Buxbaumia viridis. Foto |
No es fácil encontrar ejemplares de unos diminutos musgos del género Buxbaumia, los cuales, además de diminutos,
practican el escapismo. La primavera de 2018, cuando viajé por Nueva Zelanda,
tuve la suerte de reencontrame con algunos de ellos creciendo en donde más les
gusta: en las cortezas de los árboles y en ambientes muy sombríos.
Buxbaumia comprende unas doce
especies diferentes de musgos distribuidos por gran parte del hemisferio Norte
y por algunas zonas de Australia y Nueva Zelanda. En España están citados, que
yo sepa, en el Pirineo, donde cada vez son más raros probablemente debido al calentamiento
global: el calor y la sequía son fatales para estos organismos que necesitan mucha
humedad para poder reproducirse. En el Pirineo aragonés tuve la suerte de observar
hace casi cuarenta años a Buxbaumia viridis formando parte de un cortejo de
briófitos lignícolas del que formaban parte las hepáticas Lepidozia reptans, Lophocolea heterophylla, Lophozia incisa, L.
longiflora y Nowellia curvifolia,
y los musgos Dicranum tauricum,
Herzogiella seligeri , Tetraphis
pellucida, entre otros que entonces no pude reconocer.
Una vez que la corteza se ha caído y la madera comienza a pudrirse, un
árbol caído proporciona un hábitat ideal para una variedad de especies de
briófitos lignícolas. Muchos de esos especialistas están muy extendidos en el
norte de España, pero algunos son raros. No se sabe muy bien qué condiciones ecológicas
precisas deben reunir los troncos caídos para soportar a estas complejas
comunidades lignícolas, pero parece probable que la textura desigual del
tronco, su capacidad como de esponja para retener la humedad y, posiblemente,
los nutrientes liberados durante la descomposición son todos factores
importantes.
Cápsulas de Buxbaumia aphylla. Foto |
La pérdida de cobertura forestal a lo largo de los siglos y, más
recientemente, la intensa gestión de las áreas forestales han conducido a una
pérdida significativa de hábitats para estos briófitos especializados. La retirada
de los árboles caídos ha sido un problema particular para que el volumen de
madera muerta, incluso en los menos manejados de nuestros bosques, esté muy por
debajo de la que se produce en un bosque natural. En las parcelas que han
tenido poco manejo reciente, el volumen de madera muerta caída puede ser
superior a 60 metros cúbicos por hectárea, que es comparable con los bosques antiguos
en Europa y América. Sin embargo, en los bosques manejados para la madera, los
volúmenes de madera muerta pueden llegar a ser menores de 20 metros cúbicos por
hectárea. El problema de estos briófitos no es sólo una simple pérdida de
hábitat, sino también la falta de continuidad cuando el volumen de madera
muerta es tan pequeño.
El comportamiento de estos musgos es el mismo que presentan otras
plantas conocidas genéricamente como “efímeras”. Dicho de otra forma, practican
la estrategia del escapismo: son maestros en el arte de la desaparición. Durante
una temporada o dos que les sean favorables pueden aparecer pequeñas colonias,
que luego desaparecen durante años cuando las cosas se ponen feas hasta que
otra estación favorable recrea las condiciones que les favorecen.
Hay que tener una vista aguda y mucha paciencia para encontrarlos, porque
durante gran parte de su existencia, mientras que viven en la fase de su ciclo
de vida que conocemos como gametófito, son casi microscópicos. Mientras que los
gametófitos de la mayoría de los musgos son relativamente grandes, verdes, y con
estructuras parecidas a hojas (filidios), los gametófitos de Buxbaumia son tan minúsculos que apenas
de dejan ver, porque la mayor parte de su "cuerpo" son hebras de
células llamadas "protonemas".
En la mayoría de los musgos la fase de protonema es la inicial que
surge tras la germinación de las esporas. En cuanto germina la espora, el
protonema comienza a generar individuos adultos provistos de tallitos
(caulidios) y filidios. Aunque todos los musgos comienzan como protonema
después de la germinación de las esporas, parece que Buxbaumia prefiere permanecer en esta etapa juvenil hasta que
llegue el momento de reproducirse.
Buxbaumia aphylla. Foto |
Teniendo en cuenta lo pequeños que son los protonemas, ha habido más de
una confusión en lo que respecta a cómo Buxbaumia
se gana la vida. Las primeras hipótesis sugirieron que eran saprótrofos, esto
es, que vivían como los hongos, obteniendo los nutrientes a base de digerir
químicamente la materia orgánica producida por otros. Hoy se piensa que no es
exactamente así, sino que parece mucho más probable que dependan en gran medida
de las asociaciones con hongos micorrícicos y cianobacterias para cubrir sus
necesidades nutricionales.
Se piensa que la poca fotosíntesis que llevan a cabo se realiza a
través de sus protonemas y de las cápsulas de su segunda fase del ciclo vital:
el esporófito. Hablando de esporófitos, estos constituyen la fase visible y,
por tanto, la única manera de encontrar ejemplares de Buxbaumia en la naturaleza. En comparación con la etapa de gametófito,
los esporófitos de Buxbaumia son
gigantes.
La fertilización se produce en algún momento del otoño, y a finales de
la primavera o principios del verano los esporófitos están preparados para
liberar sus esporas. Como puede observarse en las fotografías, las cápsulas
tienen una superficie plana como la membrana de un tambor. El tamaño y la forma
de estas cápsulas adquiere pleno sentido cuando te das cuenta de que dependen de
las gotas de lluvia para la dispersión de sus esporas. Cuando una gota impacta
la parte superior aplanada las esporas son expulsadas al medio a través del
opérculo que remata la cápsula y con un poco de suerte la brisa las llevará a
otro lugar adecuado para el crecimiento de su protonema. ©
Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.