Rata canguro del desierto (Dipodomys deserti). Foto C. Christie. |
Atrapar presas y evitar
depredadores es fundamental para el éxito reproductivo de los animales en la
naturaleza, y ha sido un importante objetivo de la investigación evolutiva en
biomecánica y locomoción. La depredación es una interacción inherentemente
dinámica que avanza mediante una secuencia de procesos (típicamente denominados
detección, evaluación, y persecución) que resultan en la captura o huida de la
presa.
El resultado de un ataque con
fines predadores está determinado en gran medida por la interacción entre el
rendimiento físico del depredador y cualquier maniobra evasiva o de escape
iniciada por la presa, y estos atributos generalmente difieren en función del
modo de caza del depredador. Por lo general, los depredadores de persecución
activa (por ejemplo, los lobos) dependen de la velocidad y la resistencia;
otros (por ejemplo, los guepardos) confían en la velocidad y la maniobrabilidad,
mientras que otros que se agazapan y esperan (caimanes, boas, víboras, mantis,
camaleones), confían en el sigilo y la velocidad de ataque para eludir las
capacidades de detección y evasión.
Aunque por lo general los documentales
se centran más en los casos en los que los depredadores tienen éxito en matar y
devorar presas, estudios
de campo más detallados indican que las presas suelen ser muy hábiles para
evadir ataques, con tasas de éxito del depredador que son en muchos ecosistemas
de tan solo entre el uno y el cinco por ciento. Debido a que la mayoría de las
presas parecen escapar de los depredadores alejándose rápidamente de ellos, los
investigadores que estudian la biomecánica de las interacciones
depredador-presa se han centrado principalmente en la velocidad, como ocurre en
los ataques de los guepardos sobre las gacelas africanas, pero ese enfoque en
la velocidad puede enmascarar la importancia de otros factores que pueden ser
más importantes para determinar el resultado de los encuentros depredador-presa
en los sistemas naturales.
Serpiente de cascabel cornuda, Crotalus cerastes. Foto. |
En un par de nuevos estudios
publicados el 27 de marzo en la revista Functional
Ecology y en la revista Biological
Journal of the Linnean Society, Malachi D. Whitford, profesor en la
Universidad de California, San Diego, y sus colegas han publicado sendos
artículos en los que relatan que las ratas canguro del desierto (Dipodomys deserti) son capaces no ya de
defenderse, sino también de atacar a uno de sus más temibles depredadores: el
crótalo cornudo o serpiente cascabel cornuda (Crotalus cerastes).
En la oscuridad del desierto de
Yuma, Arizona, está a punto de ocurrir un combate. Una rata canguro se desliza
por la arena en busca de un banquete de medianoche a base de semillas de
creosota (Larrea tridentata). A poco
más de medio metro de distancia, un venenoso crótalo cornudo yace enroscado y
hambriento, esperando que su presa se acerque un poco más. El duelo ha terminado antes
de que puedas parpadear. La serpiente ataca; la rata salta en el aire, patea a
la serpiente en la cabeza y escapa dando saltos frenéticos. Ninguno de los rivales
obtiene la comida que esperaba. En este
video puedes ver el triunfante escape de la rata “ninja”.
Encuentros como este suceden
todas las noches en el desierto y pasan desapercibidos para todos, excepto para
los animales involucrados. Lo que hizo el equipo de investigadores californianos
fue obtener imágenes con cámaras de alta velocidad. Primero marcaron varios crótalos
con transmisores de radio y luego los rastrearon mientras cazaban ratas canguro
en el desierto de Yuma. Durante los siguientes meses, el equipo registró treinta
y dos emboscadas de serpientes sobre ratas. Solo la mitad de esas celadas
terminaron con mordeduras de serpientes. Al analizar las imágenes de cámara
lenta resultantes, los investigadores descubrieron por qué.
Mientras que los crótalos eran
increíblemente rápidos, capaces de saltar desde la inmovilidad absoluta hasta
alcanzar a su presa en menos de 100 milisegundos (menos del tiempo que se tarda
en parpadear), las ratas eran aún más rápidas. El equipo descubrió que las
ratas canguro podrían reaccionar a los ataques de serpientes en tan solo 38
milisegundos, a veces saltando por encima de la serpiente en 70 milisegundos.
Además, en esos 70 milisegundos
algunas ratas canguro, que tienen unas extremidades posteriores
extraordinariamente largas y poderosas y una capacidad auditiva extraordinaria,
fueron capaces de realizar complejas maniobras en el aire que dejaron anonadadas
a las serpientes. Una rata pateó a una serpiente justo debajo de la cabeza,
enviando al depredador a varios palmos de distancia. Otra rata cambió
rápidamente su dirección en el aire, girando su larga cola como una hélice para
alejarse de la serpiente. Otras ratas canguro saltaron de siete a ocho veces la
longitud de su cuerpo para alejarse del peligro. Algo así como si el cubano Javier
Sotomayor, que mide 1,96 metros, y ostenta el récord mundial de salto altura (2,45
m), fuera capaz de saltar unos quince metros en vertical.
Las imágenes revelaron que las
serpientes de cascabel y las ratas canguro están sorprendentemente bien adaptadas
como depredador y presa, porque son extraordinarios atletas que rinden al
máximo durante esas interacciones y, la capacidad auditiva de las ratas canguro
y la respuesta explosiva de sus patas traseras, probablemente evolucionaron en
respuesta a la velocidad tan rápida de sus venenosos depredadores.
El empleo de la cámara lenta también
demostró, que las ratas canguro son pequeños ninjas peludos capaces de
acrobacias, escorzos y patadas que harían avergonzar a Bruce Lee. ©
Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.