Cimex lectularius, una de las más conocidas chinches urbanas. Foto. |
Hace dos años, pasé tres noches es un confortable hotel en pleno centro
de San Luis, Misuri. Dormir, lo que se dice dormir a pierna suelta, no lo conseguí
a pesar de que la última noche, cuando ya había comprobado en mi piel los
efectos de las picaduras, me acosté vestido. Aprovechando una oferta, las tres
noches me costaron 668 euros: a euro por chinche, más o menos. Si entonces
hubiera sabido que alguna vez un tiranosaurio tuvo que lidiar con la misma
molestia, quizás me hubiese sentido más aliviado.
Cuando los dinosaurios surgieron sobre la faz de la Tierra, chinches y
garrapatas ya estaban allí. Hace unos días publiqué un artículo en el que daba
cuenta de que las garrapatas ya parasitaban a los dinosaurios emplumados hace
cien millones de años (ma). Un nuevo
estudio publicado ayer en la revista Current
Biology demuestra que las chinches han estado sorbiendo sangre durante al
menos 115 ma.
Se conocen más de cien especies de chinches o cimícidos (familia Cimicidae) y todas ellas son
parásitos hematófagos obligados, lo que quiere decir que su vida depende
exclusivamente de chupar la sangre de sus hospedantes. Aunque muchos
especialistas pensaban que los murciélagos fueron
los primeros hospedantes ancestrales de los cimícidos, gracias a un artículo publicado en 2008 en el que se describía un fósil de chinche del
Cretácico conservado en ámbar de Myanmar, se sabía que las chinches existían al
menos treinta ma antes de que aparecieran los fósiles de murciélagos más
antiguos.
Derecha: Microfotografía de un macho de la chinche Quasicimex eilapinastes, redibujada en la imagen de la derecha. Fuente. La filogenia molecular también ha demostrado que las dos principales especies de chinches urbanas actuales, Cimex lectularius y C. hemipterus, surgieron hace 47 ma, es decir, que han estado haciendo de las suyas mucho más tiempo que los primeros homínidos cuyos primeros representantes aparecieron hace 7 ma, lo que contradice una hipótesis que sostiene que estas antiguas plagas se transformaron en nuevas especies especializadas en chupar nuestra sangre.
Para reconstruir el linaje filogenético (la filogenia es a las especies
lo que el árbol genealógico de una saga humana o el pedigrí de una mascota), el
equipo de investigadores ha pasado quince años recolectando chinches silvestres
de todo el mundo y estudiando especímenes guardados en colecciones de museos.
El equipo comparó el ADN de estas chinches modernas para ver cómo se
diferenciaron las diferentes especies en el pasado y con qué frecuencia
surgieron nuevas especies capaces de infestar a los humanos y a otros huéspedes
potenciales.
Árbol filogenético basado en cinco secuencias de genes que muestran la distribución biogeográfica (colores de las ramas) y la taxonomía clásica a nivel de subfamilia. Las fotografías muestran representantes morfológicamente típicos de cada subfamilia. Los números al lado de los nodos indican valores de probabilidad posteriores. La escala de longitudes de la rama representa el número de sustituciones de nucleótidos estimadas por sitio. Fuente. |
¿Es
posible que pterodactilos, tiranosaurios o brontosaurios sufrieran una horda de
parásitos hematófagos? Dado el comportamiento de las chinches modernas, es muy
posible que las chinches ancestrales prefirieran cebarse en animales
“hogareños” tanto nidícolas como los pájaros, como los murciélagos que se
hacinan colgados siempre en los mismos lugares o como los que, como nosotros,
las acogemos involuntariamente en las costuras del colchón. La mayoría de los
dinosaurios, por otro lado, tendían a no asentarse y optaban por cazar en
manadas y migrar de un lugar a otro.
Esas
son buenas noticias para los dinosaurios, pero malas noticias para los incautos
turistas que nos alojamos en hoteles poco escrupulosos. © Manuel Peinado
Lorca. @mpeinadolorca.