De acuerdo con el calendario festivo estadounidense, el lunes 18 de
febrero se conoce como el «Día de los Presidentes». Veamos cómo se escribe en
inglés. Unos escriben el «Día del Presidente» (President’
Day); otros que es el «Día de los Presidentes» (Presidents’ Day), mientras que otros, para rizar el rizo, prefieren
Presidents Day, que en español
significa lo mismo que el anterior. En inglés un simple apóstrofo que cambia de
posición o desaparece cambia el significado lo que denota cierta incertidumbre
(valga el oxímoron).
Si se trata del President’ Day
eso sugiere que solo se conmemora a un titular de la magistratura suprema de la
nación, presumiblemente al primero. En cambio, Presidents’ Day insinúa más de uno, lo más probable es que al morador
de Mount Vernon y a Abraham Lincoln, a los que generalmente se les considera los
mejores de todos. Presidents Day, sin
apóstrofo, implica el promiscuo aniversario de los cuarenta y cinco presidentes,
lo que, de atender a la clasificación
de la BBC, conmemoraría a los «buenos» presidentes como Jefferson, Lincoln
o los dos Roosevelt, pero también a los «malos» como Buchanan, Nixon, Tyler o
Harding, por no decir nada del actual, de quien, quizás, cuanto menos se diga,
mejor.
Entonces, ¿qué demonios se celebra ese lunes que los estadounidenses
aprovecharán para tomarse un buen puente? Pregunta tramposa. La respuesta,
estrictamente hablando, no es ninguna de las tres anteriores. Una cosa es
cierta: antes de 1971, el cumpleaños de George Washington era uno de los días
festivos federales celebrados en fechas específicas, que año tras año caían en
diferentes días de la semana (la excepción era el Día del Trabajo (Labor Day), que siempre caía en lunes). Los
puentes de tres días estaban, pues, sujetos al albur del calendario.
En su sentido original, el «Día del Presidente» surgió a finales de la
década de 1870, cuando el senador Steven Wallace Dorsey propuso agregar la
fecha de nacimiento del "ciudadano" George Washington, el 22 de
febrero (lo que, como veremos, era de por sí un error), a los cuatro días
festivos federales aprobados previamente en 1870, cuyo establecimiento se fijó
cuando el absentismo de los funcionarios federales, que declaraban festivos
cualquier día que les venía en gana, obligó al Congreso a seguir el ejemplo de
otros estados y a declarar formalmente el Día de Año Nuevo, el Día de la
Independencia, el Día de Acción de Gracias y el Día de Navidad como días
festivos federales en el Distrito de Columbia.
La idea de agregar el cumpleaños de Washington a la lista federal de
días festivos simplemente hizo oficial una celebración no oficial que existía
mucho antes de la muerte del general. Como se trataba de una propuesta muy popular
(lo hubiera sido más eliminar los impuestos, pero eso salía caro), el proyecto
de ley requirió poco debate; el presidente Rutherford B. Hayes la firmó en 1879
y la ley entró en vigor el año siguiente y se aplicó solo a los trabajadores
federales que trabajaban (es un decir) en Washington DC. Ampliar su campo de
acción exigió poco esfuerzo: en 1885, el festivo se extendió a los trabajadores
federales en los (por entonces) treinta y ocho estados, que gracias al senador
Dorsey pasaron a disfrutar de cinco festivos.
Así las cosas, el cumpleaños de Washington se convirtió en el primer
día festivo federal en señalar el natalicio de una persona. El honor duró menos
de un siglo. Todo cambió a partir de 1968, cuando, en uno de los últimos coletazos
del reformismo social impulsado por Lyndon B. Johnson a través de su “Great Society”,
se modificaron los festivos para crear más fines de semana de tres días con
objeto de animar la economía del sector servicios. Una ley federal de 1968, la Uniform Monday Holiday Act, que
entró en vigor en 1971, elevó el tercer lunes de febrero, el putativo cumpleaños
de Washington, a la categoría festivo nacional.
Por lo tanto, el cumpleaños del vencedor en Trenton, Saratoga y
Yorktown cambió de su fecha fija del 22 de febrero y se trasplantó al tercer
lunes de febrero, acompañado del Día de los Caídos (Memorial Day) que se trasladó al último lunes de mayo. Un día
festivo de nueva creación, el Día de Colón (Columbus
Day), se colocó el segundo lunes de octubre, mientras que el Memorial Day, expulsado de su trinchera
del 11 de noviembre, se reasignó al cuarto lunes de octubre, aunque las
protestas de organizaciones de veteranos y de gobiernos estatales forzó su
regreso en 1980 al día en que se conmemoraba el histórico armisticio que mandó
la Primera Guerra Mundial al desván de la historia.
Para agregar entropía al aniversario presidencial, el cumpleaños de
Washington no es el cumpleaños de Washington. El que para la mayoría fue el
primer presidente (algunos tiquismiquis sostienen
que fue el noveno) nació el 11 de febrero de 1731 (según el antiguo calendario
juliano, todavía en vigor en ese momento) y no el 22 de febrero de 1732 (según
el calendario gregoriano, adoptado en 1752 en todo el Imperio Británico). Por
lo tanto, estrictamente hablando, bajo ninguna circunstancia puede coincidir el
cumpleaños de Washington con el Presidents
Day (se llame como se llame), que, al ser el tercer lunes del mes, solo
puede caer entre el 15 y el 21 de febrero. El cumpleaños de Lincoln, el 12 de
febrero, tampoco cuadra en el Presidents
Day. Por si a alguno se le ocurre, quedan también excluidos los días del
nacimiento de los otros dos presidentes paridos en febrero, William Henry
Harrison el “Breve” (nacido el 6) y Ronald Reagan (el 9). ¡Un buen embrollo!
Pero, ¿a qué viene el Día de los Presidentes se escriba cómo se escriba?
Según Prologue, la revista de los Archivos
Nacionales, se originó por una promoción local de los comerciantes del DC
que se extendió por toda la nación cuando minoristas y hosteleros descubrieron
que, misteriosamente, los presidentes genéricos rendían más que los individuales,
más incluso que el Padre de su país o que el admiradísimo Lincoln (al menos al
norte de la línea
Mason-Dixon, que todo hay que decirlo y, si no se lo creen, dense una
vuelta por Arkansas).
Para los comerciantes en general (y para los hoteleros en particular),
el cambio de los festivos al lunes fue la gallina de los huevos de oro. Ya
habían comprobado que el tradicional lunes en que se había celebrado desde
siempre el Labor Day aumentaba las
ventas y llenaba los moteles. Pero ¿por qué no convertir un fin de semana de
tres días en toda una semana? Dicho y hecho. Los publicistas de Washington se
inventaron el reclamo del Presidents Day
para animar las ventas tradicionales de los tres días de febrero que pivotaban
alrededor del aniversario de Washington, haciéndolas comenzar antes de la fecha
de nacimiento de Lincoln el 12 y finalizaran después del nacimiento de Washington
el 22. Como ocurre hoy con el Black
Friday, lo que comenzó como un día pasó a ser una semana.
Después de una década de uso local a nivel del DC, el Día del
Presidente saltó a nivel nacional. Si uno se toma la molestia de mirar la
hemeroteca del Washington Post, comprobará
que a mediados de la década de 1980 el festivo había aparecido en unos cuantos
anuncios y ocasionalmente en algún editorial de periódico. Aparece con tres
"grafías": una sin apóstrofo y dos con un apóstrofo “flotante”. El
libro de estilo de Associated Press colocó el apóstrofo entre la "t"
y la "s" ("President's Day"),
mientras que los puristas gramaticales colocaron el apóstrofo después de la
"s" creyendo que “Presidents'” (de los Presidentes) se refería a "muchos"
en lugar de al singular "President".
La publicidad cuajó en varios fabricantes de calendarios que, usando su
propia ortografía como les vino en gana, comenzaron a sustituir el aniversario
del nacimiento de Washington (el putativo, que no el real) por el Día de los
Presidentes que, aunque se le llame así así, no es la denominación oficial que
sigue siendo la del cumpleaños de Washington sancionada por el Congreso hace
ahora 140 años. © Manuel Peinado Lorca. @mpeinadolorca.