Durante años, el ruinoso negocio de la fractura hidráulica se ha estado
financiando gracias a las inversiones (léase préstamos) (1,
2,
3,
4,
5).
Ahora el tiempo se acaba y los operadores se enfrentan a la dura realidad:
devolverles su dinero a los inversores.
Dopadas a través de deudas colosales, año tras año las empresas
dedicadas al fracking han estado presentando
resultados espectaculares de producción de gas y petróleo, al tiempo que
prometían a los inversores grandes beneficios futuros. Pero después de más de
una década inmersos en el "milagro del fracking",
los inversores están dando señales de que están seriamente preocupados de que los
beneficios no lleguen nunca y, como resultado, el grifo del crédito se está cerrando.
Aparentemente, el crecimiento en la producción ya no es la solución
para la industria del gas natural de Estados Unidos, que hasta ahora se
presentaba como más fiable que la del petróleo. En una entrevista
en The Wall Street Journal, Matthew
Portillo, director de operaciones del banco de inversión Tudor, Pickering, Holt
& Co., lo ha dejado meridianamente claro: «El crecimiento es una
enfermedad que lo ha tapado todo […] Y debe ser curada antes de que el sector
[del gas natural] pueda atraer el interés de los inversores a largo plazo».
Los indicios de que los inversores de gas ya no están contentos con el
crecimiento a cualquier coste abundan. Para empezar, varios de los principales
productores de gas natural han anunciado recortes
de gastos en 2019. Después de anunciar
despidos en enero, EQT , el
mayor productor de gas natural de Estados Unidos, ha anunciado que reducirá
el gasto en un 20% en 2019.
Como
ya he escrito en alguna ocasión, las tasas de interés históricamente bajas
después de la crisis de las hipotecas basura de 2008 fueron un elemento clave
para que las compañías de fracking gastaran
y perdieran dinero hasta convertir a la industria de las lutitas en el negocio
de Abundio. La banca de Wall Street ha estado financiando una década de
producción de petróleo y gas a través del fracking
incentivando la producción por encima de las ganancias. Esos incentivos han
funcionado en dos direcciones: récords de producción y récords de pérdidas.
Sin embargo, de la misma forma que conceder préstamos hipotecarios a
personas de dudosa solvencia no era un modelo sostenible de negocio, prestar
dinero a empresas que se lo gastan sin obtener ganancias no es sostenible. Los
inversores de Wall Street están ahora preocupados por la devolución de los
capitales invertidos, y, en consecuencia, las tasas de interés que les
comienzan a aplicar a las compañías de fracking
están llegando al punto de que pedir prestado más dinero se está convirtiendo
en un riesgo financiero insostenible para los operadores. Y como no ganan más
dinero del que gastan, necesitan recortar gastos.
CNN
Business informó recientemente que las compañías de petróleo y gas dejaron
de pedir dinero prestado en octubre de 2018, pero no por moderación, sino
porque «los
inversores, temerosos de los impagos, exigieron una prima considerable para
prestar a esas empresas energéticas». Tal y como informó
The Wall Street Journal, como muchas compañías de fracking no cumplan con sus previsiones
de producción, los inversores tienen
buenas razones para estar asustados.
Los días de préstamos ilimitados a bajo interés para una industria que
viene registrando pérdidas año tras año durante una década podrían estar
llegando a su fin. Como explicó
Spencer Cutter, el analista financiero de Bloomberg a CNN : «Los
inversores despertaron y se dieron cuenta de que el negocio se había basado en
deuda».
Un ejemplo paradigmático de lo que está sucediendo son los desesperados
apuros que está sufriendo Chesapeake Energy el productor líder de gas en
Estados Unidos y el operador que normalmente se exhibía como el modelo a seguir
para la explotación mediante fracking.
La de Chesapeake fue una gran historia de éxito
financiero inicial (basada en el precio de sus acciones, no en las
ganancias reales), y en 2008, su entonces CEO Aubrey McClendon, conocido como
el "KIng Shale", fue el CEO
mejor pagado en la lista de Fortune 500.
Desde esos tiempos de vino y rosas, Chesapeake ha pasado por tiempos
muy difíciles. El precio de las acciones está en
mínimos históricos, en los que se ha mantenido durante años. Chesapeake se
ha mantenido a flote obteniendo préstamos en efectivo y actualmente tiene una
deuda de alrededor de 10.000 millones de dólares. Incapaz de ganar dinero fracturando
gas, Chesapeake ha adoptado una nueva estrategia: fracking para petróleo.
The Wall Street Journal informó
recientemente este cambio en la estrategia de Chesapeake, al que se refirió
como "inoportuno" y que solamente serviría para "agotar su
finanzas ya desgastadas". Pese a todo, Chesapeake va a echar el resto en
esta nueva estrategia. Según el mismo periódico, el presidente ejecutivo de
Chesapeake , Doug Lawler, anunció que la compañía «planea dedicar al menos el 80%
de los gastos de capital de 2019 a la producción de petróleo porque considera
que el crudo es la clave para un futuro más rentable».
Uno de los principales productores de gas en América y un "pionero
del fracking" está abandonando
el gas como un camino hacia un futuro económicamente rentable. El hecho de que
Chesapeake crea ahora que el fracking
para el petróleo es un camino hacia un futuro rentable a
pesar de todas las pruebas en contra, impregna su estrategia del tufo de la
desesperación.
Mientras que en Estados Unidos los políticos de los dos grandes partidos
han aplaudido hasta hartarse a la industria del petróleo y el gas, los
inversores parecen estar perdiendo el entusiasmo. La llamada revolución de las
lutitas, el
milagro del fracking, puede haber
dado lugar a una producción récord de petróleo y gas, pero el verdadero
milagro, que las compañías de lutitas hagan dinero con ello, aún no ha
ocurrido.
La industria del gas natural de Estados Unidos se enfrenta a una crisis
con un mercado de suministro excesivo y productores que están perdiendo dinero
a espuertas. Para salvar sus cuentas, esos productores necesitan desesperadamente
precios más altos del gas natural. Pero los precios más altos del gas hacen que
las energías renovables se vuelvan aún más atractivas para los inversores, lo
que puede llevar a que el gas siga los pasos del carbón, muriendo a manos del
libre mercado.
Puede que transcurra algún tiempo, pero o los inversores se espabilan o
se quedan sin dinero. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.