A perro flaco todo son pulgas. Con el ruido de fondo
del insensato Brexit, está pasando desapercibida una batalla ambiental que
puede acabar de golpe y porrazo con el desarrollo del fracking y del gas de lutitas (shale
gas) en el Reino Unido. La producción británica de hidrocarburos se redujo en
2000 y se ha venido reduciendo desde entonces, aunque a mediados de la década
de 2010 se evidenció una estabilización de la producción. Ahora, una decisión
del Tribunal Supremo británico sobre los proyectos de gas de lutitas podría
asestar un doloroso golpe a la mínima esperanza de desarrollo que tuvieran los
productores británicos. Las nueve cuencas petrolíferas del Gran Mar del Norte
están maduras, lo que significa que su producción se agotará entre 2025-2027. Después,
la producción de petróleo de Gran Bretaña se hundirá a menos que se produzca un
milagro.
Pero vayamos con el gas. No existe consenso técnico
sobre la cantidad de gas de lutitas que se puede recuperar en Reino Unido. Si
se toma como referencia el hiperbólico informe de 2013 del Servicio Geológico
Británico, en todo el centro de Gran Bretaña (lutitas Bowland-Hodder) las
reservas de gas de lutitas están dentro de la horquilla de 164-264-447
TCf [1].
Pero que haya reservas no significa que sean recursos, es decir, que sean técnicamente recuperables. Dada la
complicada litografía el centro de Gran Bretaña (Midlands), el volumen
recuperable real sería notablemente menor. La gran autoridad en la materia, el Servicio
Geológico de Estados Unidos (USGS), estima que el total de recursos recuperables en las Midlands son 8,3 TCf. La cuenca Weald en el sur de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte también tiene recursos de gas de lutitas, pero se
encuentra en una etapa de desarrollo menos avanzada que la que se encuentra en el
corazón de las Midlands, en Lancashire o Nottinghamshire.
Emocionalmente agotado por el proceso del Brexit y por
la necesidad de presentarse como un partido creador de empleo, el año pasado el
Partido Conservador hizo un gran esfuerzo para avanzar en el desarrollo de los
recursos domésticos de gas de lutitas promulgando las normas reglamentarias
requeridas para hacerlo. El Gobierno promovió un paquete de reformas que
deberían impulsar los proyectos de lutitas en todo el país eliminando
obstáculos administrativos y facilitando las operaciones. Por ejemplo, el nuevo
paquete legal estipulaba que no se necesitarían permisos de planificación para
los campos de lutitas mientras que su explotación no implicara el empleo de fracking, y declaró que los proyectos de
lutitas serían clasificados como "de interés nacional", lo que
significa que las decisiones sobre los permisos de explotación escapaban a las
autoridades locales y regionales.
El Gobierno de la minoría conservadora también creó
una nueva entidad dedicada a las lutitas, el Shale Environmental Regulator Group (SERG), una autoridad que
actuaría como un regulador común y nombró a una primera comisionada para
asuntos relacionados con el gas de lutitas. Sin embargo, a diferencia de la
mayoría de los productores de gas de todo el mundo (exceptuando algunos de
Europa continental), los operadores de lutitas en el Reino Unido tienen que
enfrentarse a un oponente muy comprometido y altamente organizado: los
activistas ambientales. Organizando una protesta tras otra y provocando el cese
de actividades, los opositores a las lutitas obligaron a las compañías Ineos y
Cuadrilla a conseguir protección legal en sus lugares de explotación. El
Tribunal de la Corona de Preston incluso encarceló a varios activistas por bloquear
el acceso a uno de ellos a finales de 2018.
Al ser desprovistos de competencias para prohibir el fracking por completo, los consejos
locales comenzaron a diseñar nuevas formas creativas para eliminar el impulso gubernamental
para el desarrollo de las lutitas; por ejemplo, el alcalde del área metropolitana
Gran Manchester introdujo una autoproclamada "presunción" con
respecto a los nuevos desarrollos de gas de lutitas, lo que en definitiva significaba
que la posición predeterminada del Consejo local sería prohibir nuevos
proyectos dado el objetivo del Gran Manchester de convertirse en área con
huella de carbono cero. Como dicha área metropolitana alberga diez licencias de
exploración, esa no es una decisión baladí. Otros consejos locales han tomado
medidas similares para restringir el fracking;
incluso la ciudad de Londres sustentó en la "emergencia climática" el
decreto del alcalde Sadiq Khan que impulsó una prohibición general del gas de lutitas.
El Gobierno escocés, aprovechando la autonomía que
tiene sobre el tema, ha prolongado indefinidamente su moratoria sobre las
lutitas hasta que se ponga en vigor una prohibición permanente que ya ha sido ya
acordada. De manera parecida, durante todo el año pasado el Gobierno galés
llevó a cabo consultas públicas antes de tomar la decisión de congelar sine die todos los procedimientos de concesión
de licencias para el petróleo y el gas de lutitas, independientemente de si se
utiliza o no el fracking.
La reacción de la población británica es totalmente
comprensible: los distintos lugares en los que actualmente se desarrolla la
explotación de gas de lutitas se han tomado con un aviso de lo que está por
venir a menos que los ciudadanos hagan algo al respecto. Cuadrilla, la única
empresa que actualmente realiza actividades de fracking en Gran Bretaña (en su campo de Preston New Road cerca de
Blackpool, Lancashire, cuya foto encabeza este artículo), tuvo una serie de temblores de 0,5 grados de magnitud a
principios de diciembre de 2018 y se vio obligada a detenerlas durante más
tiempo después de causar un terremoto de 1,5 grados a mediados de diciembre.
Lo que está sucediendo va en contra de los datos que anunciaron
en su momento los defensores de las lutitas, que decían que el impacto del fracking sería nulo: de hecho, mientras
más avanzada sea la etapa del fracking,
más potentes serán los terremotos. Al parecer, Cuadrilla quiere perforar un
segundo pozo horizontal de fracking en
el mismo campo, cuyo futuro, en las circunstancias actuales, es tan incierto como
el de un submarino con goteras. Y más aún cuando la flamante comisionada de gas
de lutitas del Reino Unido, Natascha Engel, renunció la semana pasada a su
cargo después de solo seis meses en el cargo. Sin embargo, el mayor obstáculo a
cualquier avance del gas de lutitas en el Reino Unido ha sido su propio
Tribunal Supremo, que dictaminó en marzo que las enmiendas del Gobierno al
Marco de la Política de Planificación Nacional para acelerar los proyectos de lutitas
eran ilegales.
El Tribunal Supremo ha puesto de manifiesto un error
que se repite con frecuencia: ha sentenciado que el desprecio que
había mostrado el Gobierno por un estudio ambiental (el "Informe Mobbs")
presentado por el grupo anti-lutitas Talk
Fracking era “innegable” y que las autoridades gubernamentales habían subestimado
intencionadamente las estimaciones de los escapes de gas derivados del fracking, al mismo tiempo que habían sobreestimado
el potencial de las lutitas británicas. Esto abre la posibilidad de que otros
grupos antilutitas y antifracking desmonten
la política del Gobierno por medio de revisiones judiciales.
En conclusión, con un Gobierno frustrado, con unas compañías
con sus expectativas frustradas y una profusión de grupos ambientalistas que
surgen como setas, el abandono de las explotaciones de gas de lutitas en el Reino
Unido está a la vuelta de la esquina.
[1] Tcf: El trillón de pies cúbicos es una medida de volumen de gas natural utilizado por la industria energética estadounidense, que en la escala numérica larga utilizada tradicionalmente en español, y en la mayoría de los países de Europa Continental, equivale a un un billón de pies cúbicos (Tcf). Un billón de pies cúbicos es equivalente a aproximadamente un Quad de Btu (unidad térmica británica). Un Quad es una abreviatura de un cuatrillón (1.000 bilones) Btu. Un Btu es una unidad de medida de energía, que representa la cantidad de calor que se necesita para elevar la temperatura de una libra de agua en un grado Fahrenheit al nivel del mar. Un Btu es aproximadamente igual al calor producido por una cerilla de cocina.