Los que protestan por la limitación del vehículo privado en las
ciudades deberían darse una vuelta por Oslo. La eliminación del tráfico
automovilístico en la capital noruega ha sido todo un éxito. Los aparcamientos
son ahora carriles para bicicletas, el tráfico es rápido y fácil, y las calles y
los comercios están llenos de gente.
Si llega en coche a Oslo, mejor déjelo en las afueras: no podrá aparcar
en la calle. A principios de este año, la ciudad acaba de culminar su plan de
eliminación de aparcamientos en superficie sustituyendo 700 estacionamientos por
carriles para bicicletas, franjas ajardinadas, pequeños parques y bancos para
peatones. Es un paso más hacia el planteamiento final de un centro urbano sin
automóviles.
Sin esos lugares de aparcamiento y con los coches prohibidos por
completo en muchas calles, son pocos los automovilistas que se atreven a entrar
en la trama urbana central. Aunque pueda ver alguno, la impresión que uno se
lleva es la de una ciudad libre de coches, en la que poco a poco gana terreno Urban Sharing, la empresa que maneja Oslo City Bike, el sistema local de
bicicletas compartidas. Los cambios de la ciudad están diseñados, en parte,
para ayudar a mejorar la calidad del aire y combatir el cambio climático, pero
la diferencia en la calidad de vida es más inmediata. La ciudad se siente
diferente antes de que uno pueda notar que el aire es más limpio. Como
visitante, uno siente que se está recuperando espacio para peatones y que ese
espacio puede utilizarse para para otros fines que no sean los acostumbrados en
las ciudades: aparcar coches.
Oslo comenzó por peatonalizar algunas calles en el centro de la ciudad
en la década de 1970 y apostó fuertemente por el transporte público en la
década de 1980. En 2015, cuando una coalición política progresista llegó al
poder en el ayuntamiento, comenzaron a planificar una transformación más
significativa. Al principio, pidieron una prohibición total de los automóviles
porque la mayoría de los residentes en el centro de la ciudad no conducían.
Pero cuando los comerciantes, preocupados por perder clientes y tener problemas
con la carga y descarga, se opusieron, el gobierno municipal, sin perder de
vista el objetivo final, cambió el enfoque hacia la eliminación los
estacionamientos, un avance un poco más gradual. Hoy los conductores pertinaces
todavía pueden encontrar aparcamientos disuasorios en la periferia del centro.
Pero eso también va a cambiar.
Fuera del centro de la ciudad, el ayuntamiento está planeando nuevas
«zonas de bajas emisiones» donde solo será posible conducir con un automóvil
eléctrico o con otros automóviles que no contaminen. Un impuesto de congestión
y nuevos peajes para automóviles no eléctricos también están reduciendo el
tráfico. FutureBuilt, un
programa administrado por el municipio, está desarrollando proyectos piloto,
como un nuevo edificio de oficinas que tiene espacio para 500 bicicletas y diez
estaciones de carga eléctrica, pero sin espacio para automóviles
convencionales. En cuatro años, solo se permitirán taxis de cero emisiones y no
será posible comprar un automóvil que funcione con diesel o gasolina en ningún
lugar de Noruega.
Oslo ya es líder mundial en coches eléctricos. El año pasado, más de la
mitad de todos los coches vendidos en la ciudad fueron eléctricos. Eso se
produjo después de años de trabajo para cambiar el mercado con medidas tales
como reducir los impuestos para esos coches u ofrecer cargas eléctricas y
aparcamientos gratuitos, y otros beneficios. Una red de cargadores, situada en
un enorme aparcamiento exclusivo para coches eléctricos, facilita el uso de los
mismos. La ciudad está triplicando su red de puntos de carga y trabajando con las
compañías eléctricas para construir cargadores tanto dentro como fuera de la
ciudad.
En la almendra urbana central quedan algunos estacionamientos para
conductores discapacitados o para carga de vehículos eléctricos y algunas
calles están abiertas para camiones y furgonetas de reparto durante un par de
horas por la mañana. Los vehículos de emergencia tienen acceso libre. El resto
de vehículos tienen que estacionarse en garajes y las restricciones de tráfico invitan
a que los conductores que no necesiten pasar por el centro tomen la
circunvalación. En su nuevo plan de zonificación, el municipio está priorizando
a los peatones, a los ciclistas y al transporte público, y está abriendo
progresivamente una red de zonas peatonales que están totalmente libres de
automóviles.
Para apoyar el cambio, Oslo hizo grandes mejoras en el transporte
público y considerables esfuerzos en hacer que el ciclismo sea seguro y cómodo.
La ciudad está añadiendo nuevas líneas de tranvías y de metro y está reduciendo
el coste de los billetes. Durante los últimos años, el municipio también ha
estado construyendo una red de bicicletas mejor conectada y convirtiendo muchos
estacionamientos callejeros en carriles para bicicletas marcados de un color
rojo brillante. Además, subvencionó a los ciudadanos para que compraran
bicicletas eléctricas. El sistema de bicicletas compartidas de la ciudad ha
crecido rápidamente, triplicándose entre 2015 y 2018 hasta alcanzar tres millones
de desplazamientos al año. El sistema generalmente se cierra durante el
invierno, pero este invierno está funcionando una experiencia piloto con
bicicletas con neumáticos de clavos.
Pero la bicicleta no se está planteando solo como un medio de
transporte individual. En los carriles para bicicletas del centro de Oslo, una
empresa de logística está haciendo entregas en un vehículo que se parece un
poco a un tren de carga en miniatura: una bicicleta de carga eléctrica con dos
cajas en la parte posterior que puede transportar trescientos kilos de paquetes
y que es lo suficientemente estrecha como para caber en los carriles bici. La
empresa de reparto, DB Schenker, ha anunciado que las bicicletas aumentaron su
productividad en un 40%.
Los cambios también están llegando a dos de las grandes fuentes de
contaminación urbana: las calefacciones y la construcción. En este momento, la
calefacción urbana, un sistema que envía calor desde una estación central a
casas y edificios, cubre alrededor del 20% de la ciudad y ya funciona con
energía renovable. Las constructoras, incentivadas por nuevas ordenanzas
municipales, están empezando a utilizar nuevos equipos, desde mezcladoras de
cemento hasta grúas y excavadoras gigantes que pueden funcionar con
electricidad, por lo que todas las futuras obras de construcción de la ciudad
llegarán a ser libres de ruidos y emisiones. Actualmente, se están construyendo
cuatro jardines de infancia y dos polideportivos bajo las nuevas ordenanzas de
cero emisiones para la construcción.
Los cambios, como era de esperar, se han encontrado con cierta
resistencia, tanto de los propietarios de automóviles como de los comerciantes.
Pero mientras estos se preocupaban al principio de que se creara una ciudad
fantasma que nadie visitaría, la experiencia ha demostrado lo contrario; como
ha sucedido siempre en otras ciudades que han convertido algunas calles en
áreas peatonales, las zonas de Oslo transformadas en peatonales se han
convertido en algunas de las zonas más populares de la ciudad. El otoño pasado,
después de que se eliminaran cientos de aparcamientos, la ciudad descubrió que
tenía un 10% más de peatones en el centro que el año anterior.
Aunque cambiar hábitos siempre será un desafío, desde la masificación
del automóvil privado, durante décadas las ciudades se han diseñado para los
coches, que se consideraban un símbolo de estatus y todavía lo sigue siendo
para algunos. Ya es hora de que la tendencia cambie. Es importante que todos
pensemos en qué tipo de ciudades queremos vivir. Estoy seguro de que cuando la
gente imagina su ciudad ideal, no será un sueño de aire contaminado, coches
atascados en un tráfico interminable o calles llenas de coches aparcados.
Como señalaba en un
reciente artículo Manel Ferri, experto en movilidad urbana, a partir de
ahora el coche pasa de su condición de anfitrión a ser un invitado en nuestras
ciudades, abriéndose paso a la ciudad habitable, la postcarcity. © Manuel Peinado Lorca.
@mpeinadolorca.