos masculinos miden del orden de 1 cm,
pero cada uno puede producir cientos de miles de granos con dos vesículas flotadoras
que los mantienen en el aire, pero acaban por caer y se adhieren a las plantas
y a las botas cuando se camina sobre ellas. Los conos femeninos, las piñas, son
pequeñas (4-6 x 2-3 cm), aunque ya maduros aparentan ser más anchos por la
separación de las brácteas; los piñones llevan un ala que sirve para su
dispersión y no son comestibles.
Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. En primer plano el pinar de Pinus sylvestris. |
Dada la acidificación
del sustrato que produce la abundante pinaza, el estrato herbáceo es poco
significativo, al igual que el de líquenes y musgos terrícolas, aunque entre
las hierbas tal vez se puedan destacar un componente graminoide de cierta
importancia con Avenella flexuosa
subsp. iberica, Arrhenatherum elatius
subsp. carpetanus, Agrostis castellana, Festuca iberica, Nardus stricta, y otras
herbáceas como Linaria nivea, Luzula
lactea, Jasione laevis subsp. carpetana,
Leontodon hispidus subsp. carpetanus y pocas más. En ocasiones,
alrededor de la laguna de Peñalara, cerro de Telégrafo, Siete Picos, etc., se
incorpora el arándano (Vaccinium
myrtillus), especie que escasea en el resto de los bosques serranos, salvo
en los hayedos.
Cytisus oromediterraneus. |
Con estas condiciones, el pinar natural ocupa una banda
entre los 1.700 y 2.100 metros, aunque estas cifras son modificadas por
factores topográficos, como exposición, efectos de cumbre, etc. En general,
nunca baja de forma espontánea más allá de los 1.600 metros y tampoco pasa
mucho de los 2.100. Hacia arriba, llega un momento en que el bosque se acaba y
sólo continúan los arbustos del sotobosque sin que puedan seguirles los pinos.
Juniperus communis subsp. nana |
Los cultivos de pinos en zonas correspondientes al robledal se
reconocen por lo homogéneo de la población, por los límites bruscos de las
masas arbóreas y por la presencia ocasional de melojos y la habitual del
helecho águila (Pteridium aquilinum),
que explota las tierras pardas producidas por el melojar y que falta o es muy
raro en los pinares genuinos. Por el contrario, la presencia de la gramínea Avenella flexuosa subsp. iberica nos indica un pinar dentro de su
piso natural.
Base del pino de la cadena. |
No puedo dejar de recomendar la visita a unos de los
cuarenta árboles singulares del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, el
llamado pino albar “de la cadena”, un ejemplar con un fuste recto de casi
veinticinco metros de altura, unos tres de circunferencia de tronco a la altura
del pecho y alrededor de doscientos años de edad. Quienes estén leyendo estas
páginas seguramente sepan dónde está. Si no es así, salga desde El Ventorrillo
y baje por la pista de los Baldíos hacia el río. No tiene pérdida: la cadena
que lo rodea, con la leyenda “Memoria”, es su tarjeta de presentación. ©
Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.