Conos femeninos inmaduros y maduros (rojos) y ramitas tetragonas de Microcachrys tetragona. Foto. |
Con su pequeño hábito rastrero y sus conos femeninos de color rojo
brillante y carnoso, es fácil entender el nombre común, “pino-fresa rastrero”, con el que los tasmanos conocen a una rara conífera, Microcachrys tetragona. Esta conífera miniatura es tan hermosa como
interesante. En su cuerpo hay 66 millones de años de historia fósil que puede
enseñarnos mucho sobre la biogeografía austral de la que ya me ocupé en
esta otra entrada.
Ramas con conos masculinos. Foto. |
Empecemos por describirla. En primer lugar, el nombre científico. Microcachrys proviene del griego, mikros, pequeño, y cachrys también del
griego cachrus, cono o amento, en
alusión a los minúsculos (2 mm) conos masculinos. Tetragona se refiere a las ramillas
cuadrangulares. Este microendemismo tasmano es una conífera de hojas perennes
escamosas (2-3 mm) y opuestas que envuelven completamente a los tallos de forma
imbricada como lo hacen las de cipreses y sabinas. Es unisexual monoico, lo que significa
que los conos masculinos y femeninos nacen en ramas separadas de la misma planta. Los conos
masculinos miden aproximadamente 2 mm de largo y tienen 20 o más sacos
polínicos. Los conos femeninos son redondeados u ovales, de 6-8 mm de largo,
carnosos y de color rojo brillante cuando están maduros. La polinización es
anemófila y la distribución de la semilla ornitócora.
Hoy en día, el pino-fresa rastrero sólo se puede encontrar silvestre en
el oeste de Tasmania. Es una especie de alta montaña, que crece en lo que
comúnmente se denomina matorral enano alpino, una comunidad que ocupa altitudes por encima
los mil metros, que pueden parecer pocos para nuestras latitudes, pero que, en
Tasmania, con un clima extraordinariamente oceánico y sometido a la influencia
de los gélidos vientos antárticos, equivale a unos tres mil metros de los Alpes,
por ejemplo. Para resguardarse de los vientos y de las lacerantes celliscas, y
para quedar protegido por el manto de nieve de las fuertes heladas invernales, elige la misma estrategia que muchas otras plantas de ambientes alpinos: crece como
una alfombra pegada al suelo con sus ramas postradas que apenas sobresalen más
de 30 cm por encima de la superficie.
Aspecto de la planta creciendo sobre bloques de dolerita en Mt. Field, Tasmania. Foto. |
El pino fresa rastrero no es un miembro de la familia del pino
(Pinaceae), sino de la familia de los podocarpos (Podocarpaceae). Esta familia
es interesante por muchas razones, entre otras porque son representantes de la
llamada flora Antártica, un conjunto de plantas vasculares que evolucionó hace
millones de años en el supercontinente Gondwana, que comenzó a separarse a
principios del Cretácico (hace 135-65 millones de años) y que, con la deriva
tectónica, ahora se distribuye por varias áreas separadas del hemisferio Austral,
incluyendo el Cono Sur, la región del Cabo, Nueva Zelanda, Australia, Tasmania
y Nueva Caledonia. Comparando las distribuciones actuales de las plantas y los
animales con los testimonios fósiles, los biogeógrafos pueden usar a familias
como las podocarpáceas para construir un relato coherente de la historia de la
vida en la Tierra.
Granos de polen con tres vesículas (V). Foto. |
Lo que resulta sorprendente es que, entre las diversas podocarpáceas,
el género Microcachrys produce granos
de polen con una morfología única. Cuando los investigadores ponen el polen actual
o fósil en el microscopio óptico, pueden decir sin temor a equivocarse si pertenece
o no a Microcachrys. El grano de
polen con tres vesículas (trisacato) es característico de Microcachrys, mientras que todas las demás podocarpáceas producen
polen bisacato.
El polen fosilizado de Microcachrys
se ha encontrado en todo el hemisferio Austral en Suramérica, India, Suráfrica,
Nueva
Zelanda e incluso en la Antártida,
unas zonas donde no se encuentra hoy. Eso quiere decir que es un paleoendemismo, es decir, una planta cuya restringida área actual es el resto
de una mucho más extensa. Eso parece indicar que a medida que los continentes iban
separándose y las condiciones ambientales cambiaban, las montañas de Tasmania
ofrecieron un refugio definitivo para la única especie sobreviviente de este género.
Maduración de los conos femeninos. Foto. |
Otro motivo por el que esta pequeña conífera resulta tan original son
sus conos femeninos, que se asemejan a frutas, algo que, con respecto a otras podocarpáecas neozelandesas, ya comenté en
este post. A medida que maduran, las escamas del cono se hinchan y se
vuelven carnosas. Con el tiempo, empiezan a parecerse a una fresa más que a cualquier
otra estructura reproductora de las gimnospermas. Éste es otro caso de
evolución convergente cuyo fundamento está en la dispersión de las semillas por
parte de las aves. Parece que le funciona, porque a pesar de su pequeña área de
distribución actual, el pino fresa rastrero es muy abundante localmente y no afronta los mismos problemas de conservación que amenazan actualmente a muchos
otros miembros de su familia. © Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.