Calle Libreros, el pasado 10 de marzo. |
Cuenta una leyenda que alrededor de 1150, finalizada la segunda cruzada,
que terminó como el rosario de la aurora, los cruzados franceses trajeron desde
Damasco unos pies de ciruelos con cuya fruta se habían deleitado en el fallido
asedio a la ciudad. Cuando informaron al rey Luis VII, el monarca, fuera de sí,
exclamó: «Ne
me dites pas que vous êtes allés là-bas uniquement pour des prunes!» (¡No me
digáis que sólo habéis ido por ciruelas!), o sea, "para nada".
En francés, ir a por ciruelas significa los que en España “salir por uvas”, es
decir, hacer algo sin mayor provecho.
Entra dentro de lo posible que, como hicieron con las especias, los
cruzados introdujeran en Europa frutales de Oriente Medio o de Asia menor,
entre otros los ciruelos comestibles más comunes (Prunus domestica), pero lo que sí es seguro, porque está
perfectamente documentado, que hubo que esperar siete siglos para que un jardinero
francés apellidado Pisard introdujera en Europa unos arbolitos rojizos de
origen persa que llevan en su honor el nombre de pisardi, una variedad del cerezo (Prunus cerasifera), que hoy adorna y da sombra en las ciudades de
todo el mundo, entre otras la calle Libreros de nuestra ciudad.
Empezaré por ofrecer algunas nociones botánicas y luego les contaré la
historia de cómo el ciruelo rojo o pisardi viajó desde Persia para acabar
formando parte del paisaje urbano occidental.
Flores de Prunus cerasifera variedad pisardi. |
El género Prunus, de la familia
Rosáceas, la misma a la que pertenecen las rosas, las zarzamoras, las manzanas,
las fresas y un sinfín de frutales, está integrado por unas doscientas especies
de árboles y arbustos originarios, en su mayoría, de las zonas templadas del hemisferio
Norte. Entre sus muchas especies de interés comercial, además del mencionado
cerezo, se cuentan P. domestica
(ciruelo común), P. mahaleb (cerezo
de Santa Lucía), P. lauroceresus (laurel
cerezo), P. spinosa (endrino),
P. persica (melocotonero), P. dulcis (almendro), P. armeniaca (albaricoquero), P. cerasus (guindo) y, P.avium (cerezo silvestre).
Los pisardi, además de su
resistencia a la contaminación, lo que los convierte en idóneos para ambientes
urbanos, son muy apreciados como ornamentales por el original color rojizo de
sus hojas, flores y frutos. Son pequeños árboles o arbustos caducifolios de
hasta ocho metros de altura, muy ramificados y de copa compacta. Las hojas, de
color rojizo-granate, tienen forma ovado-aguda con el borde dentado y caen del
árbol con los primeros fríos invernales. Las flores son de color rosa y
aparecen desde finales de invierno a inicios de primavera, antes de que surjan
las hojas, lo que favorece la polinización sin la interferencia del denso
follaje.
Frutos de Prunus cerasifera variedad pisardi. |
Las flores son pentámeras: tienen cinco sépalos, cinco pétalos, entre diez y veinte estambres y un solo carpelo central que contiene un único óvulo. Fecundada la
flor gracias a los insectos polinizadores, el óvulo se transforma en semilla y
el carpelo en un fruto del tamaño de una cereza, comestible, aunque algo ácido,
con el que en Francia elaboran jaleas dulces. Técnicamente es una drupa, un
nombre que alude a todas las frutas que tienen “hueso” como las que aparecen en
la figura adjunta: cerezas (1), ciruelas (2), aceitunas (3), platerinas (4),
albaricoques (5), mangos (6), dátiles (7) y nectarinas (8). No es el momento de
extenderme más con las originales características de las drupas. A los lectores
interesados les remito a unos posts en las que me ocupé de ellas (1, 2).
Y ahora vamos con la historia del viaje de los pisardis a los jardines europeos.
Entre 1785 y 1925 reinó en Persia la dinastía Kayar, de origen turco. En
1925 la sustituyó la dinastía Pahlaví que reinó poco más de medio siglo antes
de que en 1979 los ayatolás de Jomeini derrocaran al corrupto shah Mohammad
Reza Pahlaví, un títere de británicos y americanos. Nasser-al-Din Shah Qajar
(1831/1896) fue el penúltimo shah de la dinastía Kayar desde 1848 hasta su
muerte, que debió ser muy llorada porque dejó ochenta y cuatro viudas. Su estilo de gobierno era dictatorial, aunque de
ciertas tendencias reformistas de corte europeizante. Fue el primer monarca
persa en visitar Europa en 1871, luego en 1873 (donde revistó una flota de la
Royal Navy, así como una maniobra militar a gran escala en Rusia, lo que le
llevó a fundar una brigada cosaca), y más tarde en 1878 y 1889.
. El shah Nasser-al-Din. Foto. |
Durante sus viajes quedó impresionado por la tecnología que había visto
en Europa. Fue mecenas de la fotografía y, además de ser el primer iraní en ser
fotografiado, el invento le entusiasmó y se fotografió miles de veces.
Introdujo muchas innovaciones occidentales en Irán, incluyendo un moderno
sistema de correos, el transporte ferroviario, un sistema bancario y permitió e
impulsó los primeros periódicos.
Cuando llegó a París en 1878 para visitar la Exposición Universal, además
de quedarse estupefacto con la torre Eiffel, se sorprendió por la belleza de
los jardines de París y Versalles. Quiso tener un jardinero francés. Le recomendaron
a monsieur Pissard. Lo contrató por una fortuna y lo llevó con él a Teherán,
donde le encargó transformar los jardines de su palacio.
Ernest François Pissard, Oficial del Mérito Agrícola, Caballero de
Cristo de Portugal y de la Real Orden de Villaviciosa, nació en 1850 en
Sallanches. Era hijo de un famoso jardinero y horticultor, Claude-Marin Pissard,
del que heredó su primorosa afición a las plantas. El 1866 se graduó en la
Escuela de Agricultura de Igny, desde donde pasó a trabajar en el prestigioso Jardin
des Plantes de Paris hasta 1878, cuando lo contrató el shah. En 1887 fue
contratado como jardinero jefe del lisboeta Jardim da Estrela, donde se mantuvo
hasta 1907. Luego regresó a Francia y se instaló en Arcachón en un chalet
situado en el bulevar de la playa, que pronto se hizo famoso por sus cuidados
jardines.
La familia Pissard el 6 de septiembre de 1926 durante una visita a Lourdes. Foto cortesía de Chaminade. |
Desde Persia, Pissard trajo semillas y esquejes de muchas plantas nativas,
entre otras las de una nueva planta, enesguida llamada el "cerezo de
Pissard". En los Anales del año 1881 de la revista de la Sociedad de
Horticultura de Nantes, Élie-Abel Carrière, el gran botánico y horticultor
francés, jefe de los jardineros del Museo Nacional de Historia Natural de
Francia, escribió un encendido elogio del arbolito recién incorporado a la
flora ornamental francesa: «La planta más notable que se ha introducido
durante mucho tiempo es, sin duda, Prunus pissardi. Además de su novedad y de sus muchos méritos desde dos puntos de
vista muy interesantes -como árbol frutal y como ornamental- constituye una
sección particular del género Prunus. De hecho, no sólo es notable por la
coloración de sus hojas que son de un rojo intenso, con reflejos matizados; sus
frutos, desde su formación, también son de un color rojo muy oscuro,
absolutamente nuevo. Prunus pissardi crece poco y se ramifica considerablemente;
resulta siempre es muy agradable a la vista por sus hojas, sus flores, sus
frutos y por el color de su corteza que, siempre roja, negra y lustrosa,
constituye una decoración vegetal perpetua».
Pissard murió en 1934. Su amigo Albert Chaudhari,
miembro del Parlamento de Burdeos, escribió en su obituario: «Con toda razón, Brillt-Sàvarin escribió que
el descubrimiento de un nuevo manjar hace más por la felicidad de la humanidad
que el descubrimiento de una estrella. Se puede añadir que el hallazgo de una
nueva planta es más útil que el descubrimiento de un cometa. Por tanto, es
necesario agradecer a aquellos que, como el botánico Pissard, han enriquecido
la flora francesa y contribuido al embellecimiento de nuestros paisajes».
Ernest François Pissard descansa en el camposanto de Tallence, la
ciudad hermana de Alcalá de Henares. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.